Podía imaginárselo. Casi verlo, entrando
por primera vez en una cadena comercial en la que de nada servían las
habilidades adquiridas para invalidar los sistemas de alarma. Podía adivinar su expresión, atenazada por los nervios, el
estómago encogido por la decepción. El detonante, unos zapatos de Armani de
igual número y modelo -colección limitada- que los adquiridos por él. La
página virtual de compra y venta ofrecía más y más posibilidades a precios de risa del artículos que había embalado y enviado para ella. Lo
que no podía imaginar era su confusión, la rabia contenida tras leer las
valoraciones de los compradores al vendedor oculto tras un seudónimo
inidentificable: genial, es un placer
hacer negocios contigo. Tampoco pudo escuchar el sollozo ahogado bajo la
almohada.
Han pasado tres años, conserva todos
sus libros, algunas prendas y perfumes que aún no ha probado. Ha cambiado de
casa, la de ahora, espaciosa y con un pequeño jardín donde corretea su hijo, le
permite escribir sin sobresaltos. ¿No has pensado nunca
dejarlo todo para dedicarte a escribir? preguntó él un día.
Sale un tanto cansada de la librería,
ha firmado casi cien ejemplares en la presentación, a su lado editor y librero
hablan y gesticulan, ella les oye en la distancia de la ausencia. Le llamó tan pronto tuvo confirmado el lugar cuidadosamente escogido en Cárdenas frente
al bloque viejo y rojizo de alerones y
ventanas negras. Dejó mensajes grabados, SMS y un correo electrónico. Se sentía
avergonzada, parte de su éxito le correspondía a él pero no tuvo otra opción: o
ebay o el contenedor de ropa. Una voz
ronca y amable la volvió a la realidad ¿quieres que cenemos juntos? No,
gracias, estoy muy cansada.
A unas manzanas del bloque viejo y
rojizo un hombre de salud inconsistente y precaria anclado a una silla de
ruedas relee el último correo con una invitación escaneada: He querido presentar mí (nuestro) libro en
el entorno de aquella primera cita, tráelo, cambiaremos la dedicatoria por otra
más actual. Una profunda tristeza empaña sus ojos mientras contempla un par
de zapatos de salón color beige.
7 comentarios:
Mejorando la historia y hasta el texto original.
Un final distinto para Sonia y para Knut. Sonia espabila. Un giro ingenioso.
Besos Paco.
El giro final es excelente, Paco.
De acuerdo con Coro y Pedro:
Tu breve relato es mil veces mejor que la larga historia
original y el último párrafo es, realmente, excelente:
en un par de pinceladas le das profundidad
psicológica al personaje masculino y dimensión
a la relación entre los dos.
Besos, Paco
Me encanta tu final con respecto al personaje de Knut, mucho más claro que el del libro.
Enhorabuena
La novela en si misma no me entusiasmó nada pero es que el final me decepcionó muchísimo.
Me quedo con el tuyo, por supuesto.
biquiños,
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