Es
una novela deliberadamente social, ya que en ella planteé el problema de la
pobreza, el caciquismo, el desarrollo, pero como resulta que no era de obreros
marxistas pues algunos ya no la consideraban novela social. (José Luis
Sampedro).
Haciendo
gala de algunas dosis de osadía, bien podría afirmarse que El rio que nos lleva
tiene algo de tratado etnográfico de los
gancheros como grupo social por cuanto estudia y profundiza sus prácticas
sociales, culturales y laborales. Quisiéramos recoger en este primer apunte
sobre la obra de José Luis Sampedro, esta última faceta: la laboral.
Los
gancheros
La
madera fue un recurso fundamental hasta la consolidación del hierro y el acero.
De ella surgieron oficios que ocuparon por muchos años no solo a los habitantes
de pueblos madereros, sino a muchos que a su reclamo llegaran de otras comarcas
en oficios como el resineo, el carboneo
y la maderada, al margen de otros muchos más populares como carpinteros,
carreteros etc. La lectura que nos ocupa
durante el mes de junio invita a centrarnos en la maderada (curiosamente una
gran parte de los gancheros procedían de Chelva y otros pueblos de la provincia
de Valencia).
Los
gancheros transportaban los árboles, principalmente pinos, talados en los
bosques del Alto Tajo a través de los ríos Tajo y Guadiela hasta Aranjuez, Toledo, e incluso Talavera de la
Reina para su posterior mecanizado y transformación. El oficio de la ganchería
perduró hasta mediados los años 40 del pasado siglo, cuando las presas de Entrepeñas
y Buendía, dificultaron la bajada de la madera, derivando el transporte al camión,
más rentable que por el río.
Antes
de que el árbol llegara al agua eran necesarias varias labores realizadas en el
monte:
- El
apeo (cortar el árbol
por el pie y derribarlo) se efectúa en los menguantes de luna de diciembre,
enero y febrero, cuando la savia se concentra en las raíces a causa del frío.
El corte se efectuaba con hacha, en el arranque de árbol.
- El
descortezado se hacía en la primavera, para no perjudicar la albura o madera
exterior. Los troncos descortezados y desramados se apilaban en bloques
llamados tinglados, establecidos cerca de los puntos de la saca.
- La
saca se efectuaba en función de las condiciones del monte cuando el deshielo hacia crecer el
cauce de los ríos. La primera saca se
hacía por medio de arrastre animal e incluso a hombro. Una vez apilada la
madera a la salida del monte, el transporte a los embarcaderos se efectuaba en
carros y tiros de bueyes o mulas.
El
Maestre (Maestro de río) se presentaba con su tropa de gancheros, que ascendía
algunas veces a trescientos hombres, al propietario de la madera, y ponía en marcha el equipo
de gancheros que le prestaban obediencia
y subordinación, como si de un pequeño ejército se tratara.
Los
vecinos de Chelva dedicados a la ganchería, acudían a ella con sus formas de
vestir: amplias camisas o blusas, zaragüelles y espardeñas, faja y pañuelo a la
cabeza, y no usaban más herramienta que
una vara larga con un gancho a la punta, más temible en caso de acometida que
la mejor de las lanzas. Dormían en el
suelo al calor de las hogueras, para secar sus ropas, o en covachas; comían en sartenes comunes, judías, patatas o
arroz y en algunas ocasiones, las típicas gachas.Como única fiesta disfrutaban del Viernes Santo y el Corpus
Christi. Su jornal diario solía ser de de dos a dos cincuenta pesetas para una
durísima jornada laboral de sol a sol.
La
patrulla de gancheros se dividía en vanguardia, centro y retaguardia, formadas
por cuadrillas de ocho hombres, un ranchero y una acémila al mando de un
cuadrillero. A la cabeza de cada uno de los tres equipos iba un mayoral, bajo
el mando directo del gran ganchero, el Maestre.
Las cuadrillas más significadas eran la cuadrilla “lantera” (la primera, la de delante)
y la "zaguera" (la última, la de la zaga).
El
entarimado de troncos de hasta diez mil palos, algunos de más de diez metros de
marchaba por el río conducido por los
pastores del bosque flotante según lo permitía la corriente y los escollos del
camino.
El ganchero no
llevaba más equipaje que la ropa puesta, y cada quince días llegaba el ropero
con un talego con la señal o nombre de cada uno en el que se recogía la muda
(ropa de recambio) y algún recuerdo de la madre, la esposa, una hermana, o la
novia consistente en nueces, castañas o manzanas, alguna prenda con
el olor de la persona amada o una carta cariñosa si el/la remitente sabía
escribir. La llegada del ropero era
comunicada por el Maestre y recibida a
lo largo del río con gritos de alegría y frecuentes bromas. Tenían establecido su propio código de comunicación:
cuando un ganchero resultaba accidentado subían los ganchos en alto, en formas
acordadas y acudían todos en su socorro.
Desde
los pinares de Cuenca y de Guadalajara la maderada tardaba de cuatro a cinco meses en
llegar a Aranjuez. La entrada constituía una ceremonia en la que los primeros palos conducidos por el Maestre eran recibidos
como una fiesta por los vecinos de la localidad.
José
Luis Sampedro ha contribuido de manera decisiva a mantener viva la memoria de los gancheros.En parte debido a su novela, la Asociación de
Municipios Gancheros del Alto Tajo (Poveda, Peñalén, Peralejos, Taravilla y
Zaorejas) organiza un encuentro, a finales del verano, sobre las aguas del
Tajo, en homenaje a los hombres que antaño se dedicaban a llevar sobre el río
las maderadas hasta los llanos de Aranjuez, donde se comercializaban.
El
presente apunte ha sido posible gracias a la documentación recogida de:
- Asociación
de Municipios Gancheros del Alto Tajo.
- Asociación
de turismo de Castilla – La Mancha.
- Maderadas y gancheros de José
Luís Lindo Martínez. Cronista oficial de Aranjuez