Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 29 de mayo de 2014

De la comedia moratiniana al esperpento. De El sí de las niñas a Luces de bohemia


La comedia moratiniana saca a la luz las debilidades sociales mediante una crítica sin estridencias, simplificando la intriga y aportando toques sentimentales a los personajes. Los autores neoclásicos eran conscientes de la importancia del teatro no solo como diversión pública, sino también como vehículo educador. Esta comedia de costumbres burguesas llega a España a través de Molière y junto a ella llega la llamada “lacrimosa” también de origen francés (comédie larmoyante), un híbrido entre la comedia y la tragedia que suele rayar en lo folletinesco. El sí de las niñas se sitúa en la frontera de esta última y solo la gran sensibilidad de Moratín, consigue la detención de la lágrima y la conversión de la risa en sonrisa con una fórmula que arraigó en el público. El teatro espectacular y costoso de tradición barroca fue quedando atrás.
El espectador de El sí de las niñas ve personajes desvalidos (Paquita) junto a otros jocosos (Calamocha) ridículos y/o egoístas (doña Irene), unidos por lazos de convivencia o afectivos. Al unir lo egoísta a lo sensible, lo divertido a lo lloroso la comedia alcanza la valoración de drama romántico. Todo ello amalgamado con un final feliz y la resignación del perdedor (don Diego), lleva a la lección final pretendida. Si educar es señalar y corregir defectos, la educación está servida.

Una lectura rápida de Luces de bohemia deja un sabor a sainete de  costumbrismo madrileño con tono desgarrado, a teatro arrabalero. Encontramos alusiones a personas y sucedidos contemporáneos y conocidos con marcado trasfondo de protesta social. Acomodados en esa primera lectura podríamos quedarnos en un paralelismo con la obra de Moratín –que lo hay - con óptica y objetivos diferentes. 
En el entorno de Moratín, más reformista que revolucionario, era la autoridad paterna malentendida y la falta de libertad individual especialmente en la mujer el hecho denunciable. El de Valle-Inclán es el de una España caduca enfermiza  y sin arraigo. Los periódicos de los años 1919 y 20 recogen con frecuencia la noticia de alguien que muere de hambre y frío en algún lugar de la ciudad, la muerte tiene reflejo constante (y final) en Luces de bohemia como también  lo tiene la realidad sangrante de la vida modernista de poetas y escritores luchando con la pobreza desde colaboraciones mal pagadas. En ambos casos, por convencimiento o por la fuerza hay sometimiento a la autoridad impuesta.
Ambos autores manejan a sus personajes a través del diálogo. Moratín lo hace en función de la edad, el sexo y el estado social con gracia y alegría acompañadas del justo dolor. Valle-Inclán se aparta del habla pausado y comedido de sus personajes anteriores (Bradomín) llenos de un romanticismo tal vez deseosos de escapar de la realidad. Los actuales hablan deformando la realidad para escapar también de ella.
Tanto El sí de las niñas como Luces de bohemia pretenden y son denuncia y enseñanza desde perspectivas diferentes, con lenguaje diferente y un siglo de separación. Las lágrimas contenidas tras las que se contemplan ambas realidades coinciden en ambos  casos.
La conclusión final es que no sé porqué me meto yo en estos jardines.


jueves, 22 de mayo de 2014

De las seguridades que dan los padres y los tutores y lo que se debe fiar en el sí de las niñas. Leandro Fernández de Moratín


Una obra en la que la trama: chica enamorada-oposición de padres o tutores-triunfo de la razón y el amor, figura en los manuales  como la consagración de Moratín ante sus contemporáneos y ante la posteridad requiere un acercamiento a las razones del éxito de un argumento que hoy nos suena a recurrente, por lo cual nos  alejamos en el tiempo, retrocedemos hasta 1609, año en el que Lope de Vega publica un texto ensayístico en verso de teoría dramática: El Nuevo arte de hacer comedias en este tiempo, en el que desarrolla la teoría del teatro barroco. Lope rompe la norma renacentista según la cual la obra debía tener una sola acción principal, un único  escenario y transcurrir en un único día. La acción de sus tragicomedias  no se limita a un  día, ni a un escenario.  Junto a la acción principal hay otras paralelas frecuentemente protagonizadas por personajes secundarios. Cualquier asunto literario o de vida puede convertirse  en teatro. Los temas son muchos, con un fondo común: el honor relacionado con el amor. Si la ofensa se produce por seducir a una dama -casada o no- no son los celos la pasión o el despecho lo que ha de lavarse, sino la honra.

Moratín con El sí de las niñas –comedia española de buenas costumbres- rompe el concepto barroco, y retomando los parámetros clásicos demuestra que la renovación del teatro nacional era posible, comercial y del gusto del público. Su concepto de comedia queda perfectamente reflejado en el prólogo a sus Obras dramáticas y líricas:
Imitación de un diálogo (escrito en prosa o verso) de un suceso ocurrido en un lugar y en pocas horas, entre personas particulares, por medio del cual, y de la oportuna expresión de afectos y caracteres, resultan puestos en ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad y recomendadas por consiguiente la verdad y la virtud.
Poner en ridículo los vicios y errores y recomendar la verdad y la virtud
Las relaciones amorosas tienen en El sí de las niñas poco desarrollo, limitándose a un  amor casto en busca de matrimonio, cediendo el protagonismo a los matrimonios desiguales y las relaciones paternofiliales.
El tema de los matrimonios desiguales viene a denunciar la situación creada por una ley de Carlos III por la que era indispensable el consentimiento de los padres para contraer matrimonio.
Respecto de las relaciones padre-hijo (tutor en este caso) Moratín defiende que si bien el hijo (hija) debe ser obediente y estar atento a las indicaciones de los padres, estos, deben ser racionales en el uso de la autoridad sin imponer decisiones tomadas por el interés personal. A este respecto hay dos modelos de padre perfectamente identificados:
Don Diego: racional, desinteresado, sensato y capaz del sacrificio.
Doña Irene: caprichosa, irracional, egoísta, pretende, por interés personal imponer un matrimonio a su hija en beneficio propio.
Modelo positivo y negativo. El sí de las niñas es una comedia de buenas costumbres pensada para entretener e instruir, con un carácter didáctico que pretende transmitir al espectador una postura concreta, ante un problema concreto.
Esta fue nuestra lectura.


miércoles, 7 de mayo de 2014

Por el camino de la fantasía Vanguardista. Rosa-Fría patinadora de la luna, María Teresa León Goyri


Aun cuando la infancia quede perdida en los laberintos del cerebro y su recuerdo sea una nebulosa, Caperucita Roja, Blancanieves, La bella durmiente o Pinocho, conservan para muchos de nosotros, visos de realidad mientras olvidados en alguna estantería esperan despertar si en algún momento las  voces infantiles saturadas de Hello Kitti, Bob Esponja o la interminable tribu de las Monster High demandan nuevos personajes con los que apaciguar su hiperactividad. No es fácil reinventar la ilusión de nuestra infancia y trasplantarla a sobrinos o nietos, pero una vez conseguido los personajes de los cuentos de nuestra nostalgia tal vez demasiado simples y en exceso románticos, son aceptados de buen grado.
Tampoco es fácil reinventarse como niños sin caer en la parodia. La lectura de Rosa Fría alejados por convicción de  que no por ser de época anterior nuestros cuentos eran mejores, presenta a nuestro juicio, una irrealidad conflictiva. En Caperucita, es verosímil que el  lobo hable, como también lo es la vaca azulina con manchas rojas de Rosa-Fría, pero para un niño a pesar de la Playstation 4, que seguramente maneja con soltura, no es fácil entender:

Agua destilada por el pico del albatros
Que los luceros pidan whisky para  calentarse
Colas arrastrando como militares con sable
Indudablemente es verosímil que la tortuguita se siente en una mesa pero…
De pronto, pidió lechuga, cucarachas, de una camarera que no la oyó
El día 21, el día 31, el día 40
En la calle el invierno dormía helado en los troncos y en las aceras.
Ni siquiera la mala, malísima madrastra de Disney, enfurecida…
Le hubiera tirado dos galápagos a los ojos al carbonero
Ni hubiera amenazado a Blancanieves con sacarle los ojos para que se los comiera el gato.

Nos parecen -y son- expresiones de vanguardia “no aptas para todos los públicos”
Reflexionando sobre los nueve cuentos de María Teresa León llegamos, salvando las muchas diferencias existentes y sin afán de polemizar, a un paralelismo con el controvertido artículo de Juan Goytisolo en la revista Ínsula: Para una literatura nacional popular, defendiendo la novela de alcance social en el que arremetía contra Ortega y Gasset y sus teorías sobre el arte deshumanizado. Goytisolo viene a afirmar que con la deshumanización, por exceso de intelectualismo, la novela se aleja del pueblo.
No se trata de comparaciones, sino de resultados paralelos. Los cuentos contenidos en Rosa-Fría plagados de personificaciones y surrealismo se alejan de la mente infantil para acercarse por el camino de la fantasía vanguardista, más al intelectual maduro que al niño. Nuestro mentor Pedro Ojeda afirma en su Aproximación a Rosa-Fría (10-04-2014): "inicialmente el libro está dirigido a un público infantil". Inicialmente.
Conocemos  a María Teresa León como "la eterna compañera" en lugar de cómo  escritora, activista política y embajadora de las letras españolas, tal vez por cuestiones de género o tal vez porque Rosa-Fría no fue cortejada por el celuloide.

Decíamos que no es fácil reinventarse como niños, tampoco somos capaces de establecer cuál es en la actualidad, el momento idóneo para introducir a los -yo diría alumnos más que niños- en el mundo de las Vanguardias y la fantasía onírica. Desde nuestra realidad, desde hoy, y tras alguna que otra consulta a los manuales hemos disfrutado “como niños” de la obra de María Teresa León.