Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

martes, 22 de septiembre de 2020

Entre dos repúblicas. Vicente Blasco Ibáñez – María Blasco del Cacho. (3) EL ESCRITOR, EL HOMBRE.

 


El féretro de Vicente Blasco Ibáñez llega a la Lonja de la Seda

Como señala con precisión Blanco Aguinaga, entre Vicente Blasco Ibáñez, (escritor-empresario-aventurero; fiel al naturalismo en época de las vanguardias que persiguió –o fue perseguido– por riqueza y fortuna) y  los escritores y crítica de su tiempo  hay diferencias dignas de mención:

Frente a la legendaria sobriedad de los ideólogos que reconocemos como del 98, la exuberancia; frente a la áurea medianía económica de un  Unamuno o de un Machado, los dineros de quien durante la saison iba todo los días en “Rolls Royce” desde su villa de Menton al casino de Montecarlo; frente al meditativo y aquietado quietismo –agonías interiores– de los del 98 en su madurez, una vida de arengas, cárceles, duelos, viajes y aventuras (políticas, comerciales o puramente gratuitas) que entre los del 98 apenas alcanzó a soñar Baroja; frente a las tiradas mínimas y casi exclusivamente locales, ediciones de millares en varias lenguas. Contrastando «la tradición española» (¿el fondo?) con la «superficie» moderna podríamos decir que frente a Castilla se levanta Hollywood; contra don Quijote, Rodolfo Valentino [1].

Blasco, buscando elevar el conocimiento del pueblo trató las costumbres desde una perspectiva social e histórica sin perseguir el academicismo; escribía como él mismo dijo, por necesidad y con independencia. En lo particular, entiendo que se puede leer a Blasco con satisfacción y recrearse con Baroja, Unamuno o Machado sin problemas de conciencia literaria.

Con sus publicaciones La Bandera Federal (1889) y El Pueblo, diario republicano de la mañana (1894) llevó la literatura y la política a un sector que, pese a ser mayoritario carecía de representación y protagonismo lo que a mi juicio es, en esencia, la confirmación de que Blasco Ibáñez se movía también por principios docentes.

El 28 de enero de 1928 fallecía en Menton (Francia) sin ver la república con la que había soñado. El 29 de octubre de 1933, dos años después de la proclamación de la II República española, sus restos regresaron a Valencia a bordo del buque insignia de la armada española, siendo recibidos en un acto multitudinario por el presidente del Gobierno, el alcalde de Valencia, personalidades sociales y representantes políticos; grupos de voluntarios trasladaron el féretro a hombros desde el puerto hasta la Lonja de la Seda, donde se instaló la capilla ardiente. Tal vez estos honores provocaron su rechazo final.

Literariamente hablando triunfo e independencia no fueron buenos aliados para Blasco Ibáñez, el costo fue quedar relegado durante años al silencio. Apenas acabada la guerra civil cambiaron de nombre la plaza que en Valencia le estaba dedicada. En Jerez, escenario de La bodega las críticas a la obra de Blasco Ibáñez se sucedieron y la novela nunca llegó a las librerías jerezanas, de forma misteriosa se esfumaron las remesas de ejemplares que iban a ponerse a la venta. En 1967 las autoridades franquistas prohíben –incluso en Valencia– celebrar el centenario de su nacimiento.

Su memoria fue borrada, sus libros prohibidos, su familia perseguida y sus bienes incautados. Las obras realizadas hasta ese momento en el mausoleo fueron destruidas y el solar donde se asentaba, en un lugar privilegiado del Cementerio municipal, fue utilizado años más tarde para construir el crematorio. A pesar de todo ello, sus restos se conservaron, y reposan en la actualidad en un nicho ordinario, casi anónimo, en el cementerio civil de Valencia[2].


Próxima entrada: Doña María Blasco del Cacho.

 



[1] BLANCO AGUINAGA, Carlos, Juventud del 98, Barcelona, Crítica, 1978, p. 177.

[2] Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco Ibáñez, Biografía. Recuperado el 23/05/2018, de https://www.fundacionblascoibanez.com/biografia.

 

 

1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Un hombre esforzado y luchador, no hay duda. Murió antes de ver la república, por la que tanto se afanó en aquella España llena de corrupción y descrédito del sistema parlamentario... Hablo de entonces, claro.