Matrona o prostituta, sacerdotisa o
emperatriz, la mujer en la Antigua Roma era considerada inferior según las
leyes y permanecía siempre como una menor, es decir, jurídicamente igual que un
niño. Dependía de la autoridad de su padre y si contraía matrimonio, de la de
su esposo. De aquellos polvos, estos lodos.
El cuerpo sin vida de una
mujer con señales de violencia ha sido hallado esta mañana en una vivienda de
la urbanización de El Pocero en Seseña (Toledo). Horas después, la Guardia
Civil ha detenido a su pareja, […] la Policía Judicial de la Guardia Civil está
investigando la autoría del suceso, así como el grado de implicación del
detenido en los hechos.
El País 28
ENE 2017
Casi a diario desayunamos con una
noticia como la que precede a estas líneas y la pregunta se impone: ¿qué hacer
para detener la violencia contra la mujer? De la duda surgen –políticamente
justificadoras las más de las veces– soluciones como el teléfono 016, el
alejamiento, la pulsera telemática, etc.; bienvenidas sean estas o cualquiera
otra actuación en este sentido pero, quizá debiéramos plantearnos si el problema
no hunde sus raíces en una forma de educación, en la relación de poder que la
sociedad patriarcal estableció entre hombre y mujer. En el primer párrafo
aludíamos a la Antigua Roma pero no es necesario retroceder tanto para
encontrar situaciones de dominio de aquel sobre esta. Roberto Cantoral[1]
popularizó la canción El preso número nueve en cuyo contenido
hay un mensaje inequívoco:
Al
preso número nueve ya lo van a confesar.
Está
rezando en la celda con el cura del penal.
Porque
antes de amanecer la vida le han de quitar.
Porque mató a su mujer y a un amigo desleal
En 1993 Patrice Leconte[2]
estrenó una película con el título La
maté porque era mía (Tango). Recientemente el articulista José Confuso se
preguntaba: « ¿Hay que acabar de una vez por todas con Mujeres Hombres y
viceversa? Se les tacha de machistas […] y con todo llevan ocho años en antena».[3]
Sin motivo aparente el cancionero, el cine, la prensa, han hecho mención a la
mujer como propiedad del hombre y el teatro ha recogido el aplauso al don Juan
burlador desde, El infamador (1581) de Juan de la Cueva,[4]
hasta, por ejemplo, La sombra del Tenorio (1944) de Alonso Santos.[5]
El tema (más bien sinrazón) que, sin
duda existió en el imaginario popular mucho antes de tomar cuerpo literario ha
maridado con la noticia al releer El
burlador de Sevilla. En la obra –dejando para mejor ocasión el comentario sobre varias
prostitutas y el intento de engaño a otra dama llamada Beatriz– cuatro mujeres resultan burladas por «el campeón»: Isabela,
Tisbea, Ana de Ulloa y Arminta, dos nobles y dos plebeyas «no importa la
condición».
Pero… se impone la reflexión.
Los escritores del XVII obligados por espectadores,
autores de comedia, actores y su propia subsistencia, reflejaron en Don Juan el deseo de divertimento de la
sociedad, decantándose por la «reconocida» superioridad del hombre frente a la
mujer como tema teatral. Lo verdaderamente dramático en este nuestro siglo XXI
se evidencia a poco que indaguemos: «Desde los 18 hasta los 29 años, la cantidad
de víctimas de violencia doméstica crece en España de forma progresiva. Muy
especialmente desde los 19 años…»[6].
Al margen de la absurda «igualdad», la
sociedad va allanando la senda de las desigualdades. Demos al teatro lo que es
del teatro y a nosotros como sociedad, la capacidad de convencer razonando, de
poco sirven las órdenes ni los dispositivos electrónicos ante la sinrazón.
[1] Roberto
Cantoral García (1935 – 2010) cantante y compositor mexicano.
[2] Director
de cine, guionista y actor francés.
[3] Periódico
EL PAÍS (2-10-2016).
[4] Poeta y
dramaturgo (1543 - 1612).
[5] Dramaturgo,
director escénico, guionista.
[6] Centro
Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, Jóvenes
y género el estado de la cuestión, CRS – FAD, 2014
3 comentarios:
Excelente perspectiva, Paco. Si aplicamos lo que hoy es correcto nos quedamos sin historia de la literatura. Lo que hay que hacer es educar en la igualdad y en el respeto y legislar. Cambiará la sociedad y, como consecuencia, cambiará nuestro arte presente y futuro.
En el teatro barroco se manifestaban los valores de aquella época y eran los que eran. Hay un trabajo de dramaturgia que se puede hacer al representar hoy El burlador, pero también un trabajo de cada uno de los que acuden a ver esa obra o la leen.
Por otra parte y como nota a pie de página: algunas posiciones de aquellas obras de teatro modificaron para bien la mente de los espectadores. De una forma o de otra, al burlador se le condena a los infiernos hasta que Zorrilla hace que deje de serlo por amor y lo salva.
¿Acaso lo dudabas? Lamentablemente el "la maté porque era mía" viene de lejos, y canciones como la del preso, por mucho que al cantarlas Joan Baez nos emociones, no ayudan.
Gracias por tu apoyo.
Coro
El camino a la igualdad tiene muchas piedras. El teatro es teatro. Besos.
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