Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 24 de junio de 2010

Sancho en la Sima de los Huesos. Don Quijote. Cap 55/2.


Imagen: Magazine Artepick

Podríamos establecer razonamientos análogos o de cierta semejanza entre los días de gobierno de Sancho y el suceso de la “honda y oscurísima sima”.

Sancho comenzó su andadura como gobernador con la alegría e ilusión propias de tal acontecimiento. Éste hecho tiene su símil en el capítulo anterior: alegría e ilusión no le faltaron en su encuentro con los peregrinos y en cuanto a las celebraciones, aunque con menos boato, fueron más auténticas.
El arribo a la ínsula fue a pesar de los preparativos iniciales, un aterrizaje forzoso en un espacio hostil que podríamos igualar con la caída a la sima. Sancho tras el accidente, piensa en su propia muerte, símbolo de la muerte de su gobierno. En ambos lugares, se encuentra abandonado y sólo ante un destino incierto, fuera del arraigo familiar falto de la compañía de los suyos, por tanto la similitud entre cueva y gobierno también existe.

Al fin, cuenta con la sola compañía de su rucio a quién dispensa los cuidados posibles, que no le falte alimento, aunque ello suponga privarse del suyo, también en la ínsula, dispuso lo necesario para el alojo de su compañero de viajes.

En los momentos difíciles siente la ausencia de don Quijote y si  bien es cierto que no falta la sátira de Montesinos, ni el reconocimiento de su carácter fantasioso que le llevó a visiones preciosas y apacibles, no es menos cierto que locuras y fantasías reconoce en su comienzo como gobernador:

“¡Desdichado de mí!, y ¿en qué han parado mis locuras y fantasías? De aquí sacarán mis huesos, cuando el cielo sea servido que me descubran, mondos, blancos y raídos, y los de mi buen rucio con ellos”.

Como consecuencia de las promesas de don Quijote se encontró con el negocio del gobierno, y en cierto modo, si alguien no lo remedia, se convertirá en resto arqueológico por la misma razón.
Ha de ser don Quijote quien le salve de tan dramático fin en claro simbolismo con su liberación de las obligaciones de un trabajo que se le iba de las manos.

Podríamos pensar que el “suceso” encierra un cierto sentido metafórico de cuanto ocurrió en el “gobierno”.

Cide Hamete da un golpe de timón en la narración para enlazar el suceso de la cueva con don Quijote el duelo y los duques, haciendo que de manera fortuita se encuentren de nuevo caballero y escudero:

“—¡Ah de arriba! ¿Hay algún cristiano que me escuche o algún caballero caritativo que se duela de un pecador enterrado en vida, o un desdichado desgobernado gobernador?
Pareciole a don Quijote que oía la voz de Sancho Panza, de que quedó suspenso y asombrado y, levantando la voz todo lo que pudo, dijo: —¿Quién está allá bajo, quién se queja?”

Reencontrados ya ambos, la historia vuelve a su cauce inicial y don Quijote se muestra dispuesto antes de la batalla para salvar la honra de la niña a ejercer su profesión, socorriendo tanto a vivos como a muertos, si fuera menester, teniendo como testigo al rucio, que se unió a la ceremonia.
Salvados Sancho y jumento de perecer en la sima un “oportuno murmurador” pone en duda la honorabilidad de Sancho, que tal como prometió en su despedida de “Barataria” rinde cuentas a los duques de su labor en los siete días de mandatario.

El accidente o el gobierno atemperaron el refranero de Sancho para satisfacción de don Quijote, terminando el suceso con abrazos de los duques y presentes para Sancho que menguaron en lo posible el molimiento sufrido.



Sima de los Huesos, (Sierra de Atapuerca, Burgos):
Se trata de la mayor acumulación de fósiles humanos de la historia. Os invito a conocerla pulsando el enlace.

jueves, 17 de junio de 2010

Moros y cristianos. Don Quijote. Cap. 54/2


Grabado: expulsión de los Moriscos

Los duques, faltos de entretenimiento y contrincante para don Quijote, han de recurrir a un lacayo en sustitución del mozo huido a Flandes. Si como es de suponer, doña Rodríguez y su hija son las damas del duelo, la posibilidad de que al menos una de ellas, desenmascare al suplantador, nos sitúa ante un nuevo desarrollo de la gesta y un seductor suspense para los lectores, en éste primer párrafo.

Sancho, última víctima de los duques, apenas alejado de la supuesta ínsula y con el ánimo más tranquilo, encuentra en su ruta a un grupo de peregrinos con los que muestra su generosidad ofreciéndoles los alimentos que posee. No es comida lo que pretenden, sino dinero “guelte, guelte”;  Sancho no comprende bien y duda, ha sido engañado tantas veces que decide escapar, el gato escaldado huye hasta del agua fría.
El grupo cuenta con un polizón que resulta ser antiguo vecino de Sancho, un morisco –Ricote- que disfrazado de peregrino intenta pasar inadvertido tras la expulsión promulgada por Felipe III:

“Si tú no me descubres, Sancho —respondió el peregrino—, seguro estoy; que en este traje no habrá nadie que me conozca”.

La situación en éste punto, nada tiene que ver con las anteriores; estamos ante gente “normal”, entre ellos y Sancho, hay más afinidad, no hay formalismos:

“Quitáronse las mucetas o esclavinas y quedaron en pelota (En pellote: en calzas y jubón) y tendiéronse en el suelo”.

Son amigos que comparten lo que poseen y calman juntos la sed –colambre-  a base de vino en bota  de la que hasta Ricote, para éstos efectos transformado, estaba provisto. Sancho, ha encontrado su mundo, la compañía y el vino, consiguen que no se acuerde para nada de lo sucedido en su gobierno.

“Español y tudesqui tuto uno: bon compaño. Y Sancho respondía: ¡Bon compaño, jura Di! (Español y alemán, todo uno, buen compañero juro a Dios)”.

Cervantes sitúa al pie de un haya a Ricote para que explique a Sancho el motivo de su disfraz y el porqué de su situación.
Resalta el morisco con pena, que el bando de expulsión no eran sólo amenazas sino leyes que él justifica como buenas, dando por merecido el castigo y lamentándose de haber perdido España y no tener patria natural. Como tantas y tantas veces sucede, tras un tiempo de ausencia, a la vuelta, en su propia tierra son considerados extranjeros.

La expulsión de los moriscos es un hecho relevante en la historia de España. Expulsión es destierro, exilio, socialmente, es la eliminación de una minoría por una mayoría.
La mayoría de la población morisca, tras más de un siglo de su conversión forzada al cristianismo, era un grupo social aparte. Cierto que, las numerosas incursiones de piratas berberiscos,  festejadas en ocasiones por la población morisca dieron lugar a ser considerados potenciales aliados de turcos y franceses.
El comienzo de una etapa de recesión llevó a la población cristiana a mirar con resentimiento a la morisca, y el 9 de abril de 1609 El Duque de Lerma firmó la expulsión de los moriscos de todos los reinos de España.
Cabría preguntarse como bien indica Sancho que ocurrió con los bienes escondidos por la población morisca antes de ser expulsados.

No es partidario Sancho del encubrimiento que le proponen. Ni es codicioso, ni hará traición a su rey a favor de sus enemigos, ha dejado el oficio de gobernador –permitámosle la vanagloria- muy rentable porque encerraba peligros para su persona.

“Y ¿dónde está esa ínsula?, preguntó Ricote.
¿Adónde? —respondió Sancho— dos leguas de aquí, y se llama la ínsula Barataria.
Calla, Sancho —dijo Ricote—; que las ínsulas están allá dentro de la mar, que no hay ínsulas en la tierra firme”.

La incredulidad sacude a Ricote, no es posible que quien reconoce que su labor es gobernar un hato de ganado, gobierne una ínsula. ¡Y en tierra firme!
La alusión a la bella morisca y el rico Pedro Gregorio nos da pié como lectores a sospechar de una nueva aventura amorosa, y la presencia de Ricote en los próximos capítulos.


He resuelto que se saquen todos los Moriscos de ese Reino y que se echen en Berbería.
(Bando de expulsión de los primeros moriscos, 22 de septiembre de 1609)


jueves, 10 de junio de 2010

Sancho, al séptimo, descansó. Don Quijote. Cap. 53/2





Todo pasa y todo queda, dicen Serrat y Cide Hamete, y así ocurre con el presente capítulo:

El gobierno urdido por los duques y –no olvidemos- por los numerosos acólitos trepadores o no, para escarnio de Sancho y burla de don Quijote -prometedor de imposibles-, ha llegado a su fin como es habitual, con una burla teatralizada, simulando un asalto a la ínsula en la que los burladores aportan toda la parafernalia que les ha sido posible reunir.

Vista la imposibilidad de vencer por hambre o de palabra al buen Sancho, sólo queda el abuso numérico y la violencia. Ambas opciones, por cierto, harto frecuentes y que en éste caso presentan el agravante de simular protección. No abundaremos en detalles perfectamente descritos en la obra por el Autor.
Me quedo con la humillación que supone ser emparedado entre dos escudos, inmovilizado toscamente y utilizado como pedestal desde el que un iluminado arenga a las masas, que, en un momento de lucidez, llegaron a sentir pesar por la burla, pero fue un momento solamente:

“El haber vuelto en sí Sancho les templó la pena que les había dado su desmayo”

Las escenas con las imágenes de su gobierno, van proyectándose en la mente de Sancho, mientras se viste:
Portando los símbolos de su VIDA EN LIBERTAD: Arar, cavar, podar, hoz, gazpacho, la sombra de la encina y el zamarro de dos pelos. Y los de su MUERTE PRESENTE: Gobierno, ínsula, leyes, cetro, médico impertinente, sábanas de Holanda o pieles suaves y finas, se encamina hacia su única propiedad, su inseparable rucio, símbolo universal de la ignorancia, con  un monólogo que supone una cruda reflexión para sí mismo:

“Cuando yo me avenía con vos y no tenía otros pensamientos, dichosos eran mis horas, mis días y mis años, pero después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia….”.

Sancho es del linaje de los Panza, tomada una decisión la cumplirá:

“Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad; desnudo nací, desnudo me hallo”, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas”

A pesar del molimiento sufrido por el escudero, no hay merma en su capacidad de razonar, declina el ofrecimiento del supuesto doctor y el ladino mayordomo, no sea peor el remedio que la enfermedad:

“No son estas burlas para dos veces”.

No tomará nuevos brebajes ni alimento fuera de su gusto, y mucho menos, dará cuenta de su gobierno (residencia).  El duque en éste caso le sirve de buena escusa.

Por el camino de vuelta, con su rucio, su pan y su queso, las diferentes secuencias de los siete días de gobierno, el recuerdo de su esposa e hijos, seguramente le acompañen. Afortunadamente aún no conoce el contenido de la última carta de Teresa lo que le ahorra por el momento el sufrimiento por  la reacción de su familia y vecinos ante la realidad de su situación.


Partiendo de la nada, alcancé las más altas cimas de la miseria. (Groucho Marx)

Imagen: Gutenberg.org

viernes, 4 de junio de 2010

El retorno del.....Caballero. Don Quijote. Cap.52/2



Cervantes decide sanar a don Quijote de su ociosa vida en el castillo y retornarle a la locura caballeresca. El objetivo es conquistar el arnés que en las fiestas de Zaragoza se concede al vencedor.
En esta ocasión, la aparición no es programada por los duques. Dos mujeres enlutadas y llorosas, que resultan ser doña Rodríguez y su burlada hija, se utilizan en la obra para dar un giro a la intención del protagonista. El torneo habrá de quedar en principio relegado por atender a la dueña convencida de la condición de caballero de don Quijote, a quien solicita remedio para que el hijo del rico labrador cumpla la palabra que rubricó con hechos:

“Querría que antes que os escurriésedes por esos caminos, desafiásedes a este rústico indómito y le hiciésedes que se casase con mi hija, en cumplimiento de la palabra que le dio de ser su esposo, antes y primero que yogase con ella”.

De conformidad con la solicitud, el torneo, como competición de caballería se tornará en duelo, confirmándolo don Quijote con dos duras sentencias:

“Yo tomo a mi cargo el remedio de vuestra hija, a la cual le hubiera estado mejor no haber sido tan fácil en creer promesas de enamorados, las cuales, por la mayor parte, son ligeras de prometer y muy pesadas de cumplir”.
“Hizo mal en defraudar a esta pobre que fue doncella y ya por su culpa no lo es; y que le ha de cumplir la palabra que le dio de ser su legitimo esposo o morir en la demanda”.

Continúa el Autor con un retrato de las justas caballerescas: modo de combate entre dos contendientes para justificar el derecho de uno sobre el otro, que comenzaba con el lanzamiento del guante, continuaba con el señalamiento del lugar de combate – llamado la tela- en éste caso marcado hábilmente por el duque en su castillo y se sancionaba con la fecha del encuentro.
No podía faltar en tales acontecimientos la dama, encarnada en tal ocasión por doña Rodríguez, amén de los jueces que procuraría el duque.
Un caballero sólo se medía con caballeros, por lo que don Quijote renuncia a su hidalguía y se iguala con el contrincante plebeyo para poder combatir.
El duque queda encantado con el cariz que tomó el asunto y  la duquesa no menos ante la posibilidad que le ofrecen las dos cartas que porta el travestido paje.

Carta de teresa: En el pueblo nadie cree en el nombramiento de Sancho. Teresa, pese a los regalos y la visita del emisario ducal, tampoco está segura, no obstante, dado que soñar no cuesta se ve ya en la corte (en coche), eso sí, previa petición de ayuda:

“Suplico a vuesa excelencia mande a mi marido me envíe algún dinerillo”.

Tal como hizo Sancho, la gobernadora consorte, en su despedida vuelve a su condición de criada. La condición social es algo muy asumido por las clases inferiores.

Carta de Sancho: Amo Criado, dos palabras difíciles de tolerar. Hasta qué punto se consideraba normal el dominio de unos sobre otros, se muestra en la violación de correspondencia por parte de don Quijote para satisfacer a los duques.
Sancho mío de mi alma ó porro pastor de cabras, Teresa se vuelve loca y Sanchica hace aguas de puro gozo; en la sencillez de los razonamientos reside la grandeza de la carta de Teresa a Sancho, encierra la incertidumbre de una situación fantástica y el deseo de un sueño hecho realidad: ver a su marido convertido en arrendador ó recaudador, mientras el resto de la familia le honra andando en coche, que a lo que parece es la meta a alcanzar.
“Dios te me guarde más años que a mí, o tantos; porque no querría dejarte sin mí en este mundo”

           Corolario: En caso de duda, yo, la viuda.


Imagen:Quijote by mariano 7724