Los
acontecimientos reales, salvo excepciones, son vividos por varias personas;
si los acontecimientos son sociales la simultaneidad es incuestionable. El luto
externo de los años cincuenta de carga emotiva bastante discutible por lo
usual y repetido alcanzaba valor de costumbre impuesta estimada de muy
diferente manera en función de: la edad, la formación cultural, o la
pertenencia a grupos sociales abiertos o cerrados.
Entre visillos publicada cuando el realismo social
estaba en pleno auge, no es una novela social, pero sí refleja con intención de
crítica algunos usos y costumbres imperantes en la época. Uno de ellos es el
luto.
Carmen Martín Gaite presenta
el luto bajo varios puntos de vista. El de Lucía, viuda del director de un instituto de
provincia de convicciones liberales dominada por el provincianismo, inmersa en una preocupación por las apariencias
llena de artificiosidad que intenta transmitir e imponer a sus hijos,
especialmente a su hija (por ser mujer) un luto duro y tradicional en tiempo:
“Elvira se levantó a echar las persianas y se acordó de que estaría por lo menos año y medio
sin ir al cine”. Y forma: “Con las medias grises, la primera película. A eso se
llamaba el alivio de luto”.
El
mismo tema visto desde la perspectiva de
Elvira, hija del director fallecido, lo presenta bajo el inconformismo propio de
un talante abierto, joven y actual al margen de convencionalismos: “Le dijo Yoni
a Elvira que si la veían acompañada de dos hombres que no eran Emilio en pleno luto la iban a criticar.
-Que
digan misa –exclamó ella con voz alegre…”.
Veamos
la posible percepción del luto a través
de los ojos un niño -observador externo- de los años cincuenta.
Las
abuelas, por el hecho de serlo, tenían que ir de negro y con pañuelo, sería
inconcebible para él una abuela con bata de flores y sombrero a la cabeza como
traían las extranjeras que bajaban del autobús a la puerta del restaurante de
la plaza. Las madres –su madre- deberían de irse preparando porque ya eran
mayores y así, cada cierto tiempo, cuando alguien de la familia se moría,
mandaban teñir la ropa (alguna) y durante un tiempo iban de negro. Luego se
ponían una blusa con flores blancas y negras, pero eso era durante poco tiempo
porque enseguida se moría otro y volvían a sacar la falda y la chaqueta
teñidas.
Los padres eran distintos se ponían una tira negra en la manga de la
chaqueta y la gabardina y ¡ya está!, pero durante mucho tiempo ponían la radio
muy bajita.
Por
eso, y porque eran mayores, no jugaban con el niño y a veces lo reñían.
Todos
los caminos pueden llevar a Entre
visillos.
6 comentarios:
El tema del luto obligado es muy fuerte. Me has hecho recordar la película " Volver" de Almodovar, que me pareció genial.
Besos
Excelente, porque, además, el luto no era tanto una institución que venía de dentro, del dolor, como de fuera: el qué dirán.
Bien visto.
Puestos a hablar de películas, ¿qué me decís de La niña de luto? En Andalucía era todo un poco más exagerado, pues en algunos casos hasta llegaban a cambiar las cortinas. Aquí no llegan a tanto, pero casi.
Muy buena entrada, Paco.
Así era. Como dice Pedro, no por dolor -que si lo abría-, sino por imposición, y el que dirán.
Nunca he llevado luto pero fui testigo en mi niñez de esos calderos donde se sumergía la ropa para teñirla. Mi tía enviudó y todavía tengo en la rutina como un alegre estampado de colores se volvía negro, negro, qué horror.
El qué dirán, qué horror.
Ahora sólo se ponen de luto los...de una etnia marginada, ya sabes.
Elvira se ahoga, no me extraña. El cine era una de las pocas salidas. Año y medio sin cine.
Un abrazo, Paco.
Buenas noches, Paco Cuesta:
El luto, qué detalle tan bien narrado, y cómo se les escapa su gran importancia -en la actualidad- hasta a personas que, por edad o estudios, debían valorar su peso en las antiguas costumbres.
Recuerdo haber escuchado en la radio, con diferente letra, un anuncio musical de esta marca de tinte.
Abrazos.
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