Christine de Pizan escribiendo.British Library, Harley MS 4431. vol. 1, fol. 4r
Desde la Baja Edad Media y hasta el siglo XVIII
Europa mantuvo un debate conocido como La querella de las mujeres (querelle
des femmes), en torno a cuestiones como la dignidad, capacidad intelectual,
raciocinio y/o posicionamiento político de las mujeres –dirigido por hombres–
hasta que Christine de Pizan, filósofa,
poetisa humanista y escritora (Venecia 1363 – Francia 1431), con su obra La Ciudad
de las Damas, vindica la causa femenina exponiendo bases filosóficas en las
que muestra que la marginación de la mujer, no es una cuestión de naturaleza,
sino social. Recordemos: en los siglos XIV al XVIII “la naturaleza hacía
inferior a la mujer”.
En este nuestro país, políticos, tertulianos y no pocos agregados (servidor sigue utilizando el “neutro”) pretenden abanderar como propia la lucha por la igualdad y equidad de mujeres y hombres olvidando (o tal vez ignorando) que tiempo ha, no pocas mujeres (también hombres) dieron ejemplo de lucha por el MOVIMIENTO FEMINISTA (así, con mayúsculas). Quiero decir con ello, sin remontarnos a Christine de Pizan que, si acaso, se ha retomado el tema.
Concepción Arenal (1820 –
1893), experta en derecho (tuvo que disfrazarse de hombre para acudir como
oyente a la Universidad de Madrid), periodista, poeta y autora dramática luchó
por la equidad social, derecho de voto y opción a cargos públicos de la
mujer. Su obra La Mujer del Porvenir, combatió la entonces imperante
inferioridad de la mujer, basada en razones biológicas. «Es un error grave
[dijo] inculcar en la mujer que su misión única es, la de esposa y madre».
Emilia Pardo Bazán (1851 –
1921), novelista, periodista, crítica literaria, poetisa, traductora,
catedrática, conferenciante; dedicó buena parte de su capacidad a defender los
derechos de la mujer. En toda su obra se aprecia una constante: las mujeres
deben tener las mismas oportunidades que los hombres. Propuso a Concepción
Arenal y a Gertrudis Gómez de Avellaneda para la Real Academia Española. Ambas
candidaturas, también la suya, fueron rechazadas alegando defectos de forma. Un
tema recurrente en sus cuentos y novelas es el de la violencia machista. Para
doña Emilia, «la igualdad entre hombres y mujeres, es una meta posible».
Carmen de Burgos (1867 –
1932), conocida como “Colombine”, escritora de ensayos y novelas, periodista,
traductora, activista de los derechos de la mujer. Presidenta de la Liga
Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas y afiliada al Partido
Republicano Radical Socialista, y considerada como la primera corresponsal
de guerra, fue también profesora de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.
«No es la lucha de sexos ni la enemistad con el hombre, sino que la mujer,
desea colaborar con él y trabajar a su lado», afirma en La mujer moderna y
sus derechos, ensayo importante para conocer la situación y evolución de la
mujer en su época. Otra de sus obras El divorcio en España –publicado en
1904– se convirtió en escándalo para una sociedad en retrocesión.
Clara Campoamor (1888 –
1972), abogada, escritora y diputada en Cortes se manifestó públicamente como
defensora de los derechos de la mujer. En 1931, las mujeres podían ser elegidas,
pero no podían votar porque se les suponía influenciadas por la Iglesia con la
que su voto favorecería a la derecha. Clara Campoamor, creadora de la Unión
Republicana Femenina, trabajó por eliminar la discriminación por razón de sexo,
el reconocimiento de los hijos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y
tiempo después, el sufragio universal. Hay que destacar que consiguió el
derecho al voto para la mujer pese a la oposición de su propio partido y buena
parte de la izquierda.
Cinco mujeres “desfacedoras de entuertos” abrieron
camino antes de ahora.