Expresiones como: “valga
la redundancia” o “las comparaciones son odiosas", se descalifican por sí
mismas. Si la redundancia no aporta nueva información, no redundemos. Si comparar es detestable, no comparemos. El
recorrido hoy por Intemperie de Jesús
Carrasco, nace a la luz de las (quizá fuera más acertado decir fuentes) comparaciones.
Tal vez por lo sorpresivo del éxito, o por la condición de debutante, o por
política editorial, o vaya usted a saber, lo evidente es que, la nómina
familiar adjudicada a Intemperie
resulta notoria: Hernán Rivera, Miguel
Delibes, Cormac McCarthy, Raymond Clevie Carver, Ignacio Aldecoa….
A través del agujero de
arcilla de este espacio no acertamos a posicionarnos sobre la legitimidad o
adscripción de tal familia por esto nos alejamos como liebre acosada por hurón de estas
etiquetas, y tomando por bandera que hay tantas obras como lectores, nos atrevemos a decir que lo más importante en la novela no es lo que el autor dice, si no como lo
dice. Las cinco primeras palabras marcan ya el ritmo de la historia. En el
espacio de 213 páginas con caracteres aptos para ligera presbicia, construye,
en prosa impecable con tintes de poesía una trama capaz de colocar al lector en
estado de tensión. Algunas claves que posteriormente se confirman, aparecen ya
en las primeras páginas:
La estampa del padre,
solícito y servil, volvió a su mente en compañía del alguacil. Una escena que,
como ninguna otra provocaba en su cuerpo desórdenes de todo tipo.
En páginas posteriores hay señales de un
desarrollo futuro, pero solo es eso, una intuición que confirmaremos o
rechazaremos. La tensión narrativa se mantiene, el lector-espectador se obliga
a continuar la lectura, y esa es otra seña de identidad que justifica la
instantaneidad del éxito.
8 comentarios:
En efecto, Paco. El lenguaje de esta novela funciona como un preciso cuchillo desde el inicio. Y sabe mantener el tajo.
Pues no sé, no sé si podré terminarla...
Jesús Carrasco debería de contratarte como representante.
Lo has vendido muy bien.
biquiños,
Aparentemente el argumento no presenta excesiva complejidad, pero después hay simbolismos e imágenes que agrandan el significado de lo escrito.
La tierra madre es el principio y el fin de toda forma de existencia, también el agujero de arcilla es el principio y el fin de la novela, pero con cliente diferente en el interior.
Un abrazo
Acompañamos al niño desde el agujero de arcilla hasta el olivar y la llanura que tanto le impone. El cabrero y el alguacil, el bien y el mal. Algo tiene el libro cuando le seguimos por tan terribles andurriales.
Un abrazo, Paco.
La lectura de la misma se hace cíclica, en un principio parece que no encontremos repuestas a las preguntas, pero en su avance, nos dejamos llevar, como bien dices, por esa intuición que podemos entresacar de entre sus líneas hallando definitivamente las contestaciones a los interrogantes iniciales.
Siempre me gustó tu ingenio, desde que llegué aquí!
Besos
Efectivamente es la tensión narrativa la que te hace seguir en la lectura, pero como comenta Myriam, yo tuve un momento que dudé en continuar. Creo que a veces es excesiva su crudeza.
Un abrazo
Luz
Me parece que la novela está bien, claro está, pero realmente el argumento es escaso, y lento, muy lento, aunque impactante. Algo previsible también. Quizás debería, tanto el argumento como el lenguaje, precipitarse más hacia el final. Los acontecimientos exteriores son escasos y los interiores están hiperpotenciados en su emotividad y en su lenguaje. Buena parte de la novela parece una descripción, en detalle, de imágenes de una película del oeste, con sus simplificaciones también. No sé si hay más palabras de las necesarias. En general me ha gustado, pero hay algo que no acaba de convencerme por completo. Repito que no he leído, recientemente, a Delibes, y que lo fácil es, casi siempre, en literatura y en tantas otras cosas, criticar, ya que lo difícil es escribir, así que quede clara mi admiración y respeto por su autor.
No sé qué pensáis vosotros.
Un abrazo
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