Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

miércoles, 19 de diciembre de 2018

«UN LIBRO QUE SIRVA A NUESTRA CAUSA». Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Vicente Blasco Ibáñez



Vicente Blasco Ibáñez abandona Argentina y la colonización de Cervantes y Nueva Valencia; tras recalar en España, fija por un tiempo su residencia en París; estamos en marzo de 1914. Desde allí, comienza a publicar artículos sobre la guerra: París canta, París sonríe, Esperando socorro..., buscando poner al servicio de los franceses información veraz, tratada, claro está, con la vehemencia que le caracteriza y la finalidad de servir a la causa aliada. Por esto, Los cuatro jinetes del Apocalipsis encuentra  su marco en el Blasco Ibáñez periodista.

En enero de 1915 Blasco escribe: “Estuve ayer con Poincaré cerca de una hora de visita”[1]. En aquella reunión con el presidente de la República, se dice que este le comentó: “Quiero que vaya usted al frente..., pero no para escribir en los periódicos. Eso pueden hacerlo muchos. Vaya usted como novelista. Observe y tal vez de su viaje salga un libro que sirva a nuestra causa”. Sea de esta u otra manera, lo cierto es que el 15 de marzo Blasco Ibáñez visita el Cuartel General del 5º Ejército en Reims e inicia un recorrido por la región del Marne donde, en 1914 y 1918, se disputaron dos importantes batallas a lo largo del río. El periodista–novelista entusiasmado siempre por la historia y la información comenzó la gestación de Los cuatro jinetes que empieza a tomar forma en noviembre de 1915. Curiosamente en este año Blasco tuvo prohibido dar mítines en España y durante una estancia en Barcelona hubo de ser protegido por la Guardia Civil (curiosa también la paradoja) de las amenazas de los germanófilos.

La novela es (discrepe quien lo desee) a mi juicio, sencilla y eficaz en el argumento y con un esquema clásico: planteamiento, nudo y desenlace. Del tronco común del Centauro Madariaga (un español emigrado a América) dos familias: la francesa Luisa–Desnoyers y la alemana Elena–von Hartrott quedan enfrentadas al regresar a Europa por mor de la diferente ascendencia de los cónyuges. Los arquetipos: Pampa Argentina con su dureza; les rues de París, bulliciosas y cosmopolitas; le Chatêau du Villeblanche; el militarismo alemán puesto en evidencia por Blasco; el frente y les villes arrasados, completan el cuadro de acontecimientos y personajes ensalzados siempre en modo y manera partidista a favor de los aliados. El tono grandilocuente y excesivamente trágico a veces de la narración, no eclipsa soberbias descripciones como la batalla del Marne.

Vicente Blasco Ibáñez era un desconocido en Estados Unidos hasta que Charlotte Brewster, escritora y traductora estadounidense le compra por 300 dólares todos los derechos de edición de Los jinetes. Su publicación tuvo en España una acogida discreta, fue en Estados Unidos donde su publicación cosechó el resonante éxito que la hizo famosa abriendo para Blasco las puertas de ese gran mercado editorial y de Hollywood. El 27 de febrero de 1921 se proyecta (cine mudo en blanco y negro) la película The Four Horsemen of the Apocalypse interpretada por Rodolfo Valentino. En enero de 1962 se estrenó una nueva versión  protagonizada por Glenn Ford e Ingrid Thulin, dirigida por Vincente Minnelli.



[1] Blasco Ibáñez. Su vida y su tiempo, Libertad Blasco-Ibáñez Blasco.

domingo, 2 de diciembre de 2018

LA MARCA ESPAÑA. Vicente Blasco Ibáñez

Imagen: Luis Lonjedo en Las Provincias

Ni un solo comentario sobre Blasco Ibáñez puede abordarse separando su vida pública de sus novelas, su obra, enmarcada en un contexto nacional e internacional de gran aceptación, se cuestiona en torno a la tantas veces planteada incompatibilidad entre número de lectores y calidad o en la composición de las capas sociales que gustan de esas lecturas. Todo novelista –entiendo– escribe bajo el influjo de un  impulso interior buscando transmitir nuevas ideas nacidas de una situación, una noticia, un libro o un personaje olvidado que de pronto reaparece. Y escribe con la finalidad de gustar al público y –discutible pero cierto– el objetivo de aumentar el número de lectores, o sea: ventas. Resulta incuestionable que fama y dinero permiten enfrentarse a circunstancias adversas e incluso al poder establecido, con mayor posibilidad de éxito aunque para ello haya que sacrificar honores y títulos, cargar con la negación y con el exilio. Un autor favorecido por economía saneada puede seguir siendo consecuente con sus ideas, satisfacer a su público y soportar la crítica; el público será quien capte y valore el contenido de la obra. Grosso modo esto es válido en cualquier época y en la decimonónica de Blasco la sociedad responde de un lado a las demandas del mercado capitalista y de otro a las necesidades de un proletariado en alza que, al no llegar a la literatura tradicional vigente demanda una ficción más activa que lo mantenga pendiente de la trama. Algo a caballo entre lo artístico y lo folletinesco.

Entre los escritores y crítica de su tiempo y el escritor-empresario-aventurero fiel al naturalismo en época de las vanguardias que persiguió –o fue perseguido– por riqueza y fortuna hay diferencias dignas de mención. Frente a la sobriedad la abundancia; frente a la economía mermada frecuente en la Generación del 98 el traslado en “Rolls Royce” de la villa de Menton a Monte Carlo; frente a cierta pasividad una vida de viajes, aventuras, duelos, mítines, cárcel, arengas...; frente a ediciones cortas y localistas, miles de ejemplares en varias lenguas. En el éxito pudo residir la razón –o sinrazón– de un olvido consensuado y premeditado. Pocos o ningún trabajo sobre Blasco prescinde de su frenética actividad política y social; sus contemporáneos en la escritura se comprometieron sí; pero en ningún modo con tal intensidad. Escritor de un éxito impensable a principios del XX, tras Los cuatro jinetes del Apocalipsis recorre varias veces Europa y América en clave apoteósica asediado por editoriales y productoras cinematográficas. Millonario, dueño de villas de recreo, viajero en yate..., mantuvo con orgullo su valencianismo:

Yo sabéis que soy muy valenciano. Yo soy todo lo que se puede ser de valenciano. Yo he sido bautizado ahí enfrente, en la «parroquia de los pillos», en la de San Juan. Yo he nacido en el corazón de Valencia. Yo he jugado en todas estas calles del mercado.
Esta mañana me acordaba yo, al inaugurar una escuela pública en el Cabañal, y mientras cantaban los niños de las escuelas de Ayuntamiento, y cuando les oía cantar me decía: “«yo también he sido xiquet de los que cantaban en la escuela. Yo he pertenecido a las escuelas municipales y hasta una vez he cantado el mes de María en la iglesia de San Bartolomé».[1]

y en consecuencia su españolidad (la marca España) por el mundo.


[1] , Discurso pronunciado en Valencia el 16 de mayo de 1921 al agradecer el nombramiento de Director honoris causa del Centro Cultural de Valencia.

lunes, 19 de noviembre de 2018

FILEK. El estafador que engañó a Franco. Sinfonía inacabada.



Al modo y manera de la sinfonía en si menor, D-757 de Schubert de solo dos movimientos y de la que está por demostrar que el autor tuviera idea de añadir más, de igual modo, la Guerra Civil Española como tema, inspiración o base para la novela, parece también inacabable.


Novela o «libro sin ficción» como dice Martínez Pisón, Filek ahonda en el delirio de grandeza que Franco tenía del concepto nación. Su Nación. Baste recordar la orla que circundaba la peseta de 1946-1963: «por la Gracia de Dios»; España con el Régimen había de alcanzar, partiendo de la nada [1] las más altas cotas de desarrollo y riqueza.


La novela –llamémosla así– pone de manifiesto gracias a una investigación rigurosa, la triste realidad de dos situaciones de diferente magnitud pero igual intención: la miseria del comportamiento de los vencedores:

Hacinados en condiciones infrahumanas los vencidos, despojados de sus pertenencias quedan a la espera de no ser «agraciados en una saca». Lo fueron al menos dos mil quinientos del bando nacional en Paracuellos y cincuenta mil del republicano en cunetas de media España –dice el autor.

De otro lado aún como protagonista pero ejerciendo de telón de fondo aparece el cuento de hadas de La Filekina en el que un combustible revolucionario despierta la megalomanía de un gobierno autárquico sediento de recursos.

Han de salvarse muchas, muchísimas diferencias, pero paralelismos haberlos hailos. Parece (y digo parece) como si todo dirigente elegido o impuesto quedase, desde el momento mismo de su nombramiento, revestido de facultades que lo convierten en dirigente omnisciente, gracias a lo cual puede, a su albedrío, quitar-poner, crear-eliminar; decir aquello y lo contrario sin consecuencia ninguna.

Esta (tal vez sesgada) y otras muchas conclusiones rondan tras la lectura de Filek. Compleja particularmente en su primera parte por la proliferación de nombres plagados de consonantes, fechas y situaciones se lee con facilidad sin que la atención decaiga. Es más fácil de entender para quienes vivieron la época y muy recomendable para quienes, históricamente quieran acercarse a la sinrazón de aquellos y lamentablemente otros muchos gobiernos de cualquier color, raza y condición que hacen del Estado su particular patio de Monipodio.

Pudiera ser que estemos abocados a sinfonías inacabadas.


[1] Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria (Groucho Marx)

miércoles, 17 de octubre de 2018

NOVENO ANIVERSARIO. LEER Y SER LEÍDO.


Un blog puede alcanzar su madurez a los dos o a los diez años, depende del interés, la constancia y por qué no, del tiempo disponible de quien lo mantiene con vida, no hay media de edad en su existencia. El Alfoz en su madurez –hoy cumple nueve años– ha comenzado a saber cómo se juntan las palabras cuando se rebelan; cuando y donde consultar fechas y acontecimientos; como se combate la desgana. Comprueba cada día con cierta nostalgia la inmediatez de Facebook, twitter, Instagram..., en los que con un «me gusta» se cubre el expediente en detrimento de un comentario por escueto y simple que sea. Pero sobre todo, y a pesar de todo, disfruta releyendo una y otra vez los comentarios de sus seguidores.

Hoy –porque todo tiempo pasado fue diferente– quisiera acicalarse como un adolescente; ponerse al día, parecerse a cuantos le visitan y, luciendo el mejor de los aspectos, no defraudar y sentir, tras los muchos descarríos, la satisfacción de leer y ser leído.
Gracias a todos

jueves, 11 de octubre de 2018

MAGIA O FANTASÍA.



Va ya por la segunda –o tal vez la tercera– vez que leo Cien años de soledad y en cada una de ellas como acontece con El Quijote veo una obra diferente, o al menos con matices diferentes. La primera, avivado el deseo por la presión publicitaria, se perdió en la torrentera de palabras que se enredan una y mil veces en el entorno de Macondo y la familia Buendía, intentando reinterpretar la ficha del realismo mágico. En esta ocasión me pregunto si la magia no será realmente fantasía camuflada de surrealismo por la imaginación de don Gabriel García Márquez y es que hoy, la veo como un cuento para mayores que me acompaña como en su día lo hiciera La alfombra mágica o La Cenicienta.

Veo fantasía en el enredo de nombres que se repiten con el binomio Arcadio-Aureliano; en el «érase una vez» de las aventuras de sir Francis Drake que el primer Buendía contó a su nieto y fantasía veo en la página que, día a día, durante cien años, escenifican la familia de Úrsula y Arcadio.

Resulta a mi juicio fantástica con resonancias bíblicas la fundación de Macondo (la tierra prometida):

En su juventud, él y sus hombres, con mujeres y niños y animales y toda clase de enseres domésticos atravesaron la sierra buscando una salida al mar...

También los amores, con el lastre de una maldición, de Úrsula y Jose Arcadio que si se casaban y consumaban el matrimonio (eran primos) engendrarían iguanas en vez de niños (pecado original):

Úrsula se ponía antes de acostarse un pantalón rudimentario [...] que se cerraba por delante con una gruesa hebilla de hierro.
[...]
Blandiendo (Jose Arcadio Buendía) la lanza frente a ella le ordenó: «Quítate eso». Úrsula no puso en duda la decisión de su marido. «Tú serás el responsable de lo que pase».

Como en todo cuento el amor encuentra dificultades, triunfa y las supera.

Cien años de soledad puede ser magia, fantasía, remedo del paraíso perdido; todo y mucho más. Nos planteamos de nuevo la lectura sin más exigencia que el placer de interpretarla de nuevo.


lunes, 2 de julio de 2018

Empezó con un paseo. Vicente Blasco Ibáñez





Casa Museo Blasco Ibáñez  en la playa de la Malvarrosa de Valencia


Realmente, creo, todo empezó el día anterior en la relajación de un paseo (otro más) por la playa de la Malvarrosa. Cada día, cada vez, siempre, superada la rotonda de la depuradora, la retina fija en el cerebro la terraza con cariátides y pilares jónicos de una villa singular y notoria ubicada en la calle Isabel de Villena. En 1902 fue “chalet”, en 1939 lugar de recreo de FET y de las JONS. Alcanzó las más altas cotas de ruina y descuido en los ochenta para terminar derribado en su totalidad. Ya en la década de 1990 retomó –reconstrucción de por medio– el aspecto de 1902. En la actualidad es casa-museo con salón de actos y centro de investigación. Me atrevo a decir que su arquitectura neogriega y pompeyana un tanto..., diferente y espectacular en función del entorno define, en cierto modo a su inicial propietario: Vicente Blasco Ibáñez. Hoy, tras café y media tostada con tomate y aceite en el Mercado de Colón hace un paseo por el Parterre, en el recuerdo Cañas y barro, La barraca, La araña negra, La bodega. En la librería cercana, (espacio por autor: Blasco Ibáñez) Los cuatro jinetes del Apocalipsis que, publicada por primera vez en 1916 su versión traducida al inglés fue el libro más vendido en Estados Unidos en 1919 según Publishers Weekly.
Uno de los cuatro jinetes –sin cita previa– se adelanta al resto y me espeta dos preguntas:
-¿Por qué el mito valenciano, repatriado ya cadáver en loor de multitud por los políticos republicanos del 33 ocupa un lugar tan menguado en el canon de las letras españolas?
-¿Por qué quedó en el olvido?
De vuelta ya, a la sombra del imponente edificio del Banco de Valencia y con «Los jinetes» bajo el brazo recuerdo su biografía: Blasco Ibáñez no fue abandonado por los lectores. Sí, en cierto modo por los críticos y sin duda ninguna, tanto él como su obra resultaron perseguidos antes y después de su muerte impidiendo hasta fechas muy próximas la circulación de sus libros. Se cerró en torno a él lo que hoy llaman “cordón sanitario” mejor aún –recordando su vinculación con el cine– una «conspiración de silencio» pese –o tal vez por ello– a presentar una biografía plural y apasionante. Político, periodista, gran viajero, activista, guionista, magnate del cine, fundador de ciudades, antimonárquico, anticlerical y dueño de una suntuosa mansión en la Riviera francesa; su concepción del escritor difería un tanto del sentir, digamos oficial. En su carta de 1918 a Julio Cejador aparecen algunas claves acerca de sus ideas sobre el arte de novelar que nos sitúan en la rampa de la comprensión:
Y lo digo de buena fe: yo soy un hombre de acción que ha hecho de mi vida algo más que libros, y no gusta de permanecer inmóvil durante tres meses en un sillón con el pecho contra una mesa, escribiendo diez horas al día.
Pretendemos continuar a pesar del estío


miércoles, 18 de abril de 2018

PARADA Y FONDA.



A veces, algunas veces, no demasiadas ciertamente, encontramos a alguien que, sin saber por qué, no tiene carácter de parada y fonda en el camino de la vida –de  nuestra vida– entonces  y solo entonces, retomamos propósitos y proyectos de futuro para compartirlos; deshacemos el hatillo de búsquedas y deseos, dejamos que el sentimiento invada la estancia y nos instalamos en él. Hemos encontrado nuestra otra mitad.


Aquel loco de Bénedek explicaba, entre otras cosas, que en un principio no hubo en el mundo sino el “fango original”. Y en aquel “fango original” vivían unos seres muy extraños mitad varón y mitad hembra. Entonces apareció de pronto entre ellos el dios del “fango original”, llamado Taráfaga, quien dividió en dos con su larga y aguda espada a esos seres de dos sexos y los obligó a separarse.

Desde entonces, varón y hembra viven en dos cuerpos distintos. Aquellos seres partidos en dos se dispersaron y no cesan de buscarse, con aquella terrible herida que les llega desde la punta de la cabeza hasta el talón, anhelando reunirse de nuevo, derramando sangre y exhalando terribles quejas. Esa búsqueda, esa ansia y añoranza de uno y otro es el amor.
Algo flota sobre el agua Lajos Zhilahy pág. 65-66.

Ocurre con demasiada frecuencia que arrastrados por el entusiasmo no profundizamos lo suficiente como para darnos cuenta que la ubicación del otro es provisional, las puertas del refugio no quedaron cerradas del todo y pasado un tiempo las pretendidas verdades, la comunión, el entusiasmo salen empujadas por la corriente de la convivencia; olvidamos el hatillo y salimos de puntillas dejando junto al café sin apurar, los apuros de una quimera que se vistió de amor; atrapados y ligeros de equipaje huimos de la estancia. Atrás, desparramados, quedan proyectos compartidos, besos, caricias y promesas que no eran sino palabras. Se impone marchar, de noche o de madrugada, como furtivos, sin recoger nada. Entonces solo entonces, volvemos al laberinto de nuestra soledad.




viernes, 13 de abril de 2018

CON LAS NIEVES DE ABRIL…



Suspicaz ella, incrédula con los Meteosat, la ciudad se ha visto sorprendida por la nieve. Los coches, demasiado juntos en las avenidas, fuerzan guiños naranjas y rojos; por las calles, la urgencia, la compra distendida, el trote incansable de los niños, el paso indolente del jubilado y la zancada ausente del parado se ponen a cubierto en portalones y grandes almacenes. Un bolso previsor, da a luz a un paraguas “low cost” retráctil que –figura de vanguardia– encuentra cobijo en la papelera cercana.

La nieve, telón a veces blanco a veces gris difumina todo: el bar del barrio con olor a fritanga; la esquina donde se cambian billetes por la papelina salvadora; el pórtico de la iglesia ocupado por beatas de misa y telenovela; el porche del local en traspaso decorado con cartones y trapos de “Desi”, el sin techo. En la línea difusa de la calle, destellos verde ámbar y rojo con vocación de señal se hacen intento bajo el inesperado manto. A penas hay un respiro, la gente sale con prisa, no se sabe si en vano intento de buscar al Sol, si huyendo de la ciudad misma, si en busca del tiempo perdido, o de socorro para su atuendo.

Nieva en abril y la primavera, sorprendida, busca ponerse a salvo bajo los tejos del parque entre discretos gorriones y desaseadas palomas. Al desasosiego de infraestructuras, calles y edificios al que llamamos ciudad: luminoso en la mañana, ruboroso en la tarde, misterioso en la noche, con las nieves de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le saldrán.

martes, 10 de abril de 2018

ROMANTICISMO Y DISTOPÍA. AKÚSIDE de Ángel Vallecillo.



El jardín de las delicias (El Bosco 1490-1500)

A veces, algunas veces, el objetivo es romper con los esquemas establecidos. El Romanticismo lo hizo defendiendo lo fantasioso, novelesco e irreal como herramienta de insatisfacción ante un mundo que frenaba sus ansias amorosas, sociales o patrióticas. Para ello volvió al pasado histórico con interpretaciones diferentes en función de la perspectiva: unos añoraban la edad heroica en la que dominaban los principios; para otros, el escenario debía ser la batalla en pro de un destino libre y feliz. El rechazo a modos y maneras anteriores llevó a los románticos a evadirse de sus circunstancias imaginando épocas pasadas en las que “sus” ideas prevalecieran sobre los demás interceptando la trayectoria de Ilustración y Neoclasicismo con nuevos esquemas que, a pesar de la repulsa inicial, acabaron imponiéndose al rebelarse contra en despotismo ilustrado del XVIII.

A veces, algunas veces, con mejor o peor resultado, hay que romper con lo establecido.

Centrados ya en Akúside, procede hablar de la distopía (imagen  de una sociedad futura negativa en sí misma habitualmente presentada mediante cine, novela o serie de televisión) tomando como base la contraportada de la lectura de este mes: “Ángel Vallecillo regresa a la novela invertebrada y distópica…”; una novela difícil tal vez, imposible no, que recuerda en lo cinematográfico a La naranja mecánica de Stanley Kubrick; La carretera protagonizada por Viggo Mortensen y si retrocedemos más a Metrópoli de 1927 (muda); ninguna de ellas preferida –según mi vara de medir– por  el gran público (y no me refiero al de la telerrealidad). No en la misma línea, pero, sí en lo desconcertante, la novela de Ángel Vallecillo me hace pensar en Ensayo sobre la ceguera de Saramago. Akúside, distanciándose mucho más que los románticos parte de un pasado prehistórico para intentar alcanzar la utopía negativa de un país autárquico en el que también “sus” ideas prevalezcan sobre los demás.

Dicen los críticos que Akúside transluce los nacionalismos de la reciente historia española; el propio autor manifiesta: "es el reverso de Euskadi". Aun habiendo vivido de cerca el fenómeno terrorista la narración se hace compleja al lector en significados y personajes. No es fácil –a mi juicio– a través de ella llegar a saber lo que ocurrió en los cincuenta años de Euskadi Ta Askatasuna ni el porqué del apoyo social que obtuvo. Puede ser, no lo discuto, una manera vanguardista de contar que, como el Romanticismo en su tiempo, acabe imponiéndose en este nuestro.

A veces, algunas veces, con mejor o peor resultado, hay que romper con lo establecido. Difícil sí, imposible, no.   

lunes, 2 de abril de 2018

REVOLUCIÓN o AFÁN DE PODER.



Revolución o afán de poder es la primera de las incógnitas que se plantea ante la propuesta –generalmente por la fuerza– de un cambio profundo en las estructuras de cualquier sociedad. Sus promotores son tenidos por héroes o villanos dependiendo del lado de la balanza en que esté situada la opinión. Nos pareció oportuna para cerrar el ciclo de Juana I de Castilla hacer, siquiera de pasada, una mención al alzamiento de las comunidades castellanas.

Uno de los primeros apuntes para enjuiciar el suceso, debe ser la característica de extranjero de Carlos I. Otra el ansia de riquezas de flamencos y partidarios de Felipe «el Hermoso» –incluido don Juan Manuel– acaudillados por Chièvres, que tomaron Castilla como el botín a conseguir. De otro lado, nombrado Carlos I emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, este priorizó los asuntos del Imperio sobre los de España que  relegada a segundo término tuvo que sufragar el costoso viaje del Emperador con “el impuesto castellano”.

Al quedar vacante por la muerte de Cisneros la silla arzobispal de Toledo fue adjudicada a un sobrino (de apenas dieciocho años)  de Chièvres. La ciudad, ofendida por la imposición del flamenco niño arzobispo, el mal gobierno y por ver como la Corte fue trasladada a Valladolid y luego a Zaragoza y Barcelona, fue la primera en alzarse seguida de Madrid, Cuenca y la meseta norte contra Carlos I que, no obstante realizó su viaje para recibir el cargo de Emperador, dejando atrás un auténtico avispero social.

Nada es verdad ni es mentira. Cierto como en todos los conflictos, que se cometieron algunos desmanes (la cólera siempre supera a la ley), pero hay razones para pensar que los Comuneros lucharon por el bien de la colectividad. Los desaciertos iniciales de Carlos I; su juventud; el abuso de los consejeros flamencos; la indiferencia de doña Juana, llevaron a las comunidades de Castilla a tratar de poner coto a el autoritarismo del rey.

Entiendo que se puede catalogar la rebelión como el inicio de la democracia en España. 
  
Imagen: Ejecución de los comuneros de Castilla, óleo sobre lienzo de Antonio Gisbert (1860):

Juan de Padilla escucha los consuelos de un fraile dominico que señala con sus manos al cielo. Resignado mira el cuerpo degollado de su compañero Juan Bravo, cuyas manos están siendo desatadas por uno de los verdugos mientras que otro muestra al pueblo la cabeza del ajusticiado. Francisco Maldonado, asciende  al patíbulo acompañado  de otro fraile que sostiene un crucifijo.

martes, 27 de marzo de 2018

APARECE CARLOS I. La cautiva de Tordesillas, de Manuel Fernández Álvarez.



El lector que interesado y curioso acude a Tordesillas para documentarse en el lugar mismo donde Juana de Castilla lloró su abandono, lo encuentra hoy ocupado por bloques de viviendas y plaza con estatua. El nuevo trazado entre la iglesia de San Antolín y el convento de Santa Clara donde se ubicaba la residencia real, construida por Enrique III (1379-1406) y mandada derribar por Carlos III (1716-1778)  ni siquiera respetó el perfil primitivo de la manzana.

Contemplando como único recurso la maqueta del palacio, el viajero retrocede en el tiempo hasta  el atardecer invernal del 4 de noviembre de 1517 en que Carlos y Leonor entraron en el salón del viejo palacio. Con tres reverencias y el besamanos como prescribía el protocolo se acercaron a doña Juana que deslumbrada por los hachones entornaba los ojos intentando reconocer a los hijos que doce años antes había dejado en Flandes con cinco y siete años. Acostumbrada ya a la luz, la Reina sonríe, evita el besamanos y abraza a sus hijos:

-      ¡Hijos míos! ¡Cuánto tiempo! ¡Qué guapos estáis!

Leonor, entre lágrimas miraba a Catalina asustada por su aspecto: una saya de paño, una zamarra de cuero y por todo adorno, un pañuelo blanco en la cabeza más próximo a la indumentaria de una aldeana que al de una princesa. Fuerte contraste con su vestido púrpura de generoso escote y cuajado de brocados.

Carlos se dirige (en francés) a su madre:

-      Vuestros hijos vienen a besar la mano a la Reina, su madre.

Doña Juana ahoga un sollozo y puesta más en Reina:

-      ¡Hijos! Viniendo de tan lejos habéis de estar fatigados, retiraos a descansar.

Carlos y Leonor tras las muestras de respeto y reverencias protocolarias propias de la corte se retiran a sus aposentos.

El viajero sale de las Casas del Tratado hacia San Antolín, atrás queda la maqueta de ese gran desconocido, el Palacio Real. En el recuerdo una cita:

... su vida [de doña Juana] era tal y el atavío y ropas de su vestir tan pobres y extraños y diferentes de su dignidad...[1]


[1]NICOMEDES SANZ Y RUIZ DE LA PEÑA, Doña Juana I de Castilla: la reina que enloqueció de amor, (1939).

lunes, 26 de marzo de 2018

DE NATURAL INCRÉDULO.



Soy de natural incrédulo. Dudo sobre si la sangre se altera en determinadas estaciones del año; presumo, probablemente sin razón, de que más allá del incordio de actualizar relojes, el cambio de hora no me afecta; pero algo debe pasar, porque hace unos días estoy más inclinado a la reflexión, más propenso al agradecimiento por el amanecer de cada día; por el amor que, involuntario antes de conocido, hipoteca voluntariamente dos vidas sin estrépito ni gestos desmesurados con paz y equilibrio. Ya sé. Me vas a decir que no es fácil, te concedo el beneficio de la duda, pero, es posible, si los dos anteponen el sueño hermoso de la paz y la libertad, al vértigo, la competencia y la discordia de la vida.

Dos no riñen si uno no quiere –dice el refrán ya en desuso– y no le falta razón y está en lo cierto cuando uno pone más que otro. Hoy quiero aportar algo al refrán, propongo sustituir “uno” por “dos”. Ya sé que es un axioma; también puede ser un objetivo.

“Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen, no contestar que sí ni que no sin haber contado antes hasta cien como hacía el Pato Donald... Vivir es saber estar solo para aprender a estar en compañía, y vivir es explicarse y llorar... y vivir es reírse...”
Carmen Martín Gaite

El otro –yo, gracias– mejora con la entereza del uno. Remando en tu misma dirección soy ahora más fuerte aunque de natural incrédulo: no es cierto que ayer domingo 25 tuviera una hora menos, los muy taimados la han escondido y la sacarán cuando interese.  

miércoles, 21 de marzo de 2018

A LA LUZ DE LA ICONOGRAFÍA. La cautiva de Tordesillas, de Manuel Fernández Álvarez.


Pintura, música, teatro y cine han divulgado per se, la presunta locura de amor de Juana I de Castilla. Tal vez fueran los pintores del movimiento romántico quienes contribuyeron a ello con mayor eficacia. Lo truculento y melodramático “cala” con más facilidad que lo real histórico. Francisco Pradilla con Doña Juana ante el féretro (1877) y La Reina recluida (1906) es el más significado, pero, ya antes Steuben (1836), Gallait (1856), Maureta (1858), Vallés (1866) y Rodríguez Losada (1868), retrataron a la reina junto al cadáver de Felipe «el Hermoso». Una ópera en cuatro actos: La Loca de Gian Carlo Menotti (1979), Locura de amor obra teatral de Manuel Tamayo (1855), película de igual título de Juan de Orduña (1948), otra de Vicente Aranda: Juana la loca (2001), promocionaron la leyenda de amor, pasión y celos de Juana I de Castilla.

En el siglo XIX el arte trató de mostrar la locura de doña Juana; en el XX los estudiosos acudieron al diagnóstico: alteración de la personalidad y contacto erróneo con la realidad. La verdad está por descubrir, nos queda la suposición en función de la percepción que cada uno tenga de la tragedia de la reina que no reinó.

Puestos a ello, quiero pensar, a la luz de la pintura de Louis Gallait Jeanne la Folle representando a doña Juana y don Felipe idealizados ambos, ella con la mirada fija en el rostro de su marido muerto y en la parte baja del cuadro un detalle significativo: el cetro caído, yace al pie de la cama: todo un símbolo. Quiero pensar –decía– contemplando el cetro, en la problemática de la soberanía femenina.

Las reinas lejos de gobernar por derecho propio eran objeto de alianzas para unir reinos y asegurar la continuidad de herederos masculinos. En el caso del reino «católico» la desaparición primero del príncipe don Juan, después la princesa Isabel y posteriormente el hijo de esta el príncipe don Miguel, dejó la sucesión de Castilla y Aragón en manos de la princesa Juana, que aun viuda, tenía todo el derecho hereditario a su favor. Pero era mujer y sola. Ya desde su estancia en Borgoña, recién casada, los sirvientes que cuidaban de ella dependían de su marido. Muerto este, los consejeros de Felipe continuaban dirigiéndola. Fernando su padre, y Carlos su hijo intentaron (y consiguieron) controlar la casa de la reina quedando Juana incapaz de dirigir a sus sirvientes. La ecuación estaba resuelta: manifestada la incapacidad de gobernar su casa y dado su proceder aleatorio no era apta para gobernar sus reinos.

A la luz del cetro caído que yace al pie de la cama, veo una reina víctima o heroína, a la que los suyos consiguieron gobernar. La tragedia de Juana es la tragedia de sus reinos.

domingo, 18 de marzo de 2018

CISNEROS, REY SIN TRONO.


En Tordesillas a principios de noviembre de 1517 Leonor de diecinueve años y Carlos de diecisiete se preparaban para visitar a su madre Juana de Castilla y su hermana Catalina a la que solo conocían de nombre. El contraste entre visitantes y visitados era penoso. Los diez años de Catalina, a la que nadie asociaría con la nieta de los Reyes Católicos, habían trascurrido en el desamparo de una depresiva madre cuyo único cuidado era mantenerla cerca de sí. El cronista describe su atuendo:

No llevaba más adorno encima de su sencillo jubón que una zamarra que podía valer dos ducados. Su adorno de cabeza era un pañuelo de tela blanco.

Carlos, casi un chiquillo, seguramente influido por sus consejeros flamencos que pugnaban por manejar los asuntos de Castilla, antes que mejorar la situación de su madre, debía preparar, con el fasto y lujo requeridos el funeral regio de su padre para afianzarse en el poder.

A unas veinte leguas de distancia en Roa (Burgos) vivía sus últimos días un anciano cardenal que había salido de Madrid al encuentro de su rey. Para el cardenal: arzobispo de Toledo, primado de España, tercer inquisidor general de Castilla, que gobernó la Corona de Castilla por incapacidad de la reina Juana; presidió el Consejo de Regencia tras la muerte de Felipe el Hermoso y volvió a asumir el gobierno tras la muerte del rey Fernando  en espera de Carlos I, el encuentro con este era, al menos moralmente, como entregarle el poder que se le confió como regente.

Francisco Jiménez de Cisneros estaba enfermo, tenía ochenta y un años y sentía la pena de ver como el encuentro se posponía. No se cumplió a la muerte de Fernando (1516) y se retrasaba una y otra vez en 1517. El Cardenal se había enterado de la llegada del rey a final de septiembre y desde su desembarco en Asturias hasta su llegada a Tordesillas había pasado más de mes y medio. En el entorno del Cardenal la conclusión era clara: todo era una maniobra del muy influyente Guillermo de Croÿ (Señor de Chièvres) para que Carlos no se viese con el Cardenal Cisneros que murió el 8 de noviembre de 1517 y había entregado intacta a Carlos I la formidable monarquía cohesionada por Isabel y Fernando, sus abuelos. El cronista Juan Ginés de Sepúlveda recoge el sentir del pueblo castellano en una elocuente crónica:

La muerte de un varón así resultó más penosa y preocupante a los castellanos, porque se le consideraba la única persona que con su autoridad y discreción podría guiar las acciones y decisiones de un rey muy joven aún, nacido y criado fuera de España y no educado en las costumbres de los españoles... 

Cabe recordar una vez más el verso 20 del Cantar de mío Cid:

¡Dios qué buen vasallo! ¡Si oviesse búen señore!

En la época quedaban, sin duda, restos de medievalismo y excesos, no se trata de dar una imagen mitificada y triunfalista del Cardenal ni de ocultar rasgos negativos. Con independencia de la valoración ética, muchos de sus actos de gobierno como regente, marcaron un antes y un después en la historia de España; sin olvidar la Biblia políglota complutense.

miércoles, 14 de marzo de 2018

PERO... ¿FUE POR AMOR? La cautiva de Tordesillas, de Manuel Fernández Álvarez

El episodio de la Cartuja haciendo deambular de noche por pueblos y villorrios el cadáver de su esposo confunde a propios y extraños; el pueblo llano respetuoso por obligación pasmado al paso de tan trágica comitiva saca consecuencia: aun reina, aquello no tiene sentido. Quienes asisten y tratan en proximidad con Juana I de Castilla, coinciden en que necesariamente padece algún trastorno mental.

La locura por amor, la más romántica, la que arraiga con más facilidad, resulta en cualquier escenario teatral o humano más fácil de mantener y más difícil de refutar. Para que nada falte esta tesis tiene hasta el testimonio escrito de doña Juana en su carta al embajador de Flandes: “si en algo yo usé de pasión y dexe de tener el estado que convenía a mi dignidad, notorio es que no fue otra cosa sino celos”.

Sin poner en duda que doña Juana amaba a don Felipe, la cuestión está en establecer si su conducta es resultado del sentimiento o de una pérdida de contacto con la realidad que la empuja al delirio amoroso como refugio y escusa. Verla como una persona cabal es apartarse de la realidad; Fernández Álvarez en Juana la Loca, La Cautiva de Tordesillas acepta su locura y los lectores recogemos en su estudio-biografía sobradas muestras de la incapacidad de la reina. Aun así: ¿cuál es y hasta donde alcanza el significado de loca?; tratándose de una reina: ¿por qué no se busca remedio?

Tal vez a este respecto convenga interesarse por la razón de su indiferencia a los asuntos de estado, a su persona, a las relaciones sociales, a las –al margen de creencias– obligaciones religiosas que como reina forman parte de su diario vivir. Culpables, sin duda, haberlos «hailos»: don Felipe propaga sus “manías” (posible venganza de esposa ante la indiferencia del marido) enviando cartas a España, la encierra en sus habitaciones, le prohíbe visitas y retira sus damas de confianza. Yerno y suegro se reparten gobernanza uno; oro de América y maestrazgos el otro. Isabel I, su madre, manifiesta en su testamento la ineptitud de su hija para gobernar: “no quisiere o no pudiere entender en la gobernación dellos [sus reinos]”.

Ni su esposo, ni su padre, ni los grandes de España tuvieron más interés en doña Juana que el de arrebatarle el poder. Algo debió ocurrir para ocultarla físicamente sin contemplar siquiera –valga la expresión– mostrarla como elemento representativo visible.

Es como para perder la razón, pero visto así, no por amor.

domingo, 11 de marzo de 2018

Bola de nieve





Las Viburnun farreri Stearn han  florecido. La naturaleza empuja, tengo que
dejar atrás la pereza.

miércoles, 7 de marzo de 2018

CRÓNICA DE UNA LEYENDA. La cautiva de Tordesillas, de Manuel Fernández Álvarez




Burgos 1506.-

La muchedumbre agolpada en la plaza del Mercado Mayor jalonada de tapices, soportaba el rigor del verano castellano haciendo de la curiosidad sombra, a la espera de aclamar a don Felipe y doña Juana que entre repiques de campanas se dirigía a la Casa del Cordón. Los flamantes nuevos reyes descabalgaron frente a la puerta con cordón franciscano labrado en piedra que sirve de unión a los blasones de los Velasco y los Mendoza-Figueroa y entraron en el patio arqueado en forma de claustro con pozo central. Don Felipe repartía sonrisas cómplices a las damas y esposas de oficiales mayores que rodeaban a la joven pareja. Las galanterías, que continuaron durante la comida, acentuaron la indisposición de doña Juana que se retiró a sus habitaciones mientras Felipe bebía y bailaba incansable.

Cuando la fiesta languidecía un gentilhombre propuso al rey cambiar de aires; a menos de media legua un grupo de oficiales de la guardia jugaba a la pelota y don Felipe era –o al menos eso afirmaba– buen jugador.

-                  Me batiré con el mejor –dijo.

Felipe encontró un buen oponente y la ventaja no se inclinaba de ningún lado. Tal vez la contundencia del banquete, tal vez el juego, sofocasen al rey. Pidió agua muy fría que le fue servida de una fuente cercana y la comitiva se retiró.

Al amanecer, don Juan Manuel, señor de Belmonte llamó a los médicos: el rey tenía fiebre muy alta y dolores en el costado. Felipe, rodeado de galenos flamencos, que despreciaron la ayuda de los castellanos, se agitaba entre convulsiones y sudores. Doña Juana en la cabecera, apenas podía contener las lágrimas.

Al séptimo día (25 de septiembre) el rey joven y hermoso, yacía sin vida en el palacio de los Condestables. Los vivas de ayer lamentos son hoy: « Murió el rey don Felipe». Doña Juana, embarazada de nuevo, con la vista fija en los cuatro cirios, pensaba aun que aquel joven rubio iba a levantarse en cualquier momento para tomarla de la mano.

En la mañana siguiente se procedió a embalsamarlo según la costumbre flamenca. Dos cirujanos se encargaron de preparar el cuerpo haciéndolo colocar en un ataúd de plomo recubierto de madera. La archiduquesa mandó cerrar ventanas y postigos y así permaneció casi tres meses en completa oscuridad. El veinte de diciembre cansada de su voluntario encierro rodeada de servidores con antorchas se dirigió, de noche, a la cartuja de Miraflores:


-          ¡Desenterrad el cuerpo de mi marido! ¡Estoy cansada de estar en el lugar donde murió!

Temiendo lo peor por su avanzado estado, monjes y cortesanos accedieron.

-                ¡Testificad que es el cuerpo de mi marido! –exigió cuando el ataúd fue abierto
.
Nadie, monje o seglar, quiso asumir la responsabilidad de oponerse a su deseo. Cerrado de nuevo el féretro fue colocado en un carro fúnebre y la reina dispuso partir hacia Valladolid con la condición de viajar siempre de noche:

-              La viuda que ha perdido el sol de su vida no puede exponerse a la luz del día –dijo. 

“De ahí arranca la leyenda de doña Juana, la Reina que, enloquecida por la muerte de su marido, no consiente en que lo entierren, y hace transportar su cadáver de pueblo en pueblo...”  La cautiva de Tordesillas (pág. 151).


jueves, 1 de marzo de 2018

JUANA, CONDESA DE FLANDES. La cautiva de Tordesillas, de Manuel Fernández Álvarez


Fiesta aldeana (Brueghel el Viejo)

Juana I de Castilla: viuda a los veintiséis años, madre de seis hijos de los que vive desde muy pronto separada y acorralada por el poder. Así, en apenas dos líneas queda resumido en el prólogo de Juana, la cautiva de Tordesillas (evito deliberadamente el epíteto que acompaña a su nombre) el contenido de la biografía de una mujer singular que –a mi juicio– puede leerse como novela.

Poco me atrevo a aportar a la magnífica labor del profesor Fernández Álvarez, autoridad indiscutible en la historia de la España del XVI. Si acaso subrayar alguna curiosidad.

Salvado el hecho de que los matrimonios eran organizados e impuestos por los padres, Juana en agosto de 1496 emprende viaje a un lugar desconocido en busca de un prometido desconocido cuyo idioma no entiende. El 8 de septiembre desembarca en Holanda; la más elemental regla de cortesía pide que su futuro la espere en el puerto, pero no. El encuentro no se produce hasta el 12 de octubre.

Primera curiosidad: en semejante situación la reacción previsible de cualquier novia sería desencanto, pesadumbre, rabia, impotencia..., pero tampoco. Juana, la niña de dieciséis años reacciona mudando a mujer terrible. Se desata la pasión en ambos y la pareja busca «consumar» de inmediato. Tal vez la juventud, la exuberancia de los bosques o la vitalidad erótico-festiva de su nueva patria expresada por Brueghel el Viejo en su cuadro La fiesta aldeana transformaron a la Condesa de Flandes.


miércoles, 28 de febrero de 2018

PALABRA ADECUADA MOMENTO JUSTO. 'El hombre pez'



A veces, algunas veces, cuando leemos la atención queda atrapada por la historia: el bueno el malo, la madre el hijo, los amantes... ¡es normal! Otras, quizá menos, el interés se centra en el lenguaje, que –a  mi juicio– tiene mayor importancia cuanto más próximo es. Próximo al lector y próximo en el sentido de fiel, a la época en que transcurre la acción. Dicho así parece una obviedad, pero no lo es tanto.

Todo esto viene a mientes de la novela en la que José Antonio Abella cuenta la aventura «tan exorbitante del regular orden de las cosas» (Theatro Crítico Universal padre Feijoo) de El hombre pez. Podemos hablar de la trama, la estructura, el documentalismo, incluso del libro como objeto material, sí. Pero, gustaremos tanto más de la novela cuanto mayor atención pongamos en la prosa, en el lenguaje que emplea. Descubriremos cómo, la palabra adecuada siempre está en el renglón necesario.


domingo, 25 de febrero de 2018

NECESITO MENTIRAS



Pide lo que quieras –dijiste.

Y, sí. Quisiera que me cambies una sarta de verdades por un ramillete de mentiras.

Dime que hay un acuerdo entre políticos para mejorar la vida ciudadana; que se están devolviendo los dineros de comisiones y “mordidas”; que ya no salen pateras al Mediterráneo; que se trabaja duro en una Ley Orgánica de Enseñanza Igual para Todos; que la gran velocidad está llegando a Vetusta del Páramo; que nuestro índice de paro está por debajo del 3%; que ya no hay corrupción ni se viola y abusa de la mujer; que nuestros niños, en fin, dejan las “maquinitas” en casa porque pueden jugar libres en la calle. Que he rejuvenecido; que mis ideas son geniales; que si te llamo para quedar y no contestas es por tu trabajo tan absorbente, no porque te incordia mi palabra. Miénteme un ratito, llena mi vida de mentiras. Odio esas (tantas) verdades taimadas que desbaratan el mundo  como un “crochet”  que se estrella en el rostro desmantelando el cerebro. Necesito mentiras para, como en el programa de TVE (1964) reinar al menos por un día.

Yo sueño que estoy aquí,
de estas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
― Pedro Calderón de la Barca, La Vida Es Sueño