Sancho
II El Fuerte, primogénito de los reyes de León Fernando I y doña Sancha, y hermano
de Alfonso, García, Urraca y Elvira, cuando
las tropas castellanas se reagrupaban fatigadas en el vado, tras quitarse el
guante manchado de sangre agarena y extenderle para que la estrechara, su mano
desnuda, dijo [a Ruy Díaz]: serás mi
alférez. A Rodrigo Díaz de Vivar, llamado Campi-doctor o Campeador (vencedor en el campo, o en la batalla) y al
que más tarde, los musulmanes llamarán Cid (Sidi, Señor), estas tres palabras le auguraron gloria. Desde entonces, el infanzón de Vivar luchó en duelos
singulares por Castilla y por su rey y, llevó la bandera de su señor.
Fernando
I, padre de Sancho, conde de Castilla desde 1029 y rey consorte de León desde el año 1037, tradicionalmente
considerado primer rey de Castilla, incurrió en el mismo error que su padre:
dividir sus reinos. Legó a su primogénito, Sancho, el Reino de Castilla, a
Alfonso, su preferido, el de León y a García, el menor, el de Galicia. Las dos
hijas recibieron además de los territorios de Zamora para Urraca y Toro para
Elvira, sendos infantazgos. Ni Sancho ni Alfonso quedaron conformes con el
reparto, por lo que los enfrentamientos –incluso armados– fueron frecuentes
entre ellos. Pese a la rivalidad, los dos hermanos, posiblemente con la
aquiescencia de Urraca y Elvira, llegaron a un acuerdo: había que quitar a García
su hermano menor el Reino de Galicia.
Como
era previsible ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder derechos al otro
sobre los territorios despojados: Sancho se proclamó soberano de Castilla y
Galicia, Alfonso se intituló rey de León y Galicia. La situación terminó en
batalla, los ejércitos castellanos y leoneses se enfrentaron a pocos kilómetros
de Carrión de los Condes (en Golpejera).
Alfonso resultó en principio victorioso, pero Sancho reorganizó sus tropas y
aprovechando el factor sorpresa venció y capturó a su hermano, coronándose a sí
mismo rey de León en enero de 1072. En Zamora, feudo de Urraca y refugio de no
pocos nobles leoneses fieles a Fernando VI, tenía aposento la hostilidad de su
hermana, el clero y la nobleza refugiada.
Las
crónicas[1]
caracterizan a Sancho II como «ambicioso», «iracundo» o «belicoso», que bien
podrían ser aportaciones de la épica para hacer más atractivo el relato, pero
cabe considerar que, de no tener un tanto de fundamento el juglar no lo hubiera
considerado. En cualquier caso, Sancho puso cerco a Zamora. Durante este, un
caballero llamado «Vellido Adaúlfiz», «Vellitus Arnulfi», «Belid Alfonso» (nosotros lo conocemos como «Bellido Dolfos») fingió la
deserción de las filas zamoranas, ganó la confianza del rey y durante una labor de reconocimiento a las defensas de la ciudad lo alancea a traición huyendo a Zamora donde se
documenta su existencia años después del magnicidio.
Tras
la muerte de Sancho (también llamado «El Fuerte») el protagonismo alcanza a dos
personajes: Fernando VI, conocedor o no de la trama y beneficiado del suceso, y
Rodrigo Díaz de Vivar que sospechando de Bellido trató sin éxito de dar caza al
asesino salvado por las puertas de Zamora. Su fama épica, comienza aquí por su
fidelidad al rey muerto (Sancho) y a su rey natural (Alfonso).
Será difícil
saber si Bellido Dolfos cumplía órdenes y de quien; también, y en consecuencia
si el Cid Histórico persiguió o no al asesino. Lo que sí sabemos tras los
avances de la Historia es que, la Jura de Santa Gadea y el engaño a los
prestamistas con un cofre lleno de arena y piedras, forma parte de la épica
juglaresca, no de la realidad. El profesor de la UBU Francisco Javier Peña confirma esto en su espléndido trabajo[2]:
Ningún
documento de la época deja constancia del supuesto gesto arrogante de Rodrigo
ante su rey Alfonso, y tampoco las crónicas coetáneas o más próximas a las
fechas de referencia se hacen eco de lo que, de haberse dado, habría
constituido un acontecimiento de gran resonancia social y política, muy difícil
de relegar al olvido o al silencio.
La
leyenda, los cantares de gesta y los romances han contribuido con frecuencia a modificar
el curso de los acontecimientos. Pero no profundicemos más, SIDI es una novela y como tal hay que
leerla.
Imagen: Wikipedia.
[1] De rebus Hispanie; Chronica Naierensi;
Chronica latina regum Castellae.
[2] Mio Cid el del Cantar. Un héroe medieval a
escala humana, Madrid, Silex Ediciones, 2009, p. 57.
1 comentario:
En efecto, la novela es novela y juega con la historia para ser novela histórica. Por eso, tantas lecturas del mismo personaje.
Buen arranque, Paco. Así contextualizamos el inicio.
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