…. Todos víctimas.
Víctimas del miedo.
En circunstancias normales,
dar cobijo a un amigo, conseguir comida a un hijo o coger moras en la trasera
del huerto del alcalde, son hechos normales -obligado en los dos primeros casos, diría yo.
Pero… en tiempos de guerra, peor aún, de posguerra, cuando se han perfilado ya dos bandos, el miedo todo
lo cambia. Lo normal, ya no es normal.
Por miedo, a pesar del hambre,
las moras siguen en la zarza, hasta que el
alcalde escoja las más granadas.
Por miedo a sus mandos,
dispara el subordinado a sabiendas de que la víctima es inocente. Por miedo a
su mirada, lo hace por la espalda.
El odio se auto alimenta del miedo, se convierte en un remolino que, inexorablemente engulle cuanto
tiene a su alcance.
Un conflicto sólo es interminable si “vencedores” -se gana
la batalla, no la guerra- y vencidos, quieren que así sea.
La valentía consiste en
superar el miedo como tantas veces recordó Doña Concha en Romance de valentía.