Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 29 de julio de 2010

Roque, bandido y juez. Don Quijote. Cap.60/2




Nada es casual en el Quijote, el paso de una a otra escena o situación, se produce de un modo natural, el cambio de rumbo a Barcelona viene acompañado de un cambio –temporal- de protagonista; caballero y escudero son sustituidos en la acción por Roque Guinart, un bandido que con su banda, recorre los caminos en busca de  botín  y aventuras.

Seis días de camino, dan tiempo para pensar y don Quijote retorna a su nostalgia, el encantamiento de Dulcinea le persigue, a Sancho no parece preocuparle en exceso cumplir su promesa de liberarla, por lo que decide acelerar el proceso, propinando a Sancho al menos dos mil azotes a cuenta. El asunto da lugar a mostrar la nueva relación que se ha establecido entre amo y criado; el enfrentamiento ahora, es claro y abierto, no solo verbal, en la presente ocasión tiene lugar una lucha cuerpo a cuerpo, Sancho no está dispuesto a ser “vapulado” si no es por propia voluntad:

“¿Cómo, traidor? ¿Contra tu amo y señor natural te desmandas? ¿Conquien te da su pan te atreves?
Ni quito rey, ni pongo rey —respondió Sancho—, sino ayúdome a mí que soy mi señor. Vuesa merced me prometa que se estará quedo y no tratará de azotarme por agora; que yo le dejaré libre y desembarazado”.

El litigio entre amo y criado finalizó con acuerdo, enlazando con una escena-denuncia del modo de proceder de la justicia de la época: ahorcamiento masivo de los condenados, para ejemplo y aviso al pueblo.

Con la aparición de la banda de Roque Guinart, cambia como decíamos el protagonismo de la acción, pasando al bandido y sus escuderos. Don Quijote se lamenta por haber sido sorprendido desarmado. Consciente ya de su fama, se identifica seguro de ser conocido y admirado por sus aventuras y así sucede, Roque se muestra satisfecho con su compañía estableciéndose una relación de amistad entre ambos.

Roque Guinart representa el modelo de bandido “echado al monte” por circunstancias sociales, en cierta manera honrado y justo. De su mano entramos en otra nueva tragedia amorosa, esta vez la dama, Claudia Jerónima, al modo de Capuletos y Montescos, se enamora de un enemigo de la familia tan locamente, que un simple rumor basta para que –escena repetida- vestida de mancebo tome venganza, disparando sobre el que creyó amante infiel.
Don Quijote pasa a espectador de ésta escena, siendo Roque quien toma la responsabilidad de proteger a Claudia y su familia si fuera necesario.

De vuelta al lugar en que don Quijote y Sancho permanecen con los bandoleros reaparecen los tres tocadores que Sancho no devolvió y parece que todos desean. ¿Que tienen tres simples gorros para atraer a todos?

El reparto equitativo de lo obtenido en los robos , el modo de impartir justicia, en definitiva el comportamiento de Roque Guinart   sirve para mantener la leyenda de los bandidos convertidos en héroes por el pueblo que  ve aumentar las diferencias establecidas sin rubor por quienes se supone que debían defenderles. 



jueves, 22 de julio de 2010

El impostor descubierto. Don Quijote. Cap. 59/2


Escultura: Antonio Ramos (Lladró)

Que el tiempo transcurrido desde su primera salida y la realidad de los hechos, pesan ya sobre don Quijote, es evidente; tras el suceso de los toros asume la realidad; en su mente, los atacantes siempre fueron personajes misteriosos, ahora es consciente de haber sido molido por las pezuñas de los animales.
Su estado de ánimo no ha variado solo por éste acontecimiento, las andanzas de caballero habían de aportar fama respeto y honores, las doncellas rendidas ante su valor y la fortaleza de su brazo, caerían rendidas ante él. Nada de eso se ha logrado y su dama sigue encantada en cuerpo de rústica labradora. Hay por tanto una evolución en el personaje ya reflejado en anteriores entradas. En éste punto don Quijote se rinde, está dispuesto a la muerte por inanición, a lo que Sancho mucho más práctico se opone:

“Sepa, señor, que no hay mayor locura que la que toca en querer desesperarse como vuesa merced, y créame y después de comido échese a dormir un poco sobre los colchones verdes destas yerbas, y verá como cuando despierte se halla algo mas aliviado”.

En semejante estado de ánimo la nostalgia reaparece en el enamorado, ¡Si al menos tuviese a Dulcinea!
Para esto, es menester deshacer el encantamiento completando la tanda de azotes, pero, Sancho conoce a su amo y le aporta razonamientos suficientes para posponer la promesa, consciente de la irrealidad del encantamiento, y por tanto lo inútil de fustigarse. La proximidad de una venta sirve para mostrar el especial interés de Cervantes en reiterar la vuelta a la realidad de don Quijote en este caso es venta y no castillo como venía siendo habitual.

Ya en la venta tornamos a una escena picaresca entre Sancho y el ventero, éste a la vista del negocio dice estar en posesión de todo tipo de manjares, cuando realmente sólo cuanta con un cocido de garbanzos. Sancho va desmontando los argumentos del ventero, aceptando al fin la uña de vaca que se le ofrece magnificada por la fantasía del cocinero.

La conversación mantenida por otros principales huéspedes  –curiosamente uno se llama Jerónimo- en la habitación contigua a la que ocupan nuestros protagonistas, da pié a pensar que Cervantes conocía la verdadera identidad del autor que se escondió bajo el falso nombre de Alonso Fernández de Avellaneda para escribir el Quijote apócrifo, y que identificaba a dicho autor con el soldado aragonés Jerónimo de Pasamonte. Así aprovecha el episodio para introducir una ácida crítica hacia el libro, despreciándolo hasta tal punto, que don Quijote –en éste caso personificando al Autor- no quiere leerlo para que no pueda pensarse que conoce su existencia. Don Quijote por lo que ha podido conocer de la obra, decide cambiar el rumbo establecido y no ir a Zaragoza a fin de dejar en evidencia al “nuevo historiador”.

No hemos olvidado a Dulcinea, los huéspedes de la contigua habitación hieren la sensibilidad de don Quijote al recordar que en “esa” segunda parte se le pinta como desenamorado de su dama, quizá por ello, don Juan, el otro huésped lanza una dura pregunta:

“Si se había casado, si estaba parida o preñada o si, estando en su entereza, se acordaba, guardando su honestidad y buen decoro, de los amorosos pensamientos del señor don Quijote”.

La conversación entre don Quijote, don Juan y don Jerónimo deja constancia de la mezcla entre locura y cordura del personaje, los disparates de los hechos, no menguan un ápice la certera expresión de quien los cuenta.



jueves, 15 de julio de 2010

De nuevo en camino. Don Quijote. Cap. 58/2



Imagen: Segrelles

Entiendo el presente capítulo, como un nuevo prólogo. Es tan dilatada la estancia en el castillo y tan falta de aventuras con las que nació la obra, que Cervantes, insisto, es mi opinión, recurre a un memorándum, para situar nuevamente al lector frente a la acción.

Comienza con un canto a la libertad, tanto más valiosa, cuanto menos dependiente sea de otros factores o personas. Viene a recordarnos que: el hombre feliz no tenía camisa.
Frente a los razonamientos de don Quijote, no podía faltar el realismo de Sancho “tal vez nos apaleen”. Cierto, la libertad para él siempre llevó aparejadas desdichas y necesidad.

La acción se va preparando suavemente, sin sobresaltos. Nos iremos adentrando en el mar de la aventura, desde la playa, despacio, sin prisa, de tal forma que, sin apenas darnos cuenta estaremos de nuevo sumergidos totalmente.
En la presente ocasión se topan  con unos labradores que portan un retablo; el encuentro sirve para que don Quijote se identifique con santos caballeros al servicio de lo divino y sorprenda a propios y extraños con sus conocimientos quedando Sancho gratificado con explicaciones y evento:

“En verdad, señor nuestramo, que, si esto que nos ha sucedido hoy se puede llamar aventura, ella ha sido de las más suaves y dulces que en todo el discurso de nuestra peregrinación nos ha sucedido; della habemos salido sin palos y sobresalto alguno; ni hemos echado mano a las espadas, ni hemos batido la tierra con los cuerpos, ni quedamos hambrientos”.

Enredados en varias conjeturas sobre el acontecimiento del retablo, de pronto Sancho, rememora el extraño enamoramiento de Altisidora, poniendo un punto de duda, sobre si tamañas manifestaciones amorosas, son ficción o realidad:

“Qué es lo que vio esta doncella en vuesa merced que así la rindiese y avasallase; no sé yo de qué se enamoró la pobre”

Con éstas conversaciones y un canto al sentimiento amoroso al margen de lo meramente físico por parte de don Quijote, nos adentramos ya en la aventura propiamente dicha  a través de una escena bucólica, con hermosísimas doncellas, campamento con mesas bien provistas, gente que le reconoce y agasaja y que es conocedora de su historia a través de los escritos ya publicados.

 Él, como caballero ya instalado en su papel, se propone pregonar la hermosura de cuantas doncellas allí están y combatir a quienes no admitan al paso por el camino real, lo que él con este fin ha publicado.

La ansiada aventura, tras tanto tiempo de inactividad no tarda en presentarse: Una muchedumbre con lanzas, que resultan ser pastores con garrocha se presenta como el enemigo a batir. El resultado es el ya habitual: los toros arrollan, muelen y aporrean a Quijote y Sancho que ratifica así sus temores. Seguramente en su interior, entonó el…
¡ Pobre de Mi !



jueves, 8 de julio de 2010

Sancho y su conciencia. Don Quijote. Cap. 57/2


 Imagen: Daniel Urrabieta


La transición entre la holganza y la vuelta a la acción se presenta en el capítulo, ya desde el encabezado, dando especial relieve a la actuación de Altisidora con su poema-denuncia, por propia iniciativa y por lo que parece, sin conocimiento previo de los duques.

Sin ánimo de quitar protagonismo a la parodia entre la supuesta enamorada y el crédulo caballero, me llama más la atención las meditaciones de Sancho, pesaroso por la situación creada a su esposa Teresa tras la destrucción de la tramoya creada en torno a su gobierno y consciente ya, de la insensatez de la aventura de su amo:

“Quién pensara que esperanzas tan grandes como las que en el pecho de mi mujer Teresa Panza engendraron las nuevas de mi gobierno habían de parar en volverme yo agora a las arrastradas aventuras de mi amo don Quijote de la Mancha”.

La tozuda realidad hace que el sueño de Sancho, ayer gobernador regalado por sus súbditos se convierta al despertar en la satisfacción de compensar los presentes de la duquesa con un puñado de bellotas, y de haber pasado por el gobierno sin provecho por su situación, con segura conciencia:

“Desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano”.

Cabría destacar una situación si no insólita, si pintoresca: ¿Por qué tiene sancho los tres tocadores de Altisidora? Es algo que parece no venir a cuento. Como se muestra más adelante la trama es falsa y no se justifica la posesión de ésta prenda.

La parodia de Altisidora introduciendo a Vireno, Eneas y Barrabás sirve para colocar a don Quijote ante una disyuntiva peligrosa, pero ya no es momento de burlas, y el Autor resuelve el dilema en base a la palabra de caballero de don Quijote:

“Esta doncella habla, como ella dice, como enamorada, de lo que yo no le tengo culpa y así, no tengo de qué pedirle perdón, ni a ella, ni a vuestra excelencia”.

En una intervención también inesperada, Altisidora solicita el perdón del valeroso caballero, reconociendo su error. La duquesa, para no ser menos alaba al caballero conquistador de los corazones de sus doncellas.
La postura de los duques ante la partida se ha suavizado, admiten de buen grado sus razonamientos y por medio del mayordomo-Trifaldi, entregan a Sancho doscientos escudos para los menesteres del camino.

Encuentro como... una precipitación en la construcción  de éste capítulo, como si hubiera urgencia por cambiar el decorado del castillo y poner rumbo a Zaragoza.


viernes, 2 de julio de 2010

La victoria de Cupido. Don Quijote. Cap. 56/2


Podría definirse el presente capítulo como cuenta atrás para una despedida. Un cuento, para el cambio de decoración, entre la estancia en casa de los duques, el reencuentro de Quijote y Sancho y la despedida de ambos. Una despedida ya anunciada, que no puede saldarse con un simple adiós, es una forma más sutil de terminar el artificio urdido. Se prepara una lucha desigual: un joven bien pertrechado con caballo fuerte y relucientes armas, contra un loco soñador sobre flaco rocín. La batalla presenta dos claros objetivos: Liberar de compromiso al don Juan huido y humillar a don Quijote en aquello que más aprecia, su orgullo de caballero.
“Habiendo el duque una y muy muchas veces advertido a su lacayo Tosilos cómo se había de avenir con don Quijote para vencerle sin matarle ni herirle”.
La impresión inicial de que nos encontramos frente a una sonada derrota aireada con fanfarrias y tambores no es cierta, Cervantes en los prolegómenos posiciona al lector contra los duques, para dar inmediatamente un giro inesperado a la narración. En principio mantiene el suspense sobre si será descubierta la identidad del contrincante de don Quijotemás terde introduce un elemento fantástico –Cupido- con lo que la novela se convierte en cuento:
“Porque el amor es invisible y entra y sale por do quiere, sin que nadie le pida cuenta de sus hechos. Digo.
Tosilos, está tan absorto con su descubrimiento amoroso que ni trompetas y tambores le sacan de su ensimismamiento, dándose por vencido para casarse con la dama. Hemos de apreciar en este hecho el interés del Autor por dejar en evidencia a los duques, mostrando que por encima de castigos, órdenes o burlas está el sentimiento, el amor. El pensamiento afortunadamente es libre.
El descubrimiento de la verdadera personalidad del presunto marido de la niña Rodríguez, da pié para que don Quijote vuelva por sus fueros con los encantamientos de sus contrincantes y quede al descubierto el juego del duque:
“¡Este es engaño, engaño es este! ¡A Tosilos, el lacayo del duque mi señor, nos han puesto en lugar de mi verdadero esposo! ¡Justicia de Dios y del rey de tanta malicia, por no decir bellaquería!”.
De nuevo interviene el Maestro Sancho (creo que a estas alturas de la obra se ha ganado el título) con otra de sus apreciaciones sobre los encantamientos:
“Así, imagino que este lacayo ha de morir y vivir lacayo todos los días de su vida”.
En todo cuento que se precie:
  • Los enamorados se casan -Tosilo y niña Rodríguez.
  • La batalla la gana el protagonista –don Quijote.
  • Los malos pierden –los duques.

El público ansioso de sangre y espectáculo gratuito se vuelve a casa con dos palmos de narices.
Una vez más Don Miguel nos sorprende.

Con permiso de Pancho, yo diría que: ÉSTE CUENTO SI ES CUENTO.