Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

lunes, 19 de noviembre de 2018

FILEK. El estafador que engañó a Franco. Sinfonía inacabada.



Al modo y manera de la sinfonía en si menor, D-757 de Schubert de solo dos movimientos y de la que está por demostrar que el autor tuviera idea de añadir más, de igual modo, la Guerra Civil Española como tema, inspiración o base para la novela, parece también inacabable.


Novela o «libro sin ficción» como dice Martínez Pisón, Filek ahonda en el delirio de grandeza que Franco tenía del concepto nación. Su Nación. Baste recordar la orla que circundaba la peseta de 1946-1963: «por la Gracia de Dios»; España con el Régimen había de alcanzar, partiendo de la nada [1] las más altas cotas de desarrollo y riqueza.


La novela –llamémosla así– pone de manifiesto gracias a una investigación rigurosa, la triste realidad de dos situaciones de diferente magnitud pero igual intención: la miseria del comportamiento de los vencedores:

Hacinados en condiciones infrahumanas los vencidos, despojados de sus pertenencias quedan a la espera de no ser «agraciados en una saca». Lo fueron al menos dos mil quinientos del bando nacional en Paracuellos y cincuenta mil del republicano en cunetas de media España –dice el autor.

De otro lado aún como protagonista pero ejerciendo de telón de fondo aparece el cuento de hadas de La Filekina en el que un combustible revolucionario despierta la megalomanía de un gobierno autárquico sediento de recursos.

Han de salvarse muchas, muchísimas diferencias, pero paralelismos haberlos hailos. Parece (y digo parece) como si todo dirigente elegido o impuesto quedase, desde el momento mismo de su nombramiento, revestido de facultades que lo convierten en dirigente omnisciente, gracias a lo cual puede, a su albedrío, quitar-poner, crear-eliminar; decir aquello y lo contrario sin consecuencia ninguna.

Esta (tal vez sesgada) y otras muchas conclusiones rondan tras la lectura de Filek. Compleja particularmente en su primera parte por la proliferación de nombres plagados de consonantes, fechas y situaciones se lee con facilidad sin que la atención decaiga. Es más fácil de entender para quienes vivieron la época y muy recomendable para quienes, históricamente quieran acercarse a la sinrazón de aquellos y lamentablemente otros muchos gobiernos de cualquier color, raza y condición que hacen del Estado su particular patio de Monipodio.

Pudiera ser que estemos abocados a sinfonías inacabadas.


[1] Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria (Groucho Marx)