Las nuevas tecnologías
nos acercan a la historia reciente o antigua, nos permiten volver a visitar
lugares y paisajes en los que jugamos de niños e incluso, rizando el rizo,
contemplar -virtualmente- con cierta aproximación un poblado neolítico.
Para ahondar en nuestras
raíces nos necesitamos a nosotros mismos y a nuestros mayores que son el disco
duro de la vida, un potencial no estimado suficientemente. Tras el impacto emocional cuando ellos desaparecen, las aguas vuelven a su cauce la vida debe continuar y continúa; un
buen día la pantalla del portátil pasa a segundo término superada por una caja
con cartas y fotografías, pliegues marcados en las primeras, difuminadas y oscurecidas las segundas.
Raíces de papel fotográfico en blanco y negro deformadas por el ostracismo se
abren paso entre la tierra que las cubre para ennoblecerse con un marco que colocamos -ahora con orgullo- en el
salón o la mesa de trabajo.
Son los abuelos -decimos- Micaela y Ramón.
7 comentarios:
Nos acercan a lo imposible desde una realidad que parece todo lo contrario.
Un abrazo
Nos devuelven un instante del pasado que ya no comprendemos.
Besos, Paco.
Micaela y Ramón.
Los bisabuelos que nos trajeron a los abuelos, y éstos a los padres, que nos envolvían cuando éramos críos, y siguen haciéndolo cuando nos imaginamos ya criados...
¿Cuánto de ellos hay en nosotros?
¡Cuánto de ellos reconocemos en los que vinimos después!
La magia de la ciencia, de la evolución que cada día nos enseña...
La magia de unas viejas fotografías en blanco y negro, que ponen negro sobre blanco en nuestras vidas.
¡Qué curioso! Tal como la tinta sobre el lienzo.
Realmente, es otra forma de escribirnos a nosotros mismos.
Benditos Abuelos...
Bellas raíces....
y bendita tecnología...
Besos
Quien olvida sus raíces se condena a desperdiciarse.
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