A estas
alturas -y a cualquiera otra- es incuestionable que Avellaneda se apoderó de
don Quijote y Sancho haciendo de aquel un personaje abstracto, cuya vida no creció a todo lo largo de aquella Segunda
parte, y de este un glotón rudo y
pornográfico. La transformación no quedó solo ahí: ambos pasaron de una vida
trashumante y campesina a urbanitas de facto.
A estas
alturas -y a cualquiera otra- resulta evidente que Cervantes leyó el libro de
Avellaneda y puso remedio a semejante apropiación como solo él sabía hacer, y
en el capítulo LXXII de “su Quijote” en justa compensación toma posesión de
Álvaro Tarfe caballero granadino invención de Avellaneda al que dota en su novela
desde
el primer hasta el último capítulo de especial protagonismo y gran afecto por don
Quijote. Tan singular maniobra, repito,
solo podía hacerla alguien como Cervantes.
Recordemos
como en la obra cervantina, don Quijote y Sancho ven llegar a un caballero
acompañado de sus criados que le nombran como: don Álvaro Tarfe, y como don
Quijote se dirige a él para reafirmar su personalidad frente a la de aquel que
anda impreso en la segunda parte de la historia de Don Quijote de la Mancha,
recién impresa y dada a la luz del mundo por un autor moderno (Cervantes,
II, LXXII).
Y como suplica que don Álvaro haga:
Una declaración ante el alcalde deste lugar de que
vuestra merced no me ha visto en todos
los días de su vida hasta agora y de que
yo no soy el don Quijote impreso en la segunda parte, ni este Sancho Panza, mi
escudero, es aquel que vuestra merced conoció. (ibid)
El
personaje más afín al lector del Quijote de Avellaneda, al margen de los protagonistas, el que más empatía
crea, posiblemente sea don Álvaro Tarfe, descendiente según podemos leer:
De los moros Tarfes de Granada, deudos cercanos de
sus reyes y valerosos por sus personas, como se lee en las historias de los reyes de aquel reyno, de los
Abencerrajes, Zegríes, Gomeles y Mazas, que fueron christianos después que el chathólico
rey Fernando ganó la insigne ciudad de Granada (Avellaneda,
cap. I).
No toma por
tanto Cervantes el personaje al azar para contrarrestar a Avellaneda. Don
Álvaro es un personaje importante, serio, que “cae bien” al lector a pesar de
su ascendencia o precisamente por ella, si tenemos en cuenta que la novela al
igual que la de Cervantes dice ser la traducción al castellano de un texto
árabe (Alisolán-Cide Hamete). La utilización de don Álvaro por parte de
Cervantes viene a ser lo que el jaque mate en ajedrez: Cervantes toma a don
Álvaro Tarfe, personaje importante creado por Avellaneda para eclipsar al don
Quijote de este creación indiscutible y exclusiva de don Miguel.
5 comentarios:
Yo cada vez tengo más claro que Cervantes leyó con más atención de la declara a Avellaneda y modificó su segunda parte al hilo...
Cervantes copió más cosas de este don Álvaro Tarfe. Los duques, que son protagonistas en muchos capítulos del Quijote cervantino, son idea de Alonso de Avellaneda, copia del caballero granadino. Al menos a mí me lo recuerda constantemente.
Ahí queda para la historia de la novela la jugada de gran maestro de ajedrez de Cervantes.
Un abrazo
Jugada de maestro. Ahora vas a ver lo que hago con don Alvarito y sus amigos jocosos. Voy a crear una corte de duques que te van a dejar con la quijada desencajada, don Tarfe de los Tarfes de toda la vida.
Un abrazo, Paco.
He dejado de leer al Avellaneda. Estoy en otras cosas, pero por lo que contáis Cervantes es el maestro que da el jaque mate en este juego de los dos Quijotes. No en vano en nuestro escritor universal.
Un abrazo
Luz
Buenas noches, Paco Cuesta:
Qué importantísimo para don Quijote que quedara constancia en esta declaración. Qué gran jugada de Cervantes.
Y qué bonito leerlo.
Abrazos.
Publicar un comentario