Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

domingo, 22 de mayo de 2011

En vías de multitud.



19:30 Horas.
  - No puede tardar mucho, pensó Luis, las tiendas cierran a las ocho.

La plaza presentaba un cierto aspecto festivo que no correspondía al habitual en un jueves de  Mayo. Los edificios, en su mayoría de tres pisos, proporcionan sombra  fuera de la arcada,  a la mitad de la plaza; las palomas, mueven descaradas el cuello al ritmo de su contoneo, persiguiendo a los niños para hurtarles los granos de arroz inflado que sin destino fijo salen de la bolsa. Las terrazas, casi al completo conforman el ambiente festivo con el colorido de las sombrillas; los bancos públicos, apenas son visibles bajo traseros de todo tipo y condición y la escolta móvil de las sillas infantiles.

 - ¡Ya estoy aquí! He encontrado camisa y pantalón a juego para Juan ¡Monísimo! y  muy bien de precio.

 - ¡Mayte! Quedamos que sólo una prenda, no son buenos tiempos.

 - El niño no tiene casi ropa, además, lleva muy bien el curso. Sale mucho con esa chica tan simpática. Laura. ¿No?

 - No sé. Juan no es un niño, cuando lo era no le faltó de nada. Han crecido con la certeza de que la vida, por si, les proporcionaría por estudiar, primero moto, luego coche y  en verano vacaciones en un campus de idiomas fuera de España, pero ahora han de mentalizarse que mamá y papá no pueden dárselo todo; las cosas han cambiado, los trabajos no son para siempre.

 - De ti no pueden prescindir, y yo con mis trabajos extra, voy sacando algo.

 - Puedo ser necesario, pero no imprescindible, nada es seguro, la prosperidad pasada, era ficticia, artificial, el dinero fácil, se acabó.

 - ¿Quieres que devuelva la compra?

 - No es eso, estamos pasando de “la civilización del ocio” a la del “esfuerzo” y nuestros hijos no tienen antecedentes en ese sentido.

En las calles de entrada a la plaza, sendos coches de patrulla arribaron de pronto sin destellos ni sirena. Dos motoristas uniformados, estos sí con  antorcha visible, se situaron al abrigo de los soportales. En la zona de sombra, un grupo de personas, en su mayoría jóvenes aumenta por momentos.

 - ¡Mira. ¿No es aquel Juan?

Luis le había visto en la plaza hace un tiempo, pero calló, el intento fue inútil. Comprendía lo que estaba sucediendo, él también soñó con mundos ideales.

 - ¡Es él. Es él! Hay Dios que no se meta en líos.

 - Espera aquí, por favor, ya voy donde está.

Del grupo en vías de multitud, iban brotando pancartas con una fecha: 15 de Mayo. Luis permaneció un tiempo entre ellos, recordando y volviendo a soñar, pero había que volver, era necesario.

 - No te preocupes, es una reunión pacífica, ya ves que la policía no interviene.

 - Pacífica y con tu hijo dentro.

 - Vamos mujer, no te preocupes.

 - Si me preocupo, pero no me voy. Si está Juan, también nosotros.

Cogidos de la mano se dirigieron al grupo en vías de multitud.

Imagen: El Correo de Burgos

sábado, 14 de mayo de 2011

Apagón en Blogger


En tanto que la caida de Blogger era (esperemos que no se repita) una realidad he intentado, como todos, contestar a vuestras entradas. Es posible que en algun caso lo haya hecho dos veces y otros ninguna. Mi presencia en vuestra casa no ha faltado.
Disculpas a todos, y que no se repita -esperemos.
Un abrazo

domingo, 8 de mayo de 2011

No es lo mismo



Si el campo sonríe
y crece la hierba
y cantan los pájaros
y liban las abejas,
y cruzan los aires
grandes cigüeñas
y las margaritas
alfombran praderas,
no te quepa duda
que es primavera.

                                Carlos Reviejo

El grupo de niños controlados discretamente por las profesoras se despedían así del colegio, ante las vacaciones de Semana Santa. Tras la verja, abuelos y padres a parte iguales, contemplan entusiasmados la representación en el improvisado escenario diseñado en forma de sombra por el sol con la colaboración de una acacia.

   -Menos pamplinas, ¡que los suelten!, algunos trabajamos -resopló una voz discordante fulminada con la mirada por el grupo.

   -¿Ves a nuestros niños?
   -¡Que sí, mujer!
   -¿A los tres?
   -Primero, tercero y cuarto por la izquierda.

Asustada ante la avalancha infantil, la puerta, con la ayuda del conserje, se abrió.
Lara Rodrigo y Lucía, se disputaban la mano de su abuela, saltando en cada baldosa y tapa de registro para "no pisar raya” aportando, atropelladamente, al mismo tiempo, la mayor información posible sobre lo sucedido en la mañana.
La voz resoplaba ahora desde el umbral del bar de la esquina:

   -Creíais que no llegaba ¿eh? La culpa ha sido de la maestra que es una pesada.

El niño que acompañaba a la voz preocupada por acudir al trabajo, gritó encaramado en una banqueta del bar:

   -¡Quiero un mosto!

El abuelo contemplaba la evolución de los niños alrededor de su esposa. La verdad es que no está nada mal -pensó- la edad le sientan bien. Por un momento pasaron ante él los primeros años. Las risas, las concesiones, las deferencias, los mil y un detalles; luego los hijos, el trabajo de ambos.
El sacrificio y esfuerzo por situarse, actuaron en cierto modo de amortiguador tras la pérdida de esa primera y jubilosa etapa de vida en común.

   -¡Yayo! (alguien cambió yayo por abuelo, -será más moderno-) ¿vienes con nosotros?
   -Claro cariño -dijo acelerando el paso.
   -¡”Porfa”! ¿Podemos ir a la tienda de “chuches”?
   -Sí pero sólo dos bolsitas cada uno, luego papá me riñe, -afirmó la abuela aguantando la sonrisa.

Comida, siesta paseo y parque. Todos los pormenores del colegio; seis canciones tres cuentos y… a la cama.

   -Cuando volvíamos de recoger a los niños, he vuelto a revivir nuestros primeros años.
   -Aquellos, trajeron estos. ¿Verdad que son bonitos?

Sus preguntas indefectiblemente llevan consigo la deseada e irrenunciable respuesta afirmativa.

   -No es lo mismo.


Estableciendo un símil con la naturaleza, cuando la pareja vuelve a ser pareja (no multitud), puede ocurrir como en el mar: las olas buscan la playa una y otra vez, incluso con más fuerza, y la relación vuelve al origen. O como la nieve en la montaña: cae, permanece un tiempo y con el cambio de estación se funde repartiéndose en nuevas corrientes. Solamente las cumbres de cierta altura, conservan nieves perpetuas.

   -Ya te has puesto mohíno. Sabes que te quiero.
   -Yo también

Le abrazó cariñosa, y un beso selló el pacto.

   -No es lo mismo -pensó él.