“Nos industrializamos para todo lo malo;
quedamos tan arcaicos como antes, para todo lo bueno"
.
Terminamos nuestra última entrada con una
declaración de intenciones y comenzamos con esta sentencia de Pío Baroja en “El
tablado de Arlequín” (página 42)
apropiada a nuestro entender para la
lectura que nos ocupa.
Vidal reaparece al final de la obra, inmerso
en la industria de lo malo, dando un nuevo giro a la trama y despertando en el lector
una expectativa dormida. Manuel en casa de su primo sustituye los andrajos por
ropa limpia (todo un símbolo). Se incorpora al negocio del juego. Hace
proyectos imposibles con la Justa, de
quien estuvo -y posiblemente sigue- enamorado
sin que le preocupe aprovecharse de “su trabajo”. ¿Era esta la
expectativa dormida del lector? Seguramente no pero ya tenemos a Manuel situado. El ambiente de las mafias del juego no es el óptimo. Pero.... está situado.
Con las andanzas del Garro, el
Maestro, la Coronela, el Cojo, despliega Baroja el abanico de las denuncias fundamentadas en una triste realidad:
- La obsesión por ganar dinero a cualquier precio.
- La paralización de la acción de la Justicia por influencias políticas.
- El poder de las mafias.
- Y sin paliativos una denuncia al mundo del Derecho:
¡Qué admirable maquinaria! Desde el primero
hasta el último de aquellos leguleyos, togados y sin togar, sabían explotar al
humilde, al pobre de espíritu, proteger los sagrados intereses de la sociedad
haciendo que el fiel de la Justicia se inclinara siempre por el lado de las
monedas.
Aun hoy, en el actual estado de libertades,
este párrafo encontraría algún control de publicación. Es don Pío.
No se han cumplido las expectativas del
lector, Manuel está otra vez en la calle. La muerte de su primo provoca en él
una reacción contradictoria, “no le ha llegado la buena”. Cuantas veces ha
tomado el camino honrado ha vuelto a abandonarlo; al final de Mala hierba le
encontramos como al final de La busca.
Quizá en Aurora roja todo cambie.
Imagen:
http://www.facebook-gratis.com/
10 comentarios:
Baroja era un visionario porque estamos igual en los cuatro puntos que resaltas... Besotes, M.
¡Si que es malito Baroja: mira que llamar leguleyos a los abogados y con el fiel inclinado a sus bolsillos! :-)
Besos
no estoy siguiendo la lectura pero hay cosas que me suenan mucho: obsesión por la riqueza, influencias polícitas... ¡que desgracia que sigan vigente esos preceptos después de tantos años y después de tantos avances!
biquiños,
No se cumplen las expectativas del lector, este Manuel no tiene arreglo, va de mal en peor, ahora duerme en colchón pero se rodea de la gentuzamás inmoral. Los mendigos eran mucho más dignos.
Ese leguleyo de tu imagen da mucho miedo, esperemos no tener que tropezar con uno de esos.
Besos
Y si simplemente te dejo un abrazo que abarque a tu chica?
Un enorme abrazo para dos.
Por eso don Pío es tan actual, parece escrito ayer mismo. En este país se le han entregado los tres poderes a los partidos políticos y hacer justicia se hace más difícil que hacer injusticia. Demasiadas veces se le quita la venda a la señora, desde fuera, encargada de impartirla a sabiendas.
Certera reflexión. Un abrazo.
El final de la novela es contunde: una sociedad corrupta en todas las esferas, sin esperanza. Un sistema que se cae a pedazos. Qué actual es Baroja.
De acuerdo contigo, con los párrafos subrayados.
Un abrazo
No se cumplen las espectativas del lector porque parece que nos gustan los finales felices, pero Baroja es realista, no acomododaticio.
Buena perspectiva
Un abrazo
Luz
Buenas noches, Paco Cuesta:
¡Qué desilusionado tenía que estar Don Pío!
La ilustración que has elegido es perfecta.
Así es como deben sentirse detrás de la mesa prepotentes y seguros, y así de empequeñecido el pobre que espera justicia y que no le dejan ni hablar.
Poco hemos cambiado -en algunos aspectos- en estos cien años largos.
Saludos.
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