Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

domingo, 29 de enero de 2017

-¿DE AQUELLOS POLVOS ESTOS LODOS? AL TEATRO LO QUE ES DEL TEATRO.



Matrona o prostituta, sacerdotisa o emperatriz, la mujer en la Antigua Roma era considerada inferior según las leyes y permanecía siempre como una menor, es decir, jurídicamente igual que un niño. Dependía de la autoridad de su padre y si contraía matrimonio, de la de su esposo. De aquellos polvos, estos lodos.
El cuerpo sin vida de una mujer con señales de violencia ha sido hallado esta mañana en una vivienda de la urbanización de El Pocero en Seseña (Toledo). Horas después, la Guardia Civil ha detenido a su pareja, […] la Policía Judicial de la Guardia Civil está investigando la autoría del suceso, así como el grado de implicación del detenido en los hechos.
El País 28 ENE 2017
Casi a diario desayunamos con una noticia como la que precede a estas líneas y la pregunta se impone: ¿qué hacer para detener la violencia contra la mujer? De la duda surgen –políticamente justificadoras las más de las veces– soluciones como el teléfono 016, el alejamiento, la pulsera telemática, etc.; bienvenidas sean estas o cualquiera otra actuación en este sentido pero, quizá debiéramos plantearnos si el problema no hunde sus raíces en una forma de educación, en la relación de poder que la sociedad patriarcal estableció entre hombre y mujer. En el primer párrafo aludíamos a la Antigua Roma pero no es necesario retroceder tanto para encontrar situaciones de dominio de aquel sobre esta. Roberto Cantoral[1] popularizó la canción  El preso número nueve en cuyo contenido hay un mensaje inequívoco:
Al preso número nueve ya lo van a confesar.
Está rezando en la celda con el cura del penal.
Porque antes de amanecer la vida le han de quitar.
Porque mató a su mujer y a un amigo desleal
En 1993 Patrice Leconte[2] estrenó una película con el título La maté porque era mía (Tango). Recientemente el articulista José Confuso se preguntaba: « ¿Hay que acabar de una vez por todas con Mujeres Hombres y viceversa? Se les tacha de machistas […] y con todo llevan ocho años en antena».[3] Sin motivo aparente el cancionero, el cine, la prensa, han hecho mención a la mujer como propiedad del hombre y el teatro ha recogido el aplauso al don Juan burlador desde,  El infamador (1581) de Juan de la Cueva,[4] hasta, por ejemplo, La sombra del  Tenorio (1944) de Alonso Santos.[5]
El tema (más bien sinrazón) que, sin duda existió en el imaginario popular mucho antes de tomar cuerpo literario ha maridado con la noticia al releer El burlador de Sevilla. En la obra –dejando  para mejor ocasión el comentario sobre varias prostitutas y el intento de engaño a otra dama llamada Beatriz– cuatro  mujeres resultan burladas por «el campeón»: Isabela, Tisbea, Ana de Ulloa y Arminta, dos nobles y dos plebeyas «no importa la condición».
Pero… se impone la reflexión.
Los escritores del XVII obligados por espectadores, autores de comedia, actores y su propia subsistencia, reflejaron en Don Juan el deseo de divertimento de la sociedad, decantándose por la «reconocida» superioridad del hombre frente a la mujer como tema teatral. Lo verdaderamente dramático en este nuestro siglo XXI se evidencia a poco que indaguemos: «Desde los 18 hasta los 29 años, la cantidad de víctimas de violencia doméstica crece en España de forma progresiva. Muy especialmente desde los 19 años…»[6].
Al margen de la absurda «igualdad», la sociedad va allanando la senda de las desigualdades. Demos al teatro lo que es del teatro y a nosotros como sociedad, la capacidad de convencer razonando, de poco sirven las órdenes ni los dispositivos electrónicos ante la sinrazón.



[1] Roberto Cantoral García (1935 – 2010) cantante y compositor mexicano.
[2] Director de cine, guionista y actor francés.
[3] Periódico EL PAÍS (2-10-2016).
[4] Poeta y dramaturgo (1543 - 1612).
[5] Dramaturgo, director escénico, guionista.
[6] Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, Jóvenes y género el estado de la cuestión, CRS – FAD, 2014

lunes, 23 de enero de 2017

EJEMPLARES POR LO NUEVAS: CERVANTES Y LA MUJER. La gitanilla, Rinconete y Cortadillo, La española inglesa.


La gitanilla. detalle en el monumento a Cervantes (Madrid)

Rebautizados como Rinconete y Cortadillo; Rincón y Cortado, desterrado aquel, huido este, vienen  a ser dos pillos que ubicados en la particular sociedad de los amigos de lo ajeno buscan la inmunidad bajo el paraguas protector, estrecho y controlado del señor Monipodio.

Las mujeres de Rinconete y Cortadillo son… poco escrupulosas, no muy inteligentes y la honra, para ellas, está en impreciso término. Cervantes las describe con nombres peculiares y anteponiendo –por si hubiera duda– el artículo la junto a su nombre. La Gananciosa y la Escalanta entran con Monipodio: «entraron con él dos mozas […] llenas de desenfado y desvergüenza: […] en viéndolas Rinconete y Cortadillo conocieron que eran de la casa llana y no se engañaron en nada». Después, entra Juliana la Cariharta quejándose del trato recibido por su «novio»: «y allí entre unos olivares, me desnudó, y con la petrina […] me dio tantos azotes que me dejó por muerta». La Gananciosa la consuela al modo y manera que corresponde a su oficio: «Porque quiero que sepas que a lo que se quiere bien se castiga; y cuando estos bellacones nos dan, y azotan, y acocean, entonces nos adoran».

Las mujeres aquí son lo que son: el reverso de la medalla de Las novelas en las que la mayor parte de las damas reúnen todas las cualidades físicas, espirituales y sociales.

Cervantes, obstinado vuelve al robo –de personas y libertades– en La gitanilla. Preciosa, la noble gitanilla, es honesta entre ladrones, limpia entre gente sucia, bella: «Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, […] pudieran deslustrar su rostro ni curtir sus manos».
Juan de Cárcamo, deja todo por amor y acepta vivir como el gitano Andrés Caballero con tal de que Preciosa le acepte como esposo: «determiné de hacer por ti cuanto tu voluntad acertase a pedirme […] pues, es tu gusto que el mío al tuyo se ajuste y acomode, cuéntame por gitano».

Recalcitrante, Cervantes retoma el tema del rapto en La española inglesa con Isabela: «la más hermosa criatura que había en toda la ciudad», obligada a vivir en Inglaterra (enemiga de España al menos en aquellos tiempos) en calidad de esclava si bien en una familia noble de corazón y rango cuyo hijo se la declara. Ella escucha «con los ojos bajos mostrando que su honestidad igualaba a su hermosura y a su mucha discreción su recato». También queda destacada en Las novelas ejemplares la belleza espiritual cuando Isabel (Isabela) pierde temporalmente –Ricardo (Ricaredo) no lo sabe– la belleza física:

«yo Isabela desde el punto que te quise fue con otro amor que aquel que tiene su fin y paradero en el cumplimiento del sensual apetito […] tus infinitas virtudes me aprisionaron el alma, de manera que, si hermosa te quise, fea te adoro».

Las damas bellas, discretas y nobles aun sin ser de linaje son amadas por sus caballeros. El tema del honor en la mujer merece a los ojos de Cervantes lugar destacado en sus Novelas. La mujer está dispuesta a perder la vida en aras de la castidad, la honestidad y el honor como queda expuesto en otro pasaje de La gitanilla:

«aunque soy gitana pobre y humildemente nacida […] una sola joya tengo que estimo más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad […] Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino atada con las ligaduras y lazos del matrimonio».


  El matrimonio, a veces forzado u obligado era la solución. Los tiempos han cambiado, el mensaje permanece.

lunes, 9 de enero de 2017

LIBERTAD, UNA INMENSA COLUMNA DE AGUA. Don Quijote de Manhattan, de Marina Perezagua.


Todo es nuevo bajo el sol que resplandece sobre los rascacielos, cuando el Caballero de Manhattan cuenta a su ayuda de cámara un sueño singular: Entre pasada y pasada de dos aviones que surcaban los cielos, apareciose una pastora engendradora de torres de nombre Marcela, «que de tan compasiva, se volvió habitable para acoger a las almas que en el mundo restaban» tras la destrucción de las dos torres «recias, altísimas, repletas de gente en sus entrañas», sembradas por Marcela y don Quijote.

De este sueño en el que como en todos, se mezcla lo real con lo irreal, lo absurdo con lo sensato, la sensación vivida con el recuerdo brumoso, nacen en don Quijote de Manhattan aventuras y sucesos en torno a la búsqueda de su nuevo amor: Marcela.

Por mor de los cinco siglos transcurridos o la necesidad de un nuevo significado Marina Perezagua cambia a Dulcinea por Marcela. ¿Por qué? ¿Como metáfora de la libertad? Pudiera ser.

La bella Marcela, amor imposible de Grisóstomo (Quijote 1,13) viene a ser una torre de libertad: «yo nací libre y para poder vivir escogí la soledad de los campos: los árboles de estas montañas son mi compañía; las claras aguas de estos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura […] Yo, como sabéis tengo riquezas propias y no codicio las ajenas; tengo libre condición y no gusto de sujetarme» (Quijote 1,14). Tras el discurso Marcela marcha sin esperar repuesta, algunos pretenden seguirla pero don Quijote de la Mancha, lo impide: «ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela» (1,14).

Las palabras de la bella pastora encuentran eco siglos más tarde. La grandeza de la libertad ciega a quienes la niegan en pos de la opresión. Este podría ser uno de los mensajes.


A diez páginas del final «convencido de que aquel era el momento propicio de cobijarse en su Marcela, de conquistarla, de penetrarla, de amarla desde dentro», vive el de Manhattan el mayor de sus desengaños: «Marcela pasó de ser sólida a convertirse en una inmensa columna de agua…».