Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 29 de enero de 2015

Cortejos, Petimetres y Majos. Usos amorosos del dieciocho en España. Carmen Martín Gaite


La lucha con los mamelucos (fragmento) D. Francisco de Goya y Lucientes

Uno de los principios por los que el cortejo del siglo XIII había de regirse era el de combatir el aburrimiento, cuya consecuencia, entre otras pasaba por dar conversación a la dama. Carmen Martín Gaite comenta en Usos amorosos del dieciocho en España que: “estas conversaciones se caracterizaban, en general, por una total inconsistencia” y también que: “en vez de facilitarles (a las damas) el acceso al mundo de la cultura, contribuía por el contrario a entontecer a los hombres”. El detalle no es baladí; tengamos en cuenta que entre las condiciones a cumplir por el acompañante, cortejo o petimetre para ser más exactos, estaba la de despreciar el estudio que podía ser un obstáculo en su afán de triunfo social y le restarle un tiempo que debía dedicar a las visitas de sociedad. Esta figura se halla perfectamente definida por José Cadalso en la Carta VII de sus Cartas marruecas: “…mostraba en él todos los requisitos naturales de un perfecto orador; pero de los artificiales, esto es, de los que enseña el arte por medio del estudio, no se hallaba uno siquiera”.    Se da por tanto la paradoja de que el impulsor y mantenedor de la moda (hombre, varón, macho), culturalmente superficial, rico, viajero, bailarín y civilizado resultaba entontecido (valga también afeminado) por la mujer.

Frente a esta figura, contraria al concepto de valor, disposición para  lances, peleas y enfrentamientos atribuidos hasta entonces al hombre español, surgió en las capas inferiores de la sociedad (no entro en su oportunidad o no), la contrafigura del “majo”. Contemplado de ordinario desde una óptica folclórica el majo, reflejo en tono opuesto del petimetre, defendía los valores considerados tradicionales gustando transmitir el odio a lo extranjero  como salvaguarda de la esencia y espíritu patrio. A la luz de Usos amorosos me gustaría acercarme a otra faceta del personaje. Pienso que esa reacción de defensa –tal vez un tanto xenófoba- contra la otra clase, sirvió en cierto modo de punto de apoyo contra lo francés con repercusiones significativas.

Para contextualizar la idea, recordemos que, el pueblo llano, mantenido en la ignorancia de los acontecimientos franceses y todo lo que sonara a Revolución, juzgaba solo el descaro  de los signos externos ajeno a cuanto ocurría tras los Pirineos en actitud piadosa, sumisa y satisfecha según se desprende de las palabras de Carlos IV: “El pueblo español es bueno, amable y apacible”, pero en los sectores menos permisivos el recelo seguía latente. Tras la muerte de Luís XVI de Francia y alentado por la noticia del suplicio del rey -primo de Carlos IV- publicada en dos periódicos de la época: La Gaceta de Madrid y Mercurio, el pueblo reacciona sorprendentemente  y todo lo que recordara a la Revolución es despreciado. En Madrid algunas señoras peinadas a la moda francesa fueron abucheadas y tuvieron que soltarse el pelo.

Así las cosas, mientras cortejos y petimetres malgastaban tiempo y hacienda en ostentación, el advenimiento de los “majos”, bien pudo ser el principio de una falta de conformidad con el estado de las cosas, un comienzo de rebelión en la sombra consecuencia del proceder de aristocracia y burguesía. La preparación del caldo propicio de cultivo para lo que posteriormente sería el levantamiento contra la ocupación francesa. En suma algo muy actual como tantas veces en la historia: el pueblo contra el sistema impuesto establecido.

Es otro modo de sacar partido a Usos amorosos del dieciocho en España.  


jueves, 22 de enero de 2015

Sed de diversión. Usos amorosos del dieciocho en España. Carmen Martín Gaite


Cuando en una tertulia surge el tema de la Historia, la Lengua o la Literatura, tan relacionadas todas, ocurre como cuando de programas de televisión se discute: todos vemos “La 2”. Creo que no es aventurado pensar que –haciendo abstracción del mundo universitario- es con el paso del tiempo cuando la Historia va sumando valor en nuestras vidas. A medida que profundizamos con y en ella descubrimos que si bien cualquier tiempo pasado fue anterior y distinto del actual (la frase la tomo de  Perogrullo). Hay multitud de paralelismos entre pasado y presente. Y algo de esto hemos querido entender al leer a Carmen Martín Gaite en Usos amorosos del dieciocho en España.

En el Siglo de la Luces la relación dama-cortejo debía de brillar por su inocencia; era lo establecido. Si así no fuera, el marido estaba obligado a mostrar fe y confianza en la esposa para no quedar en ridículo. Hoy, normas sociales mucho más abiertas hacen que hombre y mujer se relacionen con libertad y compartan decisiones pero las crisis persisten. Si nos paramos a pensar y contemplamos nuestro entorno veremos que en ambos sexos hay mucho silencio obligado para que la apariencia permanezca y, por qué no, por miedo al “qué dirán” que no es más que otra versión del ridículo.


Carmen Martín Gaite nos obliga a reflexionar cuando afirma que no es que en el XVII la mujer se aburriera, sino que en el XVIII se había dado cuenta de ello; que tenía sed de diversión, que los cánones establecidos no satisfacían sus necesidades más elementales. Por ello se lanzó con toda razón y justicia contra el adoctrinamiento y los caprichos del marido que se ocupaba de preparar para su esposa un estrado donde rodeada de sus criadas se entregara a labores de bordado. En Francia la mujer casada presidía ya entonces salones literarios. El ocio de la mujer española basado en la reclusión aumentó la sed de diversión. Hoy la sed podría ser de libertad e igualdad.

jueves, 15 de enero de 2015

Apunte para una lectura: Usos amorosos del dieciocho en España, de Carmen Martín Gaite


El concepto “pareja” de los siglos XVII y XVIII, no resulta fácilmente asimilable en el XXI. En principio el matrimonio se fundamentaba en la concordancia de clase y prestigio y las uniones de conveniencia eran lo más usual, en gran parte de los casos las necesidades financieras provocaban uniones entre diferentes clases no por amor sino en busca de mejor situación económica o social. Mayoritariamente el enlace tenía como objetivo la descendencia, crear una familia y la perpetuación del apellido; suegros y padres conservaban cierta potestad sobre la nueva célula familiar en función del dinero aportado (dote), en esencia se independizaban solo físicamente en un domicilio diferente.

Hasta el siglo XVII la casa suponía un reducto reservado exclusivamente a la familia estanco a la vida exterior donde la mujer, a los efectos, era la reina de su jaula; este detalle me parece importante por cuanto que en el XVIII las costumbres cambian, se recibe a los amigos en el hogar, se conciertan tertulias en casa y la mujer sale de paseo, el maestro de música, el peluquero mantienen encuentros a solas con las damas, la apariencia física, las modas y la ostentación, favorecen la presencia en casa de hombres ajenos al entorno familiar hasta entonces casi sagrado preparándose de este modo el camino hacia El Cortejo: mezcla de  acompañante, amigo o enamorado.

El cortejo, moda de origen italiano y francés consistía en dotar a una mujer casada de compañía masculina para suplir al esposo cuando por razones sociales o de negocio se ausentaba. Este acompañante debía asumir para con la dama ciertas obligaciones como asesorarla en el modo de vestir; asistir con ella a eventos sociales y paseos; comer con ella y acompañarla para que no estuviera sola. El cortejo (un adorno más para la dama) tenía acceso a la casa con  permiso del marido, con la condición de que su relación fuera exclusivamente social dado que en la aristocracia la virtud era una cualidad considerada incuestionable. A todos los efectos, en este peculiar mundillo tener cortejo era para la familia señal inequívoca de buena posición -al menos económica.

La burguesía como tantas veces en la historia no tardó en emular a la aristocracia haciendo suya  la costumbre de el cortejo, que pronto comenzó a degenerar, perder  prestigio y ser fuente de infidelidades y adulterios. En este contexto emergen,  entre otras muchas peculiaridades de la época, dos figuras que conoceremos, de la mano de Carmen Martín Gaite al leer Usos amorosos del dieciocho en España: El petimetre y El majo.


miércoles, 14 de enero de 2015

La sonrisa robada de José Antonio Abella. Lectura que nadie debiera perderse.


Ayer martes y trece, en el Museo del Libro Fadrique de Basilea, acompañamos a José Antonio Abella, porque él vino a acompañarnos a nosotros no para presentar su libro La sonrisa robada -leído ya por gran parte de los asistentes- sino para arroparnos con su sensibilidad como se arropa la vid injertada con un montoncito de tierra para preservarla del calor y el frío. Para responder a nuestras preguntas. Para aclarar nuestras dudas. Para compartir con nosotros su trabajo. Para que, tras el coloquio entre amigos, saliéramos de la reunión convencidos de que hay mil y una razones para leer La sonrisa robada.

Tuvimos la ocasión de conversar con él -brevemente porque éramos muchos- y con su esposa María Jesús sin cuya colaboración, no me cabe duda, el ingente trabajo de investigación duro en ocasiones pero necesario para escribir una novela así, no hubiera sido posible y por tanto la obra tampoco. Una historia como la que nos presenta José Antonio Abella solo puede escribirse desde el sentimiento al que, como es el caso, ha de unirse la profesionalidad y el buen hacer.

Desde el humilde espacio de El Alfoz quiero agradecer a José Antonio y María Jesús su cercanía en la visita de ayer. También, que nos hayan dado la oportunidad de disfrutar de una historia: humana siempre, dramática en ocasiones, documentada en todo su conjunto con propiedad y precisión y, como ayer confirmaba Abella, contada desde el protagonismo involuntario.

Ayer, martes y trece, fue un día de suerte para mí. Conocí a un escritor situado al margen de las editoras al uso con el que coincido plenamente en mi concepto de novela: cuenta lo que siente, como lo siente y lo que es más importante el lector hace suyos los sentimientos del autor.

Gracias José Antonio por escribir así.
Gracias María Jesús por estar ahí.
Gracias Pedro Ojeda por presentarnos a ambos.  


jueves, 8 de enero de 2015

¿Qué es poesía? La sonrisa robada, José Antonio Abella


                  ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
                  en mi pupila tu pupila azul.
                  ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
                  Poesía... eres tú.
                                    Rima XXI
                            Gustavo Adolfo Bécquer
El lector atento de  La sonrisa robada, atrapado en el dramatismo de escenas de abuso y sufrimiento que aun reflejadas con rigor y delicadeza son duras, obtiene compensación con  los momentos de lirismo que aportan las cartas de Edelgard capítulo a capítulo. Llegado al capítulo final, observo que la paginación es simétrica (616 páginas edición 2013) ni el número se ha dejado a la improvisación. Con todo, lo más sorprendente a mi juicio de cuanto encierran es la forma en que José Antonio Abella recoge y narra  historia y tragedia con independencia de las cartas de Edelgard, que indudablemente solo a ella pertenecen. En cada página la obra deja huella al plantear cuestiones morales junto con interrogantes sobre la ética y las conductas sin entrar en razonamientos sobre el bien y el mal. Tengamos en cuenta que el tema nacionalsocialista suele dejar estigmas si no se utiliza el antídoto adecuado, que en La sonrisa consiste en la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa (DRAE: definición de poesía). No hago ningún descubrimiento la cita es del autor:

Durante toda la vida, no solo en su camino a Flensburg, las palabras de Edelgard acompañaron a José. Pero ambos compartimos los genes de un romanticismo tardío y una adolescencia incurable y errática que se agrava con los años. (Pág., 19)

Cada lector, dueño e intérprete del libro que adquiere da un sentido a la obra, valorándola:

  • En función de su mayor o menor complejidad.
  • Por su mensaje.
  • Por su emotividad.
  • Por como cuenta la historia.
  • Por la historia que cuenta.

Todo ello es un valor en  La sonrisa robada. El entusiasmo de quien esto escribe –tal vez agravado también por los años- tiene su razón de ser en el lirismo de la narración. La sensibilidad de José Antonio Abella se transforma en letra para la narración y esta en imagen para el lector que se adentra en el drama humano del vencedor sin tomar partido asistiendo a la trágica realidad del pueblo alemán oculta por otra no menor: el antecedente nazi.

Abella parece solicitar al lector una reflexión sobre la obligación de vivir. Sin el eslabón de nuestra vida la cadena quedaría truncada porque de la nuestra dependen otras, porque a pesar de la desolación y la ruina es posible la esperanza.

Sin embargo, en la tristeza producida por tanta destrucción es capaz de abrirse un hueco la algarabía de los gorriones. De alguna manera, la tristeza es un sentimiento noble que reconduce los espíritus hacia el mundo de las ideas, hacia regiones interiores donde la belleza y el orden son todavía recuerdos queridos y afanes posibles. (Pág., 195).

Si de alguna manera hubiéramos de recordar un amor apasionado a quien lo perdió, el siguiente párrafo sería una buena guía:

De un nudo de su tronco a la altura de mis manos, salen una ramitas jóvenes, con hojas todavía verdes. Corto con el mayor cuidado dos de esas pequeñas ramas. Una es para José. Cuando regresemos le hablaré de ese árbol grande y sano. Le diré que Edelgard duerme a la sombra de ese árbol… (Pág., 235).

Y Abella guarda las dos ramitas en un bolsillo cercano a su corazón. ¿Para quién es la segunda?

El romanticismo -de raíces alemanas- manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al ser humano, da prioridad a los sentimientos. José Antonio Abella aporta junto a estos el necesario punto de realismo:

¿Es que los hombres no se dan cuenta de algo tan sencillo de entender por cualquier mujer, ni tan siquiera los poetas? ¿Es que no comprende que ella no quiere ser vista en ese estado y menos por él? ¿Es que no le importa? ¿Acaso está José tan seguro de su amor que se siente con fuerza para superar las pruebas más difíciles?  (Pág., 336).

No podría terminar sin aludir a un momento que me parece especialmente delicado y tierno de la novela: CHATKA PUCHATKA. Un libro para niños. Una película de Walt Disney.  El osito “Winnie Pooh". Una escuela especial:

-La escuela –pregunto a la joven maestra ya sin duda sobre su oficio- ¿es para niños minusválidos?
-Sí, ya lo está viendo –me responde ella en un castellano casi perfecto- pero la palabra “minusválidos” no es del todo apropiada. ¿Se vale menos por no poder caminar…? (Pág., 593)

Pido disculpas a quien esto lea por el abuso de citas, por la poca aportación. Pero me parece más útil y provechoso leer a José Antonio Abella que perderse en disquisiciones. Cierro con otra cita más:

Las palabras enamoradas de Edelgard y de José son el sustento de este libro. Estamos hechos de palabras. Las palabras son las moléculas de nuestro ser, y mientras ellas vivan tendrá sentido la ceniza. (pág., 442)  


sábado, 3 de enero de 2015

El Náufrago y La Isla. La sonrisa robada, José Antonio Abella


Cuando se hizo necesario buscar referencias sobre La sonrisa robada, -como si de un viaje a Roma donde todos los caminos conducen- todos los indicadores señalaban un destino desconocido: La Isla del Náufrago. Tal vez porque uno a lo largo de los años va coleccionando manías que por suyas son queridas y a las que no está dispuesto a renunciar. Tal vez porque nunca fui demasiado adicto al dinero de plástico más práctico e higiénico que el manoseado papel moneda. Talvez porque a uno le gusta sufrir viendo como la billetera pierde prestigio tras cada pago al contado. O tal vez por fidelidad con el librero amigo; a punto ya de adquirir una tarjeta “prepago seguro”, el Pepito Grillo que uno lleva dentro sugirió:

  -Tanto que presumes de amistad, ¿por qué no consultas con Álvaro? (el librero amigo)-
Dicho, hecho y solucionado.
  -Hombre de poca fe –me dijo- ahora mismo pido algunos ejemplares.

Con ayuda de Google que facilitó las coordenadas, la localización de La Isla del Náufrago fue fácil y su exploración no exenta de sorpresa (una isla en tierra adentro. En Segovia) gratificante. Quien esté interesado en destinos culturales nuevos puede utilizar este enlace, más completo y expresivo que cuanto yo pueda aportar.

“Ambiciosa, difícil y conseguida” Gonzalo Santonja copresidente del jurado del XII Premio de la Crítica de Castilla y León. El Norte de Castilla 22-10-2014
“Una novela muy arriesgada que puede gustar a un público muy diverso” Pedro Ojeda Escudero portavoz del jurado del XII Premio de la Crítica de Castilla y León. El Norte de Castilla 22-10-2014

A estas opiniones sobre La sonrisa robada de José Antonio Abella añadiría yo, alguna reflexión de mi cosecha: el premio cuyo galardón consiste en una escultura de Venancio Blanco se sitúa entre los de mayor prestigio de Castilla y León y carece de dotación económica.

En mi opinión, si la novela estuviera amparada por un premio de “relumbrón” de los que fijan limpian y dan esplendor a la novela española y editada por la empresa que mantiene y dota el relumbre, en mi opinión –repito-  el autor sería mucho más conocido, la novela también y la tirada mucho más amplia. Cabe dudar si le hubieran dejado ser la misma.

La novela “historia de oro” como la define Abella derrocha frescura, autenticidad y realismo solo posibles desde la libertad de acción. Cuando no hay condicionantes al escribir; cuando uno cuenta lo que siente y quiere contar con total libertad sin ataduras sociales ni económicas y cuando como es el caso, se va a editar “sí o sí” dejando el juicio al lector y el beneficio a la gran causa de una asociación cultural sin ánimo de lucro.

José Antonio:

Desde  la indisciplina de la confianza que me otorgo, permíteme agradecerte el gran regalo de Reyes que supone La sonrisa robada, porque es una historia de amor que se lee de corrido, interesa y atrapa. Por las enseñanzas  que encierra. Porque en cierto modo obliga a continuar tu labor investigadora para comprender la historia también desde "el otro lado". 

¡Gracias!

José Antonio Abella es autor también de:
Yuda, La esfera de humo, Crónicas de Umbroso, La tierra leve,  y de un libro de relatos titulado Unas pocas palabras verdaderas.



jueves, 1 de enero de 2015

Certidumbre, investigación, rigor. La sonrisa robada, José Antonio Abella


Recibimos la novela con una cita de Goethe perteneciente a Las desdichas del joven Werther y la promesa del autor de que cuanto nos espera procede de investigaciones rigurosamente ciertas, hasta el límite posible del rigor y la certeza (La sonrisa robada [presentación]). Certidumbre. Investigación. Rigor. ¿Qué encierra La sonrisa robada?

Basada en una relación imposible. En la realidad histórica de la Segunda Guerra Mundial. Contada por José Antonio Abella, narrador en primera persona. Protagonista (tal vez involuntario). Motor de búsqueda en una maraña histórica con vocación de olvido. Coordinador de correspondencias y diarios, La sonrisa robada supone el compendio de una labor documental que cualquiera quisiera para sí y solo algunos realizan.

Es una historia de amor y denuncia narrada con lenguaje claro preñado de nombres extraños. Un libro de historia en el que la veracidad de esta camina paralela a la historia de los protagonistas. Es también la reconstrucción de un escenario dantesco, lleno de excesos, donde la estupidez de los ideologismos, y humana, desde cualquier postulado,  quedan patentes generando una situación de guerra en la como en todas la primera víctima es la verdad; las siguientes los niños y seres más débiles.

Abella en referencia a la historia dice:

[…] para avanzar en el laberinto de la Historia, podemos seguir el hilo de pequeñas historias que la sustentan e iluminan, un hilo dorado que nos ayuda a buscar la salida de sus túneles oscuros, cegados a veces por los derrumbes de toneladas de erudición o embarrados por las interpretaciones resbaladizas. (La sonrisa robada, pag., 240).

Aun arrollada por la historia no debemos perder otro hilo: el de la enfermedad muscular de Edelgard pues constituye una parte fundamental del tema. El perfil médico de Abella toma partido en el diagnóstico para situarlo en lugar preferente. Promueve y mantiene una investigación  apasionante en la narración por cuanto que sus consecuencias condicionan la relación sentimental con José; el conflicto político-social con los valores establecidos y el entorno próximo de la familia, al tiempo que se crea un punto de duda con la posible participación de Oskar Lambrecht en el programa eugenésico Lebensborn (Fuente de vida) para elevar la pureza de la raza aria a su más ato nivel.

Finalizamos y comenzamos año con una novela documentada y documental.