No
diré que me ha sorprendido.
Vivimos
tiempos nuevos, y con esta verdad de Perogrullo quiero referirme a este tiempo tecnológico de desarrollo
continuo en el que los acontecimientos
se transmiten por “la red” prácticamente
en tiempo real.
7:30
AM, café con leche, tostadas (2), recojo mis bártulos sin olvidar el Smartphone,
bus repleto –tengo que hacer un artículo para Literatura y Periodismo- voy
sobrado de hora, la lucecita azul parpadea: es un WhastApp. No me ha
sorprendido, tal vez sí apenado y empujado a la reflexión recibir la ecografía
enviada por una alborozada pareja cercana: “Te mando la primera fotografía de
nuestra hija”.
¿Por
qué he de extrañarme que si los niños,
tan pronto adquieren capacidad visual, si ya están en la red desde el seno materno, se resistan a tomar el “bibe” de refuerzo si
papá no pone los Cantajuegos en su Smartphone; que alcanzados los tres años, lo
educacionalmente correcto sea que se familiaricen con la consola, para que a
los cinco manejen la tablet con soltura y a los siete tengan la necesidad vital e imperiosa de un móvil
con tarifa plana?
Hoy
un niño mientras toma el pecho está ya recibiendo estímulos e imágenes
televisivas en ocasiones violentas que, sin propósito pero con insistencia, se
van grabando en su cerebro. Formación suplementaria; inconsciente si se quiere,
pero formación al fin de contenido no controlado. Esto sin hablar de la publicidad. No hay
grupo social que, especialmente en fechas señaladas, reciba más presión publicitaria
televisiva –muchas veces engañosa- que el infantil. No es este un alegato
contra las nuevas tecnologías. No. Sí, una llamada de atención a la propia
conciencia.
Ordenadores
tablets y smarthones, son necesarios, imprescindibles, pero no debemos dejar a
un medio mecánico, por muy técnico y sofisticado que sea la formación infantil.
Es obvio que el binomio niño – pantalla dará como fruto tranquilidad en el
entorno familiar abrumado por el trabajo; novedosos conocimientos; asombro de
familiares y orgullo de padres y abuelos. No lo es menos que aun cuando
elijamos para la consola juegos estimulantes la relación humana, se verá
resentida.
La
televisión anula el diálogo en las comidas, el WhatsApp se cuela en nuestras
reuniones, Facebook divulga a nuestro pesar imágenes de un evento en el que
sólo pretendíamos participar. La tecnología que forma ya parte de nuestra vida,
debe estar presente en la escuela y en la vida como herramienta no como fin, la
educación en suma debe dejarse a los educadores humanos.
A fuer de ser
sincero no me sorprende, pero me confunde.
2 comentarios:
Estamos en una mala digestión de las herramientas digitales. Un momento crucial: ¿aprenderemos a usarlas para no perder las claves de comunicación que nos han hecho seres humanos o prescindiremos de nuestra realidad física cada vez con más alegría?
Magnífico tema para el debate, Paco.
También he visto este verano cómo un niño de menos de un año cerraba la boca y se quedaba sin respirar si hacía falta para que su madre le enseñara el móvil antes de meterle una cucharada. Qué chantajistas son ya desde pequeños.
Objeto de deseo.
Un abrazo.
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