Vivimos
tiempos en los que lo inmediato, lo material, la apariencia, dejan escaso
margen a lo sentimental, a los valores. Los creativos de los medios de
comunicación se esfuerzan, particularmente en la ya no tan pequeña pantalla, para encauzar, de
grado o por la fuerza de la repetición, nuestras vidas. La publicidad, muestra
cuerpos esculturales sinónimo de éxito y felicidad. Esta presión publicitaria adoctrina
a la población sobre los beneficios de una perfección inalcanzable en detrimento
de lo emocional, de los sentimientos, de ser uno mismo, de vivir para ser
querido, amado...
En
lo emocional, obviando la imagen de
“esposa abnegada” y “reina del hogar”, el
concepto de pareja también ha cambiado, nada que ver con aquel “contigo pan y
cebolla” o “hasta que la muerte nos separe” de hace unos años y menos aún si retrocedemos
al 22 de abril de 1771, fecha en que muere María Ignacia Ibáñez, la actriz de
quien José Cadalso estaba enamorado. En junio de este mismo año ("dos meses ha"), nuestro autor
empieza la composición de Noches lúgubres.
A pesar del lamento de Tediato (final de la primera noche); ¿Quién me diría dos
meses ha que me había de ver en este oficio?, está descartada la teoría del
argumento autobiográfico.
La
poesía de esta prosa, lúgubre, y tono arrebatadoramente romántico se presenta
ante el lector como pesadilla en tres noches con la pretensión y en eso sí es
autobiográfica, de mostrar la dimensión del dolor en un poeta del XVIII. No es
fácil para el lector del siglo XXI valorar (al margen de la racionalidad) en el
pragmático y materialista mundo nuestro, el sentimiento amoroso del XVIII.
El
dolor adquiere en las Noches el
carácter de protagonista, provocando el gozo a la manera romántica, el lector
lo intuye cuando afligido por la pérdida del ser amado Tediato descubre que en
su dolor hay un poso de dulzura, algo -permítaseme el símil- como el estado de éxtasis
en un espíritu sensible.
No
debemos leer Noches lúgubres como
como la narración descriptiva de unos hechos; como una historia sin final.
Cadalso, escritor de la Ilustración y por tanto de la Razón muestra el gozo del
amante a la manera romántica, intentando el suicidio junto al cadáver de la
amada. Estamos en la segunda mitad del XVIII; la fuerza del dolor, el
sentimiento, el llanto propio y ajeno habían tomado ya forma en la sociedad y
como en lecturas anteriores, hemos de ver en esta obra la intuitiva necesidad de seguir
una moda literaria que anticipaba ya el paisaje interior del alma humana por parte de Cadalso.
Ignoro
si la Iglesia Católica sigue utilizando la fórmula: “hasta que la muerte os
separe”. Sí sé que hay (o había) una tienda de ropa de novia que tomó esa
fórmula para nombre de su establecimiento. Al margen de cualquier consideración
mística o folclórica, la dulzura ante la pérdida del ser amado minorada hoy,
sigue particularmente entre nuestros mayores. Su característica principal es
la fidelidad, su manifestación social la encontramos en los cementerios. Las
flores, las visitas, las oraciones, el dulce recuerdo en suma, lo confirman.
Cadalso
en las Noches señala la oposición
entre lo físico y lo espiritual.
Imágenes: El cementerio de Cloister (Caspar David) y La sátira del suicidio (Alenza)
3 comentarios:
Excelente propuesta lectora, Paco. Es curioso cómo hoy hemos desterrado esta pasión amorosa de la gran literatura. Quizá no sepamos hacerla bien porque nos parezca cursi por incompetencia, quizá porque los lectores ya no creamos nada...
Cadalso da justo con ese tono y el género.
Recordando damos vida a los que ya no están. Viven en nosotros y no morirán del todo mientras los recordemos. Esa es la dulzura del recuerdo, algo amarga también.
No creo que los sentimientos del XVIII fueran más arrebatadores y pasionales que ahora, pero la literatura era amiga de contar amores irracionales, ahora los escritores no son amigos pintar esas locuras. Pero hay amores locos.
Hasta que la muerte nos separe...es de otra época.
Besos, Paco,se
Leyéndote me acordé de la Película "VOLVER" de Almodovar!!!
Besos
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