El
personaje de Valeria Santaclara me parece una aportación interesante, como
prototipo actualizado de aquellas mujeres a las que se otorgaba por convicción
el tratamiento de « la señora» en un entorno doméstico compuesto por: la
criada, la doncella, la portera…; señoras, ellas, con cinta de raso en el cuello,
vestidas «a la manera» y muy frecuentemente viudas o hermanas de militares de
cierta graduación, médicos, o diputados. Valeria viene a ser, a mi juicio, la
versión actualizada de aquella buena sociedad.
El orden está para algo, unos arriba y
otros abajo, por herencia o por méritos, que yo ahí no me meto, que también los
hijos de un obrero pueden hacer una carrera, pero cada uno en su sitio.
Cada
uno en su sitio, que, imitando a Serrat sería: la zorra pobre al portal la zorra rica al rosal y…
Sorprende
al desocupado lector la evolución de Valeria manifestada particularmente el
¿capítulo? 99 y cabe preguntarse el porqué de esa urgencia con –permítaseme– cierto
tinte folletinesco,
parecía haber una conjura universal,
porque fue empezar a llorar Valeria y oscurecerse el cielo de repente […] Un trueno seguido de una explosión de gruesos
goterones puso la rúbrica.
con
el añadido de violencia.
me agarró por el cuello y me miró […]
acaso me das tú algo, inútil.
Como
en las «pelis» de Alfred Hitchcock, en poco más de cinco páginas Valeria parece
transfigurarse, ya no es la mujer de sesudas meditaciones sobre mil cosas, el
personaje se transforma con una urgencia que el lector no espera, tal vez sea por le plaisir de la découverte.
3 comentarios:
Se humaniza...dentro de un orden. Se conoce por fin.
Besos, Paco.
Es lo que tiene andar rascando en el tonel... que en un momento determinado se llega al fondo...
El gastarse los cuartos en sesiones de a 150 euros de a vellón para algo tenían que servirle a la señora.
En fin, los ricos también lloran, ya lo decían aquellas telenovelas.
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