Hasta la “Atalaya” -así llamaba él a su rincón de trabajo en el ático- llegaba el eco de la airada discusión entre Cris, su hija, una adolescente inmadura e insatisfecha, con quien podía hacer meses que no mantenía una conversación, cuya principal obsesión era mantener determinado aspecto físico y su esposa, responsable de una tienda de modas que trasladaba a su vida y entorno el pretendido perfeccionismo de los modelos de pasarela. La escena, normal por lo repetitiva terminó con el dedo corazón de Cris apuntando al cielo y dirigido a su madre acompañado por el temblor de la cancela del jardín. Su esposa se enfundó de nuevo los guantes, a juego con las zapatillas y el delantal, para continuar cortando las rosas que, como cada día pondrían la única nota de color y naturalidad en la mesa familiar.
Volvió a la mesa de trabajo, un cuestionario le aguardaba pendiente de rellenar.
- Vamos a implantar una valoración de puestos de trabajo, cada uno de Vds., deberá rellenar un cuestionario que será analizado por un equipo de consultores externo…
La verdad es que últimamente se encontraba apático, el mundo estaba lleno de cosas más bellas que las que hasta ahora le aportaba su estúpida vida, la sensación de haberse perdido algo, le llevó a la conclusión de que debía recuperarlo; de pronto se vio cruzando el jardín silbando no sabía qué.
- ¿Hoy no llevas portafolios?
- No me hace falta. ¡Adiós!
El propietario de la tienda, cuando el cliente con aspecto de ejecutivo preguntó por él, pensó que se trataba de una de esos inspectores que de cuando en vez le arruinaban el día; el pesar se torno en gozo tras el primer saludo y así se lo hizo saber.
- Me ha dado un buén susto.
No se sorprendió, las motocicletas “custom” tenían gran aceptación entre gente de mediana edad.
- Me gusta la, roja y plata, pero con respaldo y barras laterales.
- Le colocaré unas de 32 que van de cine para ese modelo. ¿Algo más?
- Sí. Esas empuñaduras de manillar en cuero negro con flecos.
- En una hora lo tiene todo montado, ¡Ah! Le llenaré el depósito.
Cambió americana y corbata por chaqueta de cuero, y arrancó.
- Inés, anúncieme a don Luis, vengo a entregarle el cuestionario.
- ¡Martínez!, como siempre tan cumplidor, siéntese por favor. Pero… debe de haber un error esto está en blanco.
- No hay error, tras veinte años de trabajo, nadie va a obligarme a la prueba del polígrafo. ¡Hasta nunca!
Atravesó varias veces la ciudad con el sonido del escape como música de fondo, el aire ahuyentando la vida que dejaba atrás y la libertad como único destino. Aparcó en el jardín sobre un macizo de rosas mutilado en parte y se dirigió a su “Atalaya” dispuesto a preparar una pira con todo aquello que le recordase mundos carentes de sentido.
- ¡Cris! Dile a tu padre, si quiere bajar a cenar, últimamente está imposible.
- Díselo tú, está dormido sobre el maldito cuestionario.
"En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen; la gran mayoría de los sueños se roncan". (Enrique Jardiel Poncela).
7 comentarios:
Se sueña la libertad. Al despertar, la pesadilla de lo cotidiano seguírá allí.
Un abrazo.
A ver si tengo suerte... Esa moto era su pasaporte a la libertad "imaginada", porque siempre hay que rellenar formularios...
Tus posts anteriores ¡maravillosos! No me extiendo más por si no se publica. Besotes, M.
Pero no me negaras que soñar es bonito. Además es una manera de recordar aquello que deseamos.
Una entrada para reflexionar.
Un abrazo
Yo también tuve una moto por el mismo procedimiento...
Qué bien sueñas, de todas las formas...
Vaya, vaya! Ahora que llego de leer a la Abejita de la Vega, en ese mundo ideal de sueños perfilados en todo su esplendor, despertar del tuyo es como darse un chapuzón de realidades!!
¡Pero que bello es soñar!!!Y hasta sin cerrar los ojos!!!
Besos y abrazos!!!
¡¡PERO QUE BUENO PACO!!
el relato genial y el final de 10.
esperemos que después del sueño haga algo con su vida.
biquiños,
Espero que mi sueño no ronque demasiado y gracias por tu relato motero tan original.
Besos
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