A
veces, algunas veces, no demasiadas ciertamente, encontramos a alguien que, sin
saber por qué, no tiene carácter de parada y fonda en el camino de la vida –de nuestra vida– entonces y solo entonces, retomamos propósitos y
proyectos de futuro para compartirlos; deshacemos el hatillo de búsquedas y
deseos, dejamos que el sentimiento invada la estancia y nos instalamos en él.
Hemos encontrado nuestra otra mitad.
Aquel
loco de Bénedek explicaba, entre otras cosas, que en un principio no hubo en el
mundo sino el “fango original”. Y en aquel “fango original” vivían unos seres
muy extraños mitad varón y mitad hembra. Entonces apareció de pronto entre
ellos el dios del “fango original”, llamado Taráfaga,
quien dividió en dos con su larga y aguda espada a esos seres de dos sexos y
los obligó a separarse.
Desde
entonces, varón y hembra viven en dos cuerpos distintos. Aquellos seres
partidos en dos se dispersaron y no cesan de buscarse, con aquella terrible
herida que les llega desde la punta de la cabeza hasta el talón, anhelando
reunirse de nuevo, derramando sangre y exhalando terribles quejas. Esa
búsqueda, esa ansia y añoranza de uno y otro es el amor.
Algo
flota sobre el agua Lajos Zhilahy pág. 65-66.
Ocurre
con demasiada frecuencia que arrastrados por el entusiasmo no profundizamos lo
suficiente como para darnos cuenta que la ubicación del otro es provisional, las
puertas del refugio no quedaron cerradas del todo y pasado un tiempo las
pretendidas verdades, la comunión, el entusiasmo salen empujadas por la corriente
de la convivencia; olvidamos el hatillo y salimos de puntillas dejando junto al café sin apurar, los
apuros de una quimera que se vistió de amor; atrapados y ligeros de equipaje huimos de la estancia. Atrás, desparramados, quedan proyectos
compartidos, besos, caricias y promesas que no eran sino palabras. Se impone
marchar, de noche o de madrugada, como furtivos, sin recoger nada. Entonces solo
entonces, volvemos al laberinto de nuestra soledad.
5 comentarios:
Hay que saber irse y quedarse, tanto como que hay que saber dejar irse y quedarse. Se aprende, solo hay que poner un poco de atención.
Estamos hechos de soledad. Besos Paco.
Las relaciones humanas son complicadas, sobre todo cuando
se quiere poseer al otro, entonces se rompen (aunque siguieran bajo el mismo techo) pero este no e sel único motivo, también lo es que cada uno crece de manera distinta y a un distinto paso (si no se pueden compatibilizar, los estadios y tiempos de cada uno, también se rompe la pareja). Dejar ir, implica generosidad; irse, a veces, cobardía.
Besos, Paco
Interesante el argumento de Bénedek
Un abrazo
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