Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

lunes, 2 de julio de 2018

Empezó con un paseo. Vicente Blasco Ibáñez





Casa Museo Blasco Ibáñez  en la playa de la Malvarrosa de Valencia


Realmente, creo, todo empezó el día anterior en la relajación de un paseo (otro más) por la playa de la Malvarrosa. Cada día, cada vez, siempre, superada la rotonda de la depuradora, la retina fija en el cerebro la terraza con cariátides y pilares jónicos de una villa singular y notoria ubicada en la calle Isabel de Villena. En 1902 fue “chalet”, en 1939 lugar de recreo de FET y de las JONS. Alcanzó las más altas cotas de ruina y descuido en los ochenta para terminar derribado en su totalidad. Ya en la década de 1990 retomó –reconstrucción de por medio– el aspecto de 1902. En la actualidad es casa-museo con salón de actos y centro de investigación. Me atrevo a decir que su arquitectura neogriega y pompeyana un tanto..., diferente y espectacular en función del entorno define, en cierto modo a su inicial propietario: Vicente Blasco Ibáñez. Hoy, tras café y media tostada con tomate y aceite en el Mercado de Colón hace un paseo por el Parterre, en el recuerdo Cañas y barro, La barraca, La araña negra, La bodega. En la librería cercana, (espacio por autor: Blasco Ibáñez) Los cuatro jinetes del Apocalipsis que, publicada por primera vez en 1916 su versión traducida al inglés fue el libro más vendido en Estados Unidos en 1919 según Publishers Weekly.
Uno de los cuatro jinetes –sin cita previa– se adelanta al resto y me espeta dos preguntas:
-¿Por qué el mito valenciano, repatriado ya cadáver en loor de multitud por los políticos republicanos del 33 ocupa un lugar tan menguado en el canon de las letras españolas?
-¿Por qué quedó en el olvido?
De vuelta ya, a la sombra del imponente edificio del Banco de Valencia y con «Los jinetes» bajo el brazo recuerdo su biografía: Blasco Ibáñez no fue abandonado por los lectores. Sí, en cierto modo por los críticos y sin duda ninguna, tanto él como su obra resultaron perseguidos antes y después de su muerte impidiendo hasta fechas muy próximas la circulación de sus libros. Se cerró en torno a él lo que hoy llaman “cordón sanitario” mejor aún –recordando su vinculación con el cine– una «conspiración de silencio» pese –o tal vez por ello– a presentar una biografía plural y apasionante. Político, periodista, gran viajero, activista, guionista, magnate del cine, fundador de ciudades, antimonárquico, anticlerical y dueño de una suntuosa mansión en la Riviera francesa; su concepción del escritor difería un tanto del sentir, digamos oficial. En su carta de 1918 a Julio Cejador aparecen algunas claves acerca de sus ideas sobre el arte de novelar que nos sitúan en la rampa de la comprensión:
Y lo digo de buena fe: yo soy un hombre de acción que ha hecho de mi vida algo más que libros, y no gusta de permanecer inmóvil durante tres meses en un sillón con el pecho contra una mesa, escribiendo diez horas al día.
Pretendemos continuar a pesar del estío