Tras la introducción,
Sampedro divide El río que nos lleva en tres partes. La primera que transcurre de La
Escaleruela a Ocentejo, incluye una localidad ficticia tomada posiblemente
de la que se encuentra al repasar la
toponimia del Valle de Turón en el concejo de Mieres (Asturias): Oterón. Los
gancheros llegan a tiempo para asistir a las celebraciones del Viernes Santo,
cuyo protagonista indiscutible es don Ángel Ponce, párroco de la supuesta
localidad lleno de vida y fuerza moral por medio del que se transmite al lector un –nunca más oportunamente
dicho- rosario de sentencias irrepetible.
Dos recursos en este
episodio nos acercan a la vida y pensamiento de Sampedro cuya actitud en la
vida puede resumirse en libertad, misticismo y dignidad. El primero es el sermón con dos partes bien diferenciadas.
En la primera el monólogo interior del cura se externaliza ahondando en
la facilidad para el olvido y la liviandad de la palabra pronunciada bajo la
premisa de tópicos:
Somos felices olvidando,
nos refrescamos en la cobardía como el pez en el agua, inventando mil maneras
de ser cobardes pareciendo valientes (…) utilizamos a Dios sin mirar nunca de frente, para que no haga
imposible nuestra cómoda vida de cobardes.
La segunda parte, vira certera y lamentablemente hacia la homilía costumbrista, lacrimosa y convencional
que el pueblo asentado en la comodidad moral de la ignorancia impuesta, espera
y desea escuchar.
Encontramos un segundo
recurso en el encuentro con el jefe de la cuadrilla “lantera” El Americano, en
la sacristía. El diálogo que mantienen es también toda una declaración de
principios puesta en boca de don Ángel: justifica al pueblo frente al poderoso
no por ingenuidad -que también en el
pueblo hay violencia- sino porque esta se genera en muchos casos por la miseria
y la necesidad:
El labrador que da una puñalada por el agua de una acequia, palpa cada día el agua y la tierra seca; el empresario que gana un millón especulando, no ha visto mas que papeles, y desde luego no distingue en verde el trigo del centeno.
Bien podríamos ver en el
cura de Oterón, un álter ego del autor, en su atracción por los humildes, la
solidaridad que estos manifiestan, el reconocimiento de su aislamiento; lo
que es verdad permanente y la adaptación que de esta hacemos. En la creencia en fin, de que
el pueblo es más verdadero, reflejada en la vida de los gancheros, tan escasos
de comodidades y recursos que incluso envidian la suerte de los pobres
labradores de las comarcas que atraviesan.
El Río de Sampedro, encierra momentos inolvidables
5 comentarios:
Los desheredados, las minorías, no deben callar si los poderosos, no importa el motivo por el que lo sean, avasallan sus derechos. Además están en la obligación de la insurrección.
Excelente planteamineto para la reflexión.
Un abrazo
Buenas tardes, Paco Cuesta:
Veo que vas muy adelantado en la lectura.
Me llamó la atención, por lo que nos toca como burgaleses, así que, Copio:
pág.99 [...]“Era, en fin, uno de esos Santos Cristos tan españoles, como el de Orense o el de Burgos, que aterran fascinadoramente y encauzan el ímpetu religioso hacia una atmósfera de misterios trágicos y oscuros.”
Estupendo personaje el cura Ángel Ponce. ¡Qué bien escogido Fernando Fernán Gómez para ese papel!
Abrazos
Certera tu mirada: te has fijado en un personaje que es una voz moral, ajustada en la narrativa no solo a su oficio sino a su propio sermón y discurso.
Sólo Shannon y el Americano, personas con cultura, entienden la primera parte del sermón. Cuando cambia el registro y pasa a lo de siempre, la gente se siente aliviada. Me parecía oír a a aquel don Rufino de San Lorenzo, en nuestra inquieta ciudad: amadíiiisimos en el Señor. Fernán Gómez lo borda en la película.
Sí, seguramente, Sampedro proyecta
su propio pensamiento, aunque no lo veo yo tan religioso... Y defiende al humilde, nunca la poderoso. Lo recordamos con los indignados.
Un placer leerte. Un abrazo.
Entrañable la figura del padre Ángel. Justamente, en la primer parte del sermón no le entienden los del pueblo, porque los hace pensar... en la segunda, la parte costumbrista, se ponen Cómodos y se relajan: cómodamente manipulados por las emociones, lloran a moco tendido.
¡Qué bien lo señala JL Sampedro con este personaje!
Besos
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