Carlos Ortega
Entendiendo juego como: ” Habilidad o astucia para conseguir algo” y por escarbar en las múltiples posibilidades de interpretación que la novela nos ofrece se me ocurre que Cervantes, utilizando la locura y cordura de don Quijote, juega en ésta ocasión con el lector para conseguir involucrarle en la acción, hacerle copartícipe de la obra y sensibilizarlo así con los afanes y desvelos del hidalgo.
Veamos: En el primer diálogo con Sancho, don Quijote reclama:
Comprensión. “Yo lloro cuando cantas”.
Menos dureza. “Imagino que eres hecho de mármol o de duro bronce”.
Colaboración con su causa. “Con buen ánimo y denuedo agradecido date trescientos o cuatrocientos azotes a buena cuenta de los del desencanto de Dulcinea; y esto rogando te lo suplico”.
Compañía. “Pasaremos lo que resta de la noche cantando, yo mi tristeza y tú tu firmeza”.
Desde esta perspectiva, asistimos a un lamento ante la derrota y la soledad, le asalta el recuerdo del día que trató de imponerse a Sancho propinándole dos mil azotes a cuenta., (cap. 60/II) con resultado negativo. Con su escudero no puede contar para el desencanto.
“Que no quiero venir contigo a los brazos como la otra vez, porque sé que los tienes pesados”.
Imponerse no puede, las súplicas no sirven. La obra ha colocado a Sancho en tal nivel que ha de recurrir a reproches y promesas:
“Por mí te has visto gobernador y por mí te vees con esperanzas propincuas de ser conde o tener otro título equivalente”.
Y firma la frase con un lema latino -“tras las tinieblas espero la luz”- utilizado por Juan de la Cuesta en la imprenta donde vio la luz El Quijote, Cervantes podría referirse una vez más, con la introducción de éste lema a la obra de Avellaneda significando la claridad que aporta la segunda parte a la autoría de la obra.
Los lectores tienen asumido que no habrá más aventuras, por tanto Cervantes introduce accidentes como la escena de los puercos, un hábil juego para mantener la atención, al tiempo que sirve para tornar al caballero a su locura aceptando la afrenta como castigo a su derrota.
Para difuminar la sensación de burla que podía provocarnos, coloca a don Quijote en nuevo estado de melancolía entonando un cantar entre lágrimas y suspiros, y nuevamente nos situamos en su lugar.
El juego literario continúa hasta casi predisponernos con Sancho que lejos de consolar a su vencido amo duerme a pierna suelta sin que nada le estorbe.
Así terminado, el capítulo sería un puro trámite, por lo que Cervantes, en un nuevo juego, introduce otro elemento para que esto no ocurra. Diez hombres de a caballo y cinco de a pie pertrechados para la guerra, secuestran a amo y mozo conduciéndolos hasta un patio del castillo del duque, -al que creíamos desaparecido de escena-, aderezado de tal suerte que les dobló el miedo.
Nos identificamos con el personaje hasta casi fundirnos con él. El suspense está servido y el objetivo de provocar deseo de seguir leyendo, plenamente conseguido.
8 comentarios:
Ya nada sorprende, cualquier cosa es posible...aunque ya lo extraordinario, que es lógico...ocurrirá en el último capítulo.
Me imagino que la tristeza de la derrota acompañó a los lectores en el pasado y a nosotros ahora....un abrazo
Excelente. El arte Barroco es uno de los primeros en jugar así con el recpetor. Cervantes pide que juguemos con él porque él lo hace desde la primera palabra.
Buen análisis de una de las razones de la grandeza y universalidad de la obra. Sin tener que plegarse siempre al gusto de los lectores, se las arregla para atraer su atención. Este capítulo es un modelo de utilización del narrador con diálogos y bosquejo de monólogos, aunque sea porque los secuestradores le imponen silencio.
Un abrazo.
Me gusta muchisimo tu post, amigo. Me ha encantado tu analisis.
Muy bueno.
Un abrazo.
Me sumo a mis compañeros destacando la excelencia de tu análisis.
Un abrazo
Es increible la habilidad de Cervantes para jugar con nosotros, como tan bien lo señalas.
Besos
Es verdad, Cervantes juega con el lector para que empatice, como se dice ahora, con un héroe convertido en antihéroe. Le patean los cerdos y le secuestran unos mamarrachos que le dedican extraños vituperios. Miedo, mucho miedo tienen al llegar al castillo. Y nosotros nos dolemos con ellos.
Una entrada muy bien estructurada la tuya. Un abrazo.
Es cierto, no había caído antes en la cuenta: Cervantes, muy ladinamente, nos involucra en la obra. Poniéndonos de parte de su personaje, y empezando a sentir casi aversión por el autor.
Muy guapo has dejado tu blog, y muy bien diseccionado el capítulo.
Felicidades por hacerlo tan bien, Paco.
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