Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

lunes, 4 de enero de 2021

Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor, de José Ignacio García.

 




Creo que fue Andrés Aberasturi quien afirmó sin rubor: “Hay títulos tan hermosos que no merece la pena pasar al contenido”. Con la venia del periodista, este desocupado lector traspasados agradecimientos y prólogo de Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor, puede afirmar y afirma que los 19 relatos (“Galanes”, el primero, comienza en la página 19) de José Ignacio García justifican lo pertinente del título y defienden la satisfactoria necesidad alcanzar mejor antes que después la página 318.

Desde la realidad de la condición humana con plasticidad cinematográfica, historias de soledad, muerte, fidelidad-infidelidad, amor-desamor…, pasan ante el lector representadas por: timoratos amantes indecisos en “Galanes”; triunfadores venidos a menos en “Héroes de hojalata”; sádicos asesinos en “Solitario”; imágenes del tantas veces trágico caciquismo provinciano en “Las visiones de Toña”; vidas rotas sazonadas con tintes xenófobos en “El príncipe etíope”. A tono con el título y con trasfondo musical: la deliciosa historia de un encuentro de amor a ritmo de jazz en “Ella y él”; la balada de una ambición en “Wine room”; o (perdóneme el autor) un recuerdo a los “finde” de 1988 (Que difícil es hacer el amor en un Simca mil) en este caso en un R-6 en “Champán para todos”.

Al final de cada relato, al modo de Alfred Hichcok, y con finales inesperados José Ignacio García supera la capacidad de sorpresa del desocupado lector. Los “buenos” de un relato convencional consiguen su objetivo, ganan. Los de José Ignacio García se realizan poco o nunca.

Prologado por una canción (otra vez la música) de Joaquín Sabina el relato 19 que intitula al libro y cierra la obra, hace partícipe al lector de un aniversario matrimonial; con él, se abre la reflexión sobre el mundo de la pareja, sus luces, sus sombras sus grandezas y la tantas veces inevitable decepción.

 

No es que ya no me intereses,

pero el tiempo de los besos y el sudor,

es la hora de dormir.

[…]

Y cada vez peor

y cada vez más rotos

y cada vez más tú

y cada vez más yo

sin rastro de nosotros.

 

Amor se llama el juego

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¡Gracias por dar el pistoletazo de salida al Club!

La seña Carmen dijo...

Será, sin duda, un aliciente leer los comentarios de los compañeros. A estas historias no he llegado, pero falta curso todavía.

Salud, Paco.

Ele Bergón dijo...

No tengo el libro y me es difícil conseguirlo. Los famosos confinamientos tienen la culpa. Pero vuestros comentarios, me animan en el deseo.

Besos