Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

domingo, 2 de diciembre de 2018

LA MARCA ESPAÑA. Vicente Blasco Ibáñez

Imagen: Luis Lonjedo en Las Provincias

Ni un solo comentario sobre Blasco Ibáñez puede abordarse separando su vida pública de sus novelas, su obra, enmarcada en un contexto nacional e internacional de gran aceptación, se cuestiona en torno a la tantas veces planteada incompatibilidad entre número de lectores y calidad o en la composición de las capas sociales que gustan de esas lecturas. Todo novelista –entiendo– escribe bajo el influjo de un  impulso interior buscando transmitir nuevas ideas nacidas de una situación, una noticia, un libro o un personaje olvidado que de pronto reaparece. Y escribe con la finalidad de gustar al público y –discutible pero cierto– el objetivo de aumentar el número de lectores, o sea: ventas. Resulta incuestionable que fama y dinero permiten enfrentarse a circunstancias adversas e incluso al poder establecido, con mayor posibilidad de éxito aunque para ello haya que sacrificar honores y títulos, cargar con la negación y con el exilio. Un autor favorecido por economía saneada puede seguir siendo consecuente con sus ideas, satisfacer a su público y soportar la crítica; el público será quien capte y valore el contenido de la obra. Grosso modo esto es válido en cualquier época y en la decimonónica de Blasco la sociedad responde de un lado a las demandas del mercado capitalista y de otro a las necesidades de un proletariado en alza que, al no llegar a la literatura tradicional vigente demanda una ficción más activa que lo mantenga pendiente de la trama. Algo a caballo entre lo artístico y lo folletinesco.

Entre los escritores y crítica de su tiempo y el escritor-empresario-aventurero fiel al naturalismo en época de las vanguardias que persiguió –o fue perseguido– por riqueza y fortuna hay diferencias dignas de mención. Frente a la sobriedad la abundancia; frente a la economía mermada frecuente en la Generación del 98 el traslado en “Rolls Royce” de la villa de Menton a Monte Carlo; frente a cierta pasividad una vida de viajes, aventuras, duelos, mítines, cárcel, arengas...; frente a ediciones cortas y localistas, miles de ejemplares en varias lenguas. En el éxito pudo residir la razón –o sinrazón– de un olvido consensuado y premeditado. Pocos o ningún trabajo sobre Blasco prescinde de su frenética actividad política y social; sus contemporáneos en la escritura se comprometieron sí; pero en ningún modo con tal intensidad. Escritor de un éxito impensable a principios del XX, tras Los cuatro jinetes del Apocalipsis recorre varias veces Europa y América en clave apoteósica asediado por editoriales y productoras cinematográficas. Millonario, dueño de villas de recreo, viajero en yate..., mantuvo con orgullo su valencianismo:

Yo sabéis que soy muy valenciano. Yo soy todo lo que se puede ser de valenciano. Yo he sido bautizado ahí enfrente, en la «parroquia de los pillos», en la de San Juan. Yo he nacido en el corazón de Valencia. Yo he jugado en todas estas calles del mercado.
Esta mañana me acordaba yo, al inaugurar una escuela pública en el Cabañal, y mientras cantaban los niños de las escuelas de Ayuntamiento, y cuando les oía cantar me decía: “«yo también he sido xiquet de los que cantaban en la escuela. Yo he pertenecido a las escuelas municipales y hasta una vez he cantado el mes de María en la iglesia de San Bartolomé».[1]

y en consecuencia su españolidad (la marca España) por el mundo.


[1] , Discurso pronunciado en Valencia el 16 de mayo de 1921 al agradecer el nombramiento de Director honoris causa del Centro Cultural de Valencia.

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente entrada. Me consta que el personaje te ha atrapado. No merece menos: un autor de éxito que tiene una vida apasionante. Y una obra siempre agradecida para el lector. Comenzamos una aventura plena esta Navidad en la que nos acompaña.

La seña Carmen dijo...

Y todo eso que cuentas lo sabe llevar a las páginas de su novela, introduciéndonos en un mundo de ricos sin demasiados complejos.

Myriam dijo...

¡Tengo muy presente nuestras conversación en Burgos!

Besos y Felices Fietas