La entrada en el castillo acrecentó la admiración de nuestros protagonistas. A éste lector, apenas entrado en el presente capítulo, le asalta una pregunta sin respuesta: don Quijote y Sancho fueron apresados y conducidos al castillo con un fin concreto, los duques por tanto conocían no sólo su vuelta si no también su proximidad; Cervantes tan minucioso en la narración, no puede dejarnos sin saber cuál es la fuente de información que inspiró a los duques semejante parafernalia.
Traspasado el umbral del castillo nos encontramos una nueva comedia con los elementos necesarios para que la atención del lector no decaiga el guionista describe con profusión el cuadro escénico: luz, música, vestuarios, un túmulo portando –al estilo de las tragedias amorosas- el cuerpo de una doncella con amarilla y vencedora palma símbolo de virginidad. y por añadidura, tablado con dos reyes justicieros junto a los que situaron a don Quijote y Sancho mudos de admiración y temor.
Comienza la representación con la presencia -ahora sí- de los duques, en la que Cervantes hace un recorrido narrativo de matices muy variados:
- La indumentaria con la que “adornan” Sancho viene a señalar la situación de los relajados condenados a muerte por la Inquisición a los que se cubría con ropajes pintados con llamas y diablos, clara alusión a su triste destino.
- Un hermoso mancebo -se prodigan los mancebos hermosos en la obra- aparece de pronto ante al túmulo de Altisidora –que no era otra la doncella supuestamente muerta- cantando dos estrofas, la primera parodiando la crueldad de don Quijote, y la segunda, reproducción exacta de la Égloga III de Garcilaso de la Vega aludiendo al mundo de los vivos y los muertos. (Pedro Salinas acude también a ésta estrofa para dar título –la voz a ti debida- al primer libro de su trilogía amorosa).
- Los dos reyes justicieros sentados en el tablado -la mitología se asoma ahora a la narración- y que resultan ser Minos y Radamanto jueces de los infiernos, sentencian que: Altisidora volverá a la vida tras recibir Sancho de manos de seis dueñas, veinticuatro cachetes, amén de mitad y cuarto de pellizcos y alfilerazos.
Sancho considera indigno ser abofeteado por mujeres y protesta por la utilización que se hace de su persona, pero, el oponente es el diablo, no don Quijote. Éste, con la mente en la recuperación de Dulcinea intenta persuadirle de que es elegido por el cielo para desencantar y resucitar. El miedo a lo sobrenatural más que la interesada opinión de su amo, vence a Sancho dejando un punto de rebelión: soportará todo, menos ser acribillado, arremetiendo para evitarlo contra los justicieros de infierno, poniendo de éste modo fin a la represensentación. La ira de Sancho y la inmovilidad continuada de la doncella producen el milagro de la resurrección de ésta.
Parece oportuno destacar que, si bien Sancho acepta el castigo redentor propuesto por los cavernarios jueces, se niega, pese a la súplica de don Quijote, a colaborar en el desencanto de Dulcinea. La evidencia de Aldonza es más fuerte que la ilusión de Dulcinea.
Al fin del capítulo el desocupado lector acumula nuevas preguntas:
Inquisición.
Garcilaso.
Mitología.
¿Qué persigue el Autor al introducir en la obra tres temas tan poco relacionados?
Garcilaso.
Mitología.
¿Qué persigue el Autor al introducir en la obra tres temas tan poco relacionados?