Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 3 de noviembre de 2011

El azote de Dios- Sonata de otoño



“Yo la vestía con el cuidado religioso y amante que visten las señoras devotas a las imágenes de que son camaristas”.
Bradomín, y Concha son la  imagen de un catolicismo un tanto peculiar, de una ética al margen de lo que pregonan. Su condición, su linaje o más bien su irrespetuosa piedad,  sitúan a ambos lejos de la austeridad y cerca de los requerimientos de la carne.  La  viste –tras consentir ser desnudada- con religiosidad, ¿Puede haber un catolicismo diferente vinculado a la nobleza? Concha azota a Bradomín con sus cabellos: “¡Es el azote de Dios!” -dice él- “¡Calla hereje!” -responde ella; el marqués aviva los sentimientos detenidos por el tiempo en pos de la consumación refrenada por temor al adulterio. Asistimos a una  contradicción entre el  mundo de la santidad y la presencia continua del pecado, el cinismo evidente de él y la rendición de ella, a las situaciones místicas que  excitan aún más el deseo en los amantes a la sombra y cobijo del palacio. Aun, en ocasiones, Bradomín hace gala de integridad moral: “Dudaba si volver atrás para poner en aquellos labios el beso postrero: Resistí la tentación”.
Sonata de otoño bajo el manto del recogimiento,  deja muestra de una batalla magistral entre erotismo, amor y culpa; el placer de lo prohibido y la transgresión a la moral imperante, amor imposible, frente a ideal romántico.
Releyendo a Valle Inclán este lector se acerca al modernismo en estado puro.

10 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Lección de erotismo que llega al fetichismo y a escenas de tanta fuerza sensual que contradicen todas las normas sociales de moral que dicen proteger.
Qué magnífica entrada, Paco.

pancho dijo...

A mí me parece magistral el uso que hace de la simbología religiosa ligada con el amor y la muerte que planea en todo el relato, y no se puede decir que ofenda (al menos visto desde una perspectiva actual)sensibilidades. No hay un párrafo que no esconda un misterio. Pocos autores hay con sepan mantener esa intensidad.

Excelente reflexión y cierta.

Gelu dijo...

Buenas noches, Paco Cuesta:

Valle hace una crítica de forma poética y con pinceladas de humor a la sociedad y a las conductas.

En los comportamientos se ve la hipocresía. Concha estaba casada, y era madre de dos niñas. No era una novicia. Los criados conocían los amores, y delante de ellos Concha no fingía. Incluso el jovencito Florisel, de doce años, lo sabía.

Saludos.

P.D.: Excelente trabajo.

Merche Pallarés dijo...

Como te dicen todos, querido Paco ¡excelente análisis! Esa ambigüedad erotismo/religión Valle la borda. Besotes, M.

Abejita de la Vega dijo...

Bradomín y Concha tienen una moralidad o inmoralidad muy peculiar. Lo que tú dices, debe ser una catolicismo para aristócratas.

Besos, Paco.

J. G. dijo...

me dan ganas luego de leerlo, me invita mucho el post tuyo tal como describes la cosa.

J. G. dijo...

me dan ganas luego de leerlo, me invita mucho el post tuyo tal como describes la cosa.

RINCON DE AMIGOS dijo...

Hola Paco!!!!
Preciosa narración, te dejo mis saludos...Pat

Myriam dijo...

Hola Paco: He leído ya con mucha atención tus cuatro entradas -que mucho me han gustado- en la que has tocado cuatro aspectos muy relevantes de esta magnífica narración de Valle Inclán en el más puro Otoño modernista.

Un fuerte abrazo

Ele Bergón dijo...

Completamente de acuerdo contigo Paco. Valle-Inclán nos hace sentir de una forma magistral, con una gran carga erótica, esa contradicción entre el deseo y lo prohibido que se hace por eso tan atractivo.

Buena entrada, incluida la foto.

Un abrazo

Luz