Tal vez sea justo aceptar en Los Pazos de Ulloa de doña Emilia Pardo
Bazán reminiscencias folletinescas que entiendo presumiblemente calculadas y de
obligado cumplimiento, en aras de conseguir el objetivo propuesto.
Pongamos que una mujer, joven, rica,
aristocrática, esposa y madre, pretende mediante una novela, si no suscitar un debate, sí al menos mostrar
determinada realidad social, política o moral no muy ortodoxa. Pongamos que en
1887 el 52% de la población masculina mayor de 10 años (3,5 millones de hombres)
no sabe escribir, pongamos así mismo que el 77% de la población femenina con
más de 10 años (5,3 millones de mujeres), tampoco sabe escribir. Pongamos entonces, que no es en este estrato social donde la novela encontrará el núcleo necesario de lectores. Nuestra
aristocrática autora es seguida por otro modelo de lector: aristocracia,
burguesía, clero…, en consecuencia si la pretensión es cuestionar la vida y
milagros del posible -literalmente único- cliente, aquel que no ha sabido, o no
ha querido, conservar su función social pero sí mantener la ociosidad, la irresponsabilidad y en muchos de los casos la violencia,
la narración debe estar exquisitamente calculada no sólo para que se venda,
principalmente para que se atienda y se entienda un mensaje hasta entonces nunca lanzado.
Emilia Pardo Bazán, mujer, joven,
rica, esposa y madre, en 1886 con el recuerdo de observaciones realizadas
durante años deja constancia de la desaparición de ideas sociales de una
burguesía tal vez paternalista vigentes años antes, y en el recorrido su mirada topa con
nuevos grupos: a una clase de curas de pueblo codiciosos, oportunistas e
ignorantes ha de sumarse, consecuencia de la falta de dirigentes capaces, otro elemento social: el cacique embrutecido salido del pueblo
capaz de imponerse por la fuerza el miedo y la usura. Su patrimonio aumenta con el hurto, la
obediencia que le prestan responde al miedo y con la coacción, interviene en la vida
política de la comarca.
Todo esto era real en 1886. En Los Pazos de Ulloa asistimos a lo que fue la autoaniquilación de la
clase dominante a través de una novela que podremos tildar de folletinesca, definir como de tesis, o hasta adjudicarle, a no ser por la escasa presencia del “pueblo llano” el calificativo de social . Esto había
que decirlo como lo dijo doña Emilia, o de otro modo. Pero mejor así. En cualquier caso estamos ante
una gran novela, que hace pensar.
3 comentarios:
Una novela de tesis que entretiene, enseña y emociona. ¡Qué poco nos interesan los finales sorprendentes? ¡Qué placer ir viviendo sus cuadros de vida, con sus detalles de paisajes y paisanajes! Ya he descubierto como se sale con la suya el cura Julián, a su manera, claro. Lo que nos decías el martes...
Me voy con la Chispa y compañía.
Besos, Paco.
Como Ma Ángeles dice, una novela que entretiene,
enseña, emociona y muy, muy bien escrita.
Y muy valiente.
Besos, Paco
En efecto, no había otra si se quería calar con el mensaje. Todo un acierto.
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