Pintura de José Garnelo Alda (Museo Naval de Madrid)
Nada más arriesgado que el intento de «poner música» a la letra con la que en 1921 don José Ortega y Gasset bajo el certero título de España invertebrada ponía de manifiesto la «grave enfermedad que [ya de antiguo] España sufre». Por tanto nos limitaremos a –entresacados del ensayo– apuntar algunos párrafos por lo que tienen de actuales e ilustrativos.
En
referencia a catalanismo y el bizcaitarrismo[1]
como movimientos, dice:
Ambos
no otra cosa que la manifestación más acusada del estado de descomposición en
que ha caído nuestro pueblo (pág. 65).
Catalanismo
y bizcaitarrismo no son síntomas alarmantes por lo que en ellos hay de positivo
y peculiar –la afirmación «nacionalista»– sino por lo que en ellos hay de
negativo y común al gran movimiento de desintegración que empuja la vida toda
de España (pág. 91).
Hablando
de los Poderes Públicos:
¿Qué
nos invita el Poder público a hacer mañana en entusiasta colaboración? Desde
hace mucho tiempo, mucho, siglos, pretende el Poder Público que los españoles
existamos no más que para que él se dé el gusto de existir (pág. 69).
Qué
decir de la convivencia..., a nivel de país o estado:
La
convivencia nacional es una realidad activa y dinámica, no una coexistencia
pasiva y estática como el montón de piedras al borde de un camino (pág. 72).
O
de gremios profesionales:
¿Es
que el militar se preocupa del industrial, del intelectual, del agricultor, del
obrero? Y lo mismo debe decirse del aristócrata, del industrial o del obrero
respecto a las demás clases sociales. Vive cada gremio herméticamente cerrado
dentro de sí mismo (pág. 74).
En
estos o cualquier caso –propone– debiera de primar la tolerancia y el
entendimiento:
Una
nación es, a la postre, una ingente comunidad de individuos y grupos que
cuentan los unos con los otros. Este contar con el prójimo no implica necesariamente
simpatía hacia él (pág. 79).
Una
sociedad atacada de particularismo (cito a don José pág. 80) prescinde de los
demás contemplando al Poder Público como mal necesario de menguada capacidad. La consecuencia es que las instituciones que debieran unir, separan. Ello lleva al autor
a preguntarse porqué «España pueblo de tan perfectos electores se obstina en
no sustituir a esos perversos elegidos».
Joseph
de Maistre (1753-1821), teórico, político, filósofo saboyano sostuvo que: Cada país, pueblo o nación, tiene el
gobierno que se merece.
Bernard
Shaw (1856-1950), dramaturgo, crítico y polemista irlandés puntualizó: La democracia es la forma de gobierno en la
cual los gobernantes no pueden ser mejor que los gobernados.
André
Malraux (1901-1976), novelista, aventurero y político francés modificó la frase:
No es que los pueblos tengan los gobiernos
que se merecen, sino que la gente tiene los gobernantes que se le parecen.
La
asamblea de representación popular a la que llamamos Parlamento debiera ser,
atendiendo a don José, un organismo de convivencia, entendimiento, consenso y
pacto; en lugar de esto, el espectáculo que día sí día también se nos ofrece a
través de los medios de comunicación viene a ser una suerte de «cancha» de
enfrentamiento personal y agresivo.
A la espera de que razón y vertebración se
produzcan en esta nuestra España de hoy, no tan diferente de aquella de 1921, seguimos
leyendo a don José Ortega y Gasset.
Peor
que tener una enfermedad es ser una enfermedad. Que una sociedad sea inmoral,
tenga o contenga inmoralidad, es grave; pero que una sociedad no sea una
sociedad, es mucho más grave. Pues bien: éste es nuestro caso. La sociedad
española se está disociando desde hace largo tiempo porque tiene infeccionada
la raíz misma de la actividad socializadora. (España invertebrada, pág. 98).
3 comentarios:
En su análisis de la situación fue muy lúcido Ortega y supo describir el problema como pocos, en efecto.
Esperemos que vayamos sanando de esas enfermedades. Una construcción teórica que nos hace pensar en situaciones reales y concretas, algunas muy recientes. 😘
No deja de ser curioso que el nacionalismo vasco se vincule directamente con un periódico, del que por cierto sabemos bastante poco, dirigido por el que se considera el padre del nacionalismo vasco.
Parece decirnos Ortega que el nacionalismo vasco no dejaba de ser un movimiento de arriba abajo.
Publicar un comentario