Suspicaz
ella, incrédula con los Meteosat, la ciudad se ha visto sorprendida por la
nieve. Los coches, demasiado juntos en las avenidas, fuerzan guiños naranjas y
rojos; por las calles, la urgencia, la compra distendida, el trote incansable
de los niños, el paso indolente del jubilado y la zancada ausente del parado se
ponen a cubierto en portalones y grandes almacenes. Un bolso previsor, da a luz
a un paraguas “low cost” retráctil que –figura de vanguardia– encuentra cobijo
en la papelera cercana.
La
nieve, telón a veces blanco a veces gris difumina todo: el bar del barrio con
olor a fritanga; la esquina donde se cambian billetes por la papelina
salvadora; el pórtico de la iglesia ocupado por beatas de misa y telenovela; el
porche del local en traspaso decorado con cartones y trapos de “Desi”, el
sin techo. En la línea difusa de la calle, destellos verde ámbar y rojo con
vocación de señal se hacen intento bajo el inesperado manto. A penas hay un
respiro, la gente sale con prisa, no se sabe si en vano intento de buscar al
Sol, si huyendo de la ciudad misma, si en busca del tiempo perdido, o de
socorro para su atuendo.
Nieva
en abril y la primavera, sorprendida, busca ponerse a salvo bajo los tejos del
parque entre discretos gorriones y desaseadas palomas. Al desasosiego de
infraestructuras, calles y edificios al que llamamos ciudad: luminoso en la
mañana, ruboroso en la tarde, misterioso en la noche, con las nieves de abril y
el sol de mayo algunas hojas verdes le saldrán.
3 comentarios:
Nieve de copos de papel. Enormes y silenciosos. En Burgos nieve en abril. Besos Paco.
Esta nieve imprevista es doblemente hermosa.
brrrrrrrrr que frio, qué frrrrriiiiio....
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