Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 28 de diciembre de 2017

MATRÍCULA ABIERTA A UN TALLER DE ESCRITURA. La noche que no paró de llover.


Sobre la mesa, algunos papeles emborronados y La noche que no paró de llover de Laura Castañón. La voz sonó a mi espalda:

-Con una sola palabra: cómo definirías la novela?

Tal vez la enigmática mirada de la portada enmarcada en un campo de amapolas, originó la pregunta.

De mujeres, surgió espontánea la respuesta, pero no sirve, son dos las palabras. Memoria por sí sola, define poco, histórica, separada de la anterior no procede y juntas incumplo la condición impuesta: «una sola». Es de mujeres, pero no sólo para ellas –pienso. Se adentra en nuestro pasado próximo, lo que se ha dado en llamar memoria histórica. En el vivir sin vivir de la tercera (o cuarta, qué se yo) edad. En la relación de pareja: costumbrista (Valeria-Alfredo), comprometida (Gadea-Arsenio), entregada (Emma-Laia), creativa (Feli-Guiller). Estos, componentes de un taller de escritura (vínculo con la autora) hacen investigación periodística como medio y fuente para una novela. En algo más de quinientas páginas con paréntesis y párrafos esdrújulos (por la longitud) sentimiento, mucho sentimiento, citas de canciones e  instantáneas precisas de la vida diaria, recorremos una ciudad: Gijón que tras años difíciles, surgió como el Ave Fénix de sus cenizas (frase hecha).

Giro la silla hacia mi interlocutora para encontrarme con sus ojos:

         -¿Con una sola palabra? Ecléctica.

Si no fuese por la condición impuesta añadiría que tiene mucho de lección de vida y matrícula abierta a un taller de lectura.

Lo sé. Lo sé, abuso de los paréntesis. Es un intento premeditado de interactuar con la autora.


lunes, 18 de diciembre de 2017

La noche que no paró de llover


Emmanuel Sougez: Deux amies

Para este desocupado lector cada nuevo libro conlleva nuevas sensaciones. Si el autor –autora en este caso– es conocido y leído la sensación se acompaña de expectación; si por añadidura el espacio que forma parte de la trama: Barrio de la Arena, El Muro, Playa de San Lorenzo, Plazuela de San Miguel, Cimadevilla, Termas romanas, Revillagigedo…, resulta conocido entonces, la fantasía verosímil se desborda y me encuentro virtualmente La noche que no paró de llover con «el irresistible encanto de aquella mujer pelirroja» (pág. 32); perdón, quiero decir con la mismísima escritora: Laura Castañón.


Apenas sobrepasadas unas páginas creo encontrar algunas claves en tono de mensaje de autora: …, la 104, que había quedado libre (quedar libre en una residencia de ancianos tenía su aquel) […] (lista de espera brutal, con aquellos precio, quien lo diría) [...] que no se notara que la desinfección había sido justo antes de entrar. No da buena impresión. […] el taller literario se ha ido al carajo mientras…, […] ellos viven de dar buena impresión…, […] el olor a muerte […] de ausencia y alzhéimer…; remedando a Feli saco la moleskine, la abro y anoto estos y otros detalles, tal vez el tema vaya por ahí, tal vez no, no sé; Valeria es una anciana solitaria; Laia y Emma está llenas de vida; Gijón es un encanto. Dejo al lado las emociones para seguir leyendo.