Todo
es nuevo bajo el sol que resplandece sobre los rascacielos, cuando el Caballero de Manhattan cuenta a su ayuda
de cámara un sueño singular: Entre pasada y pasada de dos aviones que surcaban
los cielos, apareciose una pastora engendradora de torres de nombre Marcela, «que
de tan compasiva, se volvió habitable para acoger a las almas que en el mundo
restaban» tras la destrucción de las dos torres «recias, altísimas, repletas de
gente en sus entrañas», sembradas por Marcela y don Quijote.
De
este sueño en el que como en todos, se mezcla lo real con lo irreal, lo
absurdo con lo sensato, la sensación vivida con el recuerdo brumoso, nacen en
don Quijote de Manhattan aventuras y sucesos en torno a la búsqueda de su nuevo
amor: Marcela.
Por mor de los cinco siglos transcurridos o la necesidad de un
nuevo significado Marina Perezagua cambia a Dulcinea por Marcela. ¿Por qué? ¿Como
metáfora de la libertad? Pudiera ser.
La
bella Marcela, amor imposible de Grisóstomo (Quijote 1,13) viene a ser una
torre de libertad: «yo nací libre y para poder vivir escogí la soledad de los
campos: los árboles de estas montañas son mi compañía; las claras aguas de
estos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis
pensamientos y hermosura […] Yo, como sabéis tengo riquezas propias y no
codicio las ajenas; tengo libre condición y no gusto de sujetarme» (Quijote
1,14). Tras el discurso Marcela marcha sin esperar repuesta, algunos pretenden
seguirla pero don Quijote de la Mancha, lo impide: «ninguna persona, de
cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela»
(1,14).
Las
palabras de la bella pastora encuentran eco siglos más tarde. La grandeza de la
libertad ciega a quienes la niegan en pos de la opresión. Este podría ser uno de los mensajes.
A
diez páginas del final «convencido de que aquel era el momento propicio de
cobijarse en su Marcela, de conquistarla, de penetrarla, de amarla desde dentro»,
vive el de Manhattan el mayor de sus desengaños: «Marcela pasó de ser sólida a
convertirse en una inmensa columna de agua…».
5 comentarios:
Magníficamente visto, Paco. La autora juega con la intertextualidad. Esa Marcela libre como mujer en Cervantes se transforma aquí en alegoría de la libertad del ser humano a pesar de todo el sufrimiento. Excelente.
Suscribo al comentario del profe que me antecede.
He pensado mucho en esto de la Marcela de Marina Perezagua
y las Torres Gemelas, creo que en esa Libertad está
-o debiera estarlo- la tolerancia y el respeto hacia el Otro.
de ahí que se necesite limpiar con un nuevo Diluvio
y regenerar la Humanidad, hacia el final del Libro.
Besos, Paco
Contemplar desde una de las, ahora inexistentes, Torres Gemelas la estatua de La Libertad, es, era, y fue algo sublime para mí. No me extraña que Marina Perezaguas, haya utilizado los últimos capítulos de la novela para contarnos esta gran inundación, donde el agua, como en la vida de ella, es la gran protagonista.
Me gustó el libro, por el tono, por el ritmo y por el contenido.
Besos
¿Fue necesario ese diluvio?
¡Marcela atrae tanto en el siglo XXI!
Todo es agua para Marina Perezagua.
Besos, Paco.
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