Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

lunes, 25 de septiembre de 2017

UNA PÁGINA MÁS III


Repantigado en el respaldo del sofá, Rufo abrió, solo un momento, alternativamente los ojos; no se le daba un ardite el nuevo look de ella.

 -¡Gato tonto, algún día saldrás por la ventana!

- Ramón es un hombre equilibrado donde los haya –pensó– “el problema está en que dejemos de querernos”, pero claro, desde fuera las cosas se ven como en el teatro. ¿Qué pensará si me ve así?

Ciertamente no se refería a los tejanos viejos, las zapatillas de deporte o el tattoo, la fragancia de dos gintonic con twist de cítricos había tornado la mirada de rabia en la sonrisa bobalicona que ahora le devolvía el espejo, “hay algo de indefinible en el placer del primer sorbo” –apuntó el barman.

 -Claro que más tonta fui yo, Ana Julia que otra cosa no tendrá, pero tonta no es, ya me lo advirtió: “tu marido es un picaflor” y yo que nada, que era la puñetera envidia. No, si mamá que para todo tenía ojo decía en ocasiones que el que siembra vientos recoge tempestades, pero qué quieres, yo estaba enamorada y que el “tío” estaba muy bien, bueno, y está, que lo cortés no quita lo valiente. Bien mirado, tan tonta no soy, lo que pasa es que tengo principios y los principios, ya se sabe, son sagrados, ¡si yo hubiera querido! Con cualquiera –es un decir– sin ir más lejos con Luis, el pasante  de la notaría cada vez que me ve se le van los ojos, sobre todo si llevo la blusa estampada que clarea la punta de los senos, si coincidimos en el ascensor me dice que mejoro con la edad como el buen vino, me sofoca aunque me gusta. Y muchos más, no creas, pero una tiene principios que, dicho sea, hoy son un  estorbo. No, si algo barruntaba yo, en la noche sin ir más lejos últimamente ni caso, antes cuando le convenía al señorito; que no es que eso me resuelva la vida y tú lo sabes, pero algún detalle…, claro, para eso tienes a la pelandusca! ¿Recuerdas? “esposa te doy y no sierva”, dijo el curilla, pero el día que os casáis, hacéis el negocio del siglo: esclava y concubina para toda la vida. La mujer, libre, lo que se dice libre, ni un minuto, a lavar calzoncillos y trabajar como una burra, es su obligación ¡Qué bien! Luego viene la pelandusca y a vivir la vida, sentada en un queso y mordiendo de otro. Nunca me llegué a creer lo del viaje de trabajo “es un simposio de fin de semana, no se pueden perder días de labor” ¡hipócrita! “al terminar una cerveza, una tapa y cada uno por su lado". ¡Y una mierda! ¡Ja. Ja! No, si Ana Julia tiene razón, esa tiene más conchas que un galápago. Recuerda: quien siembra vientos recoge tempestades.


Rufo perdió el equilibrio de un manotazo, tendida en el sofá se despachó una tónica, esta vez «sin refuerzo». No estaba el horno para bollos. 

4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

La voz de esta mujer, tratada de forma excelente.
Rufo, que yo creí perro, es gato. Mejor así.
Un abrazo, Paco.

Abejita de la Vega dijo...

Ni un minuto.
Besos Paco.

Kety dijo...


Excelente relato.

Un abrazo

Myriam dijo...

¡Pobre gato!

salió volando jajajajaja

Y sí... esclava y concubina, mesa
o colchón. (Y María de Zayas tan actual :-))

Que buena novela estás escribiendo, así de a sorbitos.
me la pienso disfrutar hasta el final.

(aunque esté de viaje, por las noches antes de dormir,
vendré a leerte).

Besos