Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 3 de abril de 2014

La saga / fuga de J. B. “Cambiar de identidad”


Lo lógico y lo contradictorio se entrelazan en La saga/fuga de J. B. creando un espacio verosímil, donde todo es posible: el rigor, el disparate, lo grotesco o lo dramático. Walt Disney, en lenguaje escrito en una novela en la que Torrente Ballester crea en el lector un estado de confusión jugando con lo fantástico, lo verosímil y lo legendario.

Uno (yo), se plantea buscar entre leyendas celtas y artúricas, el Santo Grial de un mensaje oculto, de una reflexión. Por pura comodidad, acudimos a un fragmento atrincherado en el recuerdo de las muchas -no todas- páginas superadas:

Bueno, dicho así, de repente, puede parecer raro, fantástico e incluso ofensivo, para los que no dejan de ser quien son durante un año entero, día tras día, al levantarse de la cama (…) al encontrarme con que yo no era el mismo, fui otro y otro más, fui no sé cuantos otros…

Cada mañana, titubeantes aun frente al espejo, este nos devuelve una imagen que nos negamos a aceptar, e inmediatamente, al igual que J. B., queremos ser otro y otro más, nos inventamos interlocutores: este peine tiene las púas demasiado anchas, -decimos al personaje que tenemos enfrente- mientras que estiramos el flequillo en vano  intento de ocultar la fastidiosa calvicie que nos importuna pero no nos obsesiona. Seguimos dando palique al espejo: la barba de dos días da sensación de abandono  y recordamos al vecino -insultantemente joven- que no tiene ni una cana, mientras apuramos el afeitado, pero… ya somos otro... que es el mismo.


Torrente nos invita a no ser como quienes “no dejan de ser quienes son durante un año entero”; a cambiar de identidad,  porque en cada yo hay muchos yo si desechamos prejuicios y concedemos un espacio a la fantasía. 

7 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Querido Paco, qué agudeza. Esta es, efectivamente, la clave de la obra, del narrador y de la mirada. Este juego de identidades del que partir y al que acudir finalmente. De este desorden -que es el verdadero orden nuestro, interior- surgen todas las historias.

Ele Bergón dijo...

En este ser y no ser es donde está la clave de nuestro existir y aunque en apariencia Torrente Ballester parece que no dice nada, en realidad, lo dice todo, aunque para ello se necesita mucha atención en la lectura.

Un abrazo

Luz

Myriam dijo...

Suscribo a los comentarios anteriores y te digo que a mi eso es lo que más me gusta de la obra.

Besos

pancho dijo...

Imaginar que el peine encuentra cosas que hacer entre el pelo que en realidad apenas existe también es libertad y cuidarse de los idus de marzo con flequillo más ...
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Brillante, voy a hurgar más por aquí.

Abejita de la Vega dijo...

Así es, hay muchos yos dentro del yo. Y no nos gustan los que son siempre el mismo yo. Si don Gonzalo nos anima a ser muchos, bien por el escritor.

Sospecho que don Joseíño es don Gonzaliño parodiado, deformado, estirado, encogido.

Buena reflexión la tuya, Paco.

Hasta el martes.

Besos

Gelu dijo...

Buenos días, Paco Cuesta:

José Bastida, nos explica su mirada en el espejo, con una coletilla que omito y que nos suena a los que aprendimos el Catecismo, tiempo atrás.
Copio:
Pág.505 Scherzo y fuga.

Pág. 506...Desde que soy niño he deseado no ser yo mismo aunque sin dejar de serlo....
...”no es respetable llegar a los cuarenta siendo distinto que a los veinte. El principio de identidad es la columna vertebral de la persona, y cuanto más sencilla es la columna, mejor...”
...”y por eso llegué a mayorcito sin perder la costumbre, soñando siempre con imposibles pero satisfactorias transformaciones.”

Un abrazo

P.D.: La estupenda fotografía que has escogido para encabezar el post ha tomado movimiento.
( Dediqué una entrada a la película en mi blog de cine )