Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 2 de febrero de 2012

Haberlas. Haylas. Sonata de primavera



Es de justicia comenzar diciendo que las meigas, tan arraigadas en la tradición popular asturiana, y especialmente en la gallega, se diferencian de las brujas en que estas actúan siempre con maldad, llegando a pactar con los demonios. Las meigas, por el contrario, son conocidas como curanderas y videntes, las gentes acuden a ellas para ser curadas con sus rescritos, ensalmos y conjuros.
Tras publicar la Sonata de estío, debió quedarle a Valle Inclán, el vacío de la superstición de su tierra gallega que tantas otras veces sacó a la luz. No es por tanto de extrañar que en Sonata de Primavera, aún rodeado por las vides y olivos de la campiña de  Ligura se asome al mundo de la magia, el misterio y el hechizo, en ausencia de la Santa Compaña casi inevitable en el paisaje gallego.
Bradomín -lo hemos visto- se acompaña de una religiosidad ficticia arropada por las fuerzas del infierno agazapadas tras su honor de caballero. El diablo, jugador de ventaja, siempre presente en hechizos y conjuras, debió ser quien puso en manos de la vieja hechicera el anillo destinado a causar su desdicha. Las fuerzas del bien, imbuidas quizá por María Rosario y personificadas en el oportuno monje benedictino “no dudo que es vuestro Ángel quien se sirve de mí para salvaros la vida”, acuden al rescate -inmerecido- del casquivano noble.
La narración, por deseo del autor, continúa con reminiscencias gallegas. La casa con la cornamenta de buey en el tejado y la vieja hechicera hilando a la puerta -aire fantasmal de brujería-  en la que la altanería de Bradomín ha de plegarse a las intenciones maléficas de la bruja, contrastan con el misticismo del palacio de Gaetani.
Tal vez ha querido Valle Inclán destacar algunos fundamentos de la tradición popular. La brujería esconde una falsa religiosidad y sus resultados son contemplados desde el lado de la fe como influencias diabólicas.
“De repente (María Rosario), con una fuerza trágica se descubrió el rostro y clamó enronquecida:
“¡Aquí peligra vuestra vida…! ¡Salid hoy mismo!

Imagen las tres Moiras  (Mitología griega). No es lo mismo, pero…..
Personifican el destino. Eran tres: una hila el destino en su rueca, otra devana el hilo dirigiendo el curso de la vida, la tercera  corta el hilo de la vida eligiendo la forma de la muerte.

9 comentarios:

pancho dijo...

Vamos viendo que Valle no rehúye tema ninguno. En ellos comprobamos el tratamiento tan personal e inconfundible que le da. Tiene un componente bastante provocador que trate la brujería justo con la Semana Santa.

Muy buena y oportuna extensión sobre las ciencias ocultas.

Un abrazo.

Marina dijo...

Hola amigo Paco. Dos cositas:

1.- No sé de dónde has sacado la foto, pero es sencillamente espectacular. Me fascina todo lo que tiene que ver con brujas, magos, hechiceros y, por supuesto, MeigAS.

2.- ¿Para cuando escribes una novela? Me encanta como cuentas las cosas, como relatas los hechos y como sabes transmitir...te queda un pequeño paso y creo que ya debes pensar en darle.

3.- Besos.

Ele Bergón dijo...

Muy interesante esa alusión a las meigas y a la Galicia natal de Valle. La verdad que a mi esa parte me ha parecido como algo añadido al texto y por algo lo haría.

Un abrazo

Luz

Abejita de la Vega dijo...

La imagen de las tres "moiras" es perfectamente válida para ilustrar tu entrada. Y muy adecuada.

María Rosario salva a Bradomín, lo salva terrenalmente. En el Tenorio, doña Inés lo salvaba para toda la eternidad. Donjuanes tan diferentes.

El ambiente es de religiosidad sofocante, ficticia... como bien dices. Como contrapartida, este ambiente de brujas que tan bien nos relatas.

Besos, Paco.

Ángeles dijo...

Paco, conocí una meiga en A Coruña, y era como tú dices una persona muy anciana, con una sabiduría mágica. No sé como pudo adivinar problemas de los cuatro amigos que íbamos paseando por un bosque protegido de Broño... ella estaba tecogiendo hierbas y surgió una conversación de la que aún hoy me impacta, porque no sabía nada de nosotros, y de pronto estábamos casi desnudos ante ella, por todo lo que sabía sobre nosotros.

No me extraña que Valle Inclán hablase de ellas.

Un abrazo.

Merche Pallarés dijo...

Preciosa la foto y muy interesante tu entrada sobre las meigas. Muchos besotes, M.

Myriam dijo...

¡Estupendo tu análisis, Paco!. No tenía idea de la diferencia entre meigas y brujas. Y todo lo que dices de los paisajes, sensacional. Lo mismo sobre brujería y religiosidad. ¡Qué delicia leerte!

Un abrazo

matrioska_verde dijo...

cando hay algo que non entedemos decimos. "é cousa de meigas"... quizá en los tiempos actuales, en que cada vez hay menos contacto con el rural (el rural de entonces) se va perdiendo parte de esta tradición.

¡hasta las meigas ya no son lo que eran!

hay otra expresión que usamos: "tempos veredes", que es como decir: vivir para ver.

biquiños,

Marina dijo...

Un poco de lectura para que veas si mi mirada es o no felina.

http://marinahm.blogspot.com/2009_02_09_archive.html

Lo publiqué al poco tiempo de abrir el blog. Ahora lo escribiría de otra forma...quizá para peor. Espero que te guste.
Un abrazote