Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 27 de octubre de 2011

El palacio de Brandeso – Sonata de otoño




La  tupida sombra que los plátanos orientales con sus copas entrelazadas proyectan, parece negarse a admitir que el solsticio de verano ha terminado. En claro contraste el suave olor a castañas asadas que  recorre  el paseo anuncia pertinaz  que el  otoño envuelve a la población con  su sinfonía de colores. El Palacio de Brandeso con su fachada heráldica a la sombra de sus viejos jardines, da testimonio de su genealogía.

Entre sus paredes, perdura agazapado un mundo de siglos, rancio y con cuerpo, como el vino que se coge en la Fontela; en cada rincón, en cada situación, surgen las pinceladas precisas. “Reinaba en la biblioteca una paz de monasterio”.

En la hora mágica de las veladas junto al fuego de la chimenea, donde “brillan los rubíes de la brasa”, el murmullo de la conversación, torna al pasado, al linaje que envuelve a la familia: condes, marqueses, obispos, mitos de la nobleza, privilegios ilustres o señoríos que para aportar una nota literaria, se remontan a Don Roldán atraído por una sirena.

Los muros de Brandeso, conservan la sombra de la anciana madre de Xavier culpando a Concha de sus extravíos. Bradomín describe a su madre aportando la transcendencia de su linaje “No está en los altares por haber nacido mayorazga y querer perpetuar sus blasones tan esclarecidos”.

Con precisión nos presenta Valle Inclán este Pazo de Brandeso, con una serie de telones de fondo donde la nobleza se refleja  imponiéndonos la solera de la  realidad familiar. El palacio y sus habitantes considerados parte de la historia de España crecen y se magnifican.   
Valle Inclán vuelve a transmitir  la plena sensación de un  otoño -ahora generacional- que se desarrolla en el interior, porque el otoño, su otoño, queda en ambos lados de los muros de Palacio.


Imagen: Pazo de Ximonde Vedra (Santiago)

9 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Tus "palacios de Brandeso" son ¡espectaculares! Besotes, M.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Valle sabe atrapar la atmósfera con este trazo impresionista tan suyo.
Excelente que te hayas fijado en ello.

Kety dijo...

Leyendo estas entradas, me voy a enganchar a Valle.

Gelu dijo...

Buenos días, Paco Cuesta:

Cerca de mi casa hay una casa señorial muy parecida a la de tu fotografía, idónea para imaginar historias detrás de sus paredes.

Hoy, al mirarla, la he comparado y aunque está el día lluvioso, el sol le daba un color distinto, otoñal, pero a pesar de todo vital y mediterráneo.

En el Palacio de Brandeso, hasta la piedra, parecía compartir la enfermedad de Concha.

Saludos.

pancho dijo...

Como diría Pedro: Hay momentos en que parece que se va a despeñar por la pendiente del desvarío: En el palacio de Brandeso brillan los rubíes de la brasa, pero siempre hay algo que rescata la decencia de la expresión en Las Sonatas. Nunca abruma con descripciones espacio - temporales, unos cuantos brochazos de maestro le sirven. En esto le debe mucho a Bécquer y a Rubén Darío.

Excelente ejercicio de creación a ritmo de una sonata.

Una abrazo.

Abejita de la Vega dijo...

Tu pazo es precioso, en mi última entrada puse el que tenía Valle, mucho más modesto.

¡Qué rancia aquella nobleza! La mamá medio santa, la biblioteca donde Bradomín lee florigelios de santas y vírgenes y Concha pensando en el pecado y el infierno. A Valle le importaba un pimiento pero hacía el paripé.

Con tu entrada, respiramos el aire del pazo.

El solsticio quedó atrás, hay que pechar con el equinoccio y la falta de luz. Es una lectura la de la sonata más que apropiada para estos días.

En tu lista de blogs no se actualiza el mío, cosas del Blogger.

Besos

Ele Bergón dijo...

Muy buena recreación de este otoño con sonata. Me gusta lo que dices y como lo escribes.

Un abrazo

Luz

Estrella dijo...

Precisas y elegantes son también estas pinceladas tuyas con las que nos recreas en la relectura de esta sonata tan dulce y tan otoñal en todo.

Saludos, Paco

Firvulag dijo...

No dudo que el Pazo de la fotografía estaría cerca del que tenía en mente Valle al publicar su Sonata de Otoño . Viendo tus fotos me parece retroceder ese siglo que nos separa del Marqués de Bradomín.

Un abrazo.

José Manuel.