Paisaje de Úbeda con la Sierra Mágina
al fondo
Confortados por el “veranillo de san
Martín” se encontraron un día de noviembre en la entrada de la librería, lugar
donde ambos recalan con frecuencia. El más joven viene a ser un transeúnte callejero
extrovertido y mirón de la vida urbana, el mayor por el contrario introvertido solitario
y culto gusta del cobijo de la casa. En cualquier caso son buenos amigos,
comparten y comentan lecturas.
-Acabo de leer El mudejarillo como me recomendaste
-¿Y bien?
-Pues… no sé; es como la sencillez en
estado puro, como si el narrador fuera en ocasiones un niño. Desde luego hay que
tener presente de quien está hablando el narrador. Quiero imaginarme a un no
conocedor del santoral cristiano y creo que se perdería.
-No hace falta ser cristiano para
conocen la obra de Juan de la Cruz. De todas formas creo que te dejé un apunte
biográfico de sus primeros años como apoyo de la lectura.
-Me gusta empezar de cero “le plaisir
de la découverte” y en este sentido si he de reconocer que la descripción de cuanto
contenía Fontiveros es una solución magistral, una hoja por ambas caras señalando contenido hasta en sus más mínimos detalles. La pregunta y la respuesta de
los niños se me han quedado grabadas.
La
torre, la iglesia, las campanas, […] Y los cristianos y los moriscos, y muchas
cosas y muchos oficios más.
- ¿Y cómo va a haber tantas cosas en tu pueblo
si es más pequeño que Arévalo?
- No sé.
-No me dices nada de los toques de
ironía, el acercamiento al lenguaje de la época, la poetización del ambiente en
que se desenvuelve fray Juan…
-¡Eh! ¡Para! ¡Para! Que te sigo como
lector pero no soy de letras.
-¿Y el recurso del encuentro con
Cervantes?
-¡Ah! ¿Pero también está Cervantes?
-Busca el capítulo de El señor Miguel:
-
Porque
mi amigo andaba a vueltas con escribir un libro o novela sobre un hombre
inocente que había conocido y que quería dejar el mundo limpio de injusticia y
bellaquerías con el esfuerzo de su brazo […] tenía ya escrito algo y hasta
mucho del libro del inocente, sobre todo cuando había estado en la cárcel…
-Tendré que volver a Jiménez Lozano,
hasta ahora sólo había leído alguno de sus artículos en la tercera de ABC.
5 comentarios:
Diálogo erasmista y sabio para hacernos aumentar el deseo de la lectura. Todo un acierto.
Tocando los puntos vitales de la novela.
Ese don Miguel del final del libro puede pasar inadvertido, no es histórico pero encaja a la perfección en un libro como este. Como ese fray Luis de León que habla en voz baja en una librería con un amigo,chis chis chis. Un placer leer tu diálogo.
Besos, Paco.
Creo que tienes razón en la aparente sencilez de lo que leemos, parece que no le faltan ni sobran palabras, como a los buenos poetas. Un cordial saludo.
Pues yo aunque conociendo la obra
de San Juan de la Cruz y su noche oscura y todo lo demás,
si no hubiera sabido de antemano que se trataba sobre
su vida, me hubiera requeteperdido y abandonado la lectura a medio camino. Mira si iba a estar pendiente de que la tal Catalina de la que habla al principio era justo la madre de San Juan, como si fuera la única. Creo que lo he dicho antes en el blog de Pedro, esto es lo que no me ha gustado del libro de Jimenez Lozano. En cambio si me gustó mucho el lenguaje y aproximación sencilla del narrador.
Besos
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