Como gobernador le tratan, a Mío Cid le comparan, pero él ha de hablar como alcahuete. ¡Buen comienzo!
He aquí a Sancho ante la duquesa inquisidora, tanto se fía de ella que a punto estuvo de mirar debajo del faldellín de las damas en busca de escuchantes ocultos. Todo para confirmar que su amo está loco ante tan selecta concurrencia. Curiosamente dice: “mi señora Dulcinea” (luego admite que Dulcinea existe), y a continuación: “que le he dado a entender que está encantada no siendo más verdad” ( es una labradora, luego no existe).¿Quién está más loco?.
Con éste artificio el Autor, por boca del mismo Sancho prepara la respuesta a la duquesa: “si estás tonto y loco, no estás en condiciones de gobernar”. Bonito juego literario para tener dispuesta cualquier salida.
Aún reconociendo las razones aportadas en su contra, Sancho hace una defensa impecable basada en los valores humanos: Somos vecinos, me necesita, me paga, seré fiel hasta la muerte, perderé valores terrenos pero ganaré un sitio en el cielo. ¡Cuánto sabes amigo!.
Tras los razonamientos anteriores, (permítaseme un símil taurino) termina Sancho su faena, rematando con refranes y dichos populares y preparando así la suerte siguiente mientras doña Rodríguez, sale al quite de su señora con escaso éxito. La solución para salir de éste apuro le viene a la duquesa recogiendo el mismo razonamiento que utilizó Sancho, que en el presente capítulo es el protagonista indiscutible: La hidalguía y caballerosidad de su esposo, que no dejará de cumplir la palabra empeñada.
Nuestro hombre parece estar preparando la tesis para su nombramiento de gobernador, se supera a sí mismo y presenta sus credenciales: “caritativo, compasivo, perro viejo, buen oidor y presto para el aprendizaje”. La ladina duquesa viendo que la diversión se le va de las manos, admite sin reservas el encantamiento de Dulcinea que es confirmado por Sancho aludiendo a la visión de Montesinos. Esta respuesta se presta a doble lectura: vuelve a mimetizarse con la locura de su amo admitiendo todo lo que contó al salir de la cueva, o por el contrario es tan hábil que está preparando el terreno para asegurarse el gobierno de la ínsula prometida. Yo personalmente me inclino por la segunda “encájeme ese gobierno y verá maravillas”.
No quiere la duquesa perder el hilo y consigue que Sancho le cuente con pelos y señales la aventura de la cueva acumulando así nuevos conocimientos para continuar con la farsa. Para mantener el fuego sagrado, reafirma la importancia de cuanto ha manifestado el escudero “todo cuanto aquí ha dicho el buen Sancho son sentencias catonianas”; posiblemente él no sabe de qué habla, pero la frase es tan contundente que basta para que nuestro amigo, crecido, se lance a otra disertación que oportunamente corta la duquesa.
Es el momento de efímera gloria del actor principal, por lo que aprovechando su posición dominante solicita cuidados para su rucio y no duda, ahora que puede, en enviar un recado a doña Rodríguez.
La duquesa está plenamente realizada, satisfecha, feliz, ha utilizado su casa, a su dueña a Sancho, a las doncellas, toda la trama está preparada para conseguir su objetivo: Un nuevo acto de la obra cómica que con cargo a caballero y escudero tiene en proyecto.
4 comentarios:
Y así la Duquesa, consiguió la información que quería...
A Sancho le entran todos los males cuando escucha que por culpa de un amo loco le van a tener que privar del gobierno de la ínsula prometida. Ello da lugar al rosario de refranes con mejor encaje que uno haya escuchado.
Por mí tienes todos los permisos con póliza, rúbrica y sello por duplicado, es más, la tauromaquia ha sido y es una fuente inagotable de la que se ha surtido el Castellano desde hace siglos. Lo que no sé es si podremos seguir disfrutando de estos términos por mucho tiempo con tantos impedimentos éticos y morales que le están poniendo a golpe de decreto.
Amigo Paco, tus comentarios se mejoran por semanas. El de hoy me ha gustado muchísimo..., será que asistes a unas clases sin parangón con el amigo Pedro.
La declaración de lealtad y amor (casi se podría decir) que hace Sancho sobre su amo es sublime:
"seguirle tengo: somos de un mismo lugar, he comido su pan, quiérole bien, es agradecido, diome sus pollinos, y, sobre todo, yo soy fiel; y así, es imposible que nos pueda apartar otro suceso que el de la pala y azadón".
Hasta la muerte, como los casados en vicaría, aunque estos últimos no suelen cumplir ya sus promesas. Sancho seguro que lo haría.
Excelente resumen del capítulo. Has tocado todas las teclas necesarias. Le tengo una manía a esa duquesa... Besotes, M.
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