El desocupado lector, tras las primeras páginas de La
metáfora del mirlo, ha revivido el pasado-próximo. Tanto, que solo la
ausencia del café de las 11 frente al monasterio de Las Huelgas lo sacó de la «antigua
normalidad», del tiempo de biblioteca en busca de información, de la comunión
con el jardín-museo de la Facultad de Humanidades, de su aulario y de la vuelta
a casa por el incomparable paseo de la Isla desde el que –secuelas del
confinamiento– ahora cree vagar por Candelario, la sierra de Béjar y La Casa de la Sal para terminar buscando abrigo en el
contenedor artístico No te Salves en cuyo interior, otro caminante dejó con
júbilo la inmovilidad y la calma:
No te
quedes inmóvil
al borde
del camino
no congeles
el júbilo
no quieras
con desgana
no te
salves ahora
ni nunca
no
te salves
(Mario
Benedetti)
Imposible intentar siquiera un acercamiento al Clavitero o la Peña de la Cruz, estamos confinados, solo cabe la contemplación, por ello, Pedro hace camino al andar –ahora por la senda de las vanguardias– presentando dos singularidades del entorno captadas por Darío Regoyos.
Descriptiva una Huelga en Béjar, con su pelotón de hombres en el centro de la Plaza enmarcado por soportales, edificios y tenderetes del mercado.
Simple y plácida la otra El Pino de Béjar,
protagonista único de la escena, al que hacen guardia una tapia, una formación
de chopos y por fondo el monte.
Mayca,
cercana algunas veces en el café de las 11, desde la distancia, tutela página a
página la lectura. Es bueno caminar en buena compañía.
Dicen los que entienden que los frutos amarillo-verdosos, duros, aromáticos y ácidos, del membrillero japonés que florece en el jardín de la Facultad, son comestibles, la pandemia nos privó de probarlos ¡Otra vez será, Pedro! En tanto seguiremos apadrinando los Tejos, sagrados que protegen el patio de lo que en su día fue Hospital Militar a la espera de que, como en la película[1], uno de ellos nos cuente alguna historia apta para ser narrada.
Sobrepasado
el ecuador de La metáfora –fragmento de vida en letra de imprenta– quiero
ver en el relato una confesión, un desahogo, una liberación: En el centro
del paisaje, Mayca, que me salvó de la tristeza. (Pág.102).
Quedan aun 80 páginas por descubrir. ¡Gracias!
8 comentarios:
Qué emocionante lectura, Paco. Cómo echo de menos nuestro encuentro en el jardín de la Facultad, cuidando de tejos y pinos, descubriendo el paso del tiempo en ese maravilloso espacio. Cómo echo de menos esos minutos de café, confidencias y amistad.
Espero que la segunda mitad del libro no te defraude. Un fuerte abrazo.
Hola me atrevo a invadir tu espacio. Simplemente para escribir:me ha gustado mucho tu post.Un saludo.
Berta: es un placer, estás en tu casa.
Saludos
Muy evocador ese jardín, Paco. Volverán los días de cafés y tilos y todo nos parecerá lejano.
Lo importante es que la universidad de la vida nos haya mostrado el verdadero camino.
Muchas Gracias.😄
Yo tambien echo de menos esos cafés al lado de las Huelgas y esa compañia amable y fructífera que siempre nos das. Hoy hemos vuelto a Burgos y después del tiempo pasado resulta hermoso volver a ver este paisaje de tu tierra pero te hemos echado de menos Pedro y yo... Con el tiempo habrá que ir recuperando este afecto.
Hola Paco, interesante entrada. Me gustaría adentrarme en las páginas de ese libro. Gracias
Me acabo de traer de la librería el libro de Pedro. A mí me faltan 183 páginas por leer. Pronto comenzaré con él.
Besos
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