Nada es casual en el Quijote, el paso de una a otra escena o situación, se produce de un modo natural, el cambio de rumbo a Barcelona viene acompañado de un cambio –temporal- de protagonista; caballero y escudero son sustituidos en la acción por Roque Guinart, un bandido que con su banda, recorre los caminos en busca de botín y aventuras.
Seis días de camino, dan tiempo para pensar y don Quijote retorna a su nostalgia, el encantamiento de Dulcinea le persigue, a Sancho no parece preocuparle en exceso cumplir su promesa de liberarla, por lo que decide acelerar el proceso, propinando a Sancho al menos dos mil azotes a cuenta. El asunto da lugar a mostrar la nueva relación que se ha establecido entre amo y criado; el enfrentamiento ahora, es claro y abierto, no solo verbal, en la presente ocasión tiene lugar una lucha cuerpo a cuerpo, Sancho no está dispuesto a ser “vapulado” si no es por propia voluntad:
“¿Cómo, traidor? ¿Contra tu amo y señor natural te desmandas? ¿Conquien te da su pan te atreves?
Ni quito rey, ni pongo rey —respondió Sancho—, sino ayúdome a mí que soy mi señor. Vuesa merced me prometa que se estará quedo y no tratará de azotarme por agora; que yo le dejaré libre y desembarazado”.
El litigio entre amo y criado finalizó con acuerdo, enlazando con una escena-denuncia del modo de proceder de la justicia de la época: ahorcamiento masivo de los condenados, para ejemplo y aviso al pueblo.
Con la aparición de la banda de Roque Guinart, cambia como decíamos el protagonismo de la acción, pasando al bandido y sus escuderos. Don Quijote se lamenta por haber sido sorprendido desarmado. Consciente ya de su fama, se identifica seguro de ser conocido y admirado por sus aventuras y así sucede, Roque se muestra satisfecho con su compañía estableciéndose una relación de amistad entre ambos.
Roque Guinart representa el modelo de bandido “echado al monte” por circunstancias sociales, en cierta manera honrado y justo. De su mano entramos en otra nueva tragedia amorosa, esta vez la dama, Claudia Jerónima, al modo de Capuletos y Montescos, se enamora de un enemigo de la familia tan locamente, que un simple rumor basta para que –escena repetida- vestida de mancebo tome venganza, disparando sobre el que creyó amante infiel.
Don Quijote pasa a espectador de ésta escena, siendo Roque quien toma la responsabilidad de proteger a Claudia y su familia si fuera necesario.
De vuelta al lugar en que don Quijote y Sancho permanecen con los bandoleros reaparecen los tres tocadores que Sancho no devolvió y parece que todos desean. ¿Que tienen tres simples gorros para atraer a todos?
El reparto equitativo de lo obtenido en los robos , el modo de impartir justicia, en definitiva el comportamiento de Roque Guinart sirve para mantener la leyenda de los bandidos convertidos en héroes por el pueblo que ve aumentar las diferencias establecidas sin rubor por quienes se supone que debían defenderles.
6 comentarios:
Eso me pregunto yo ¿qué tendrán esos tres tocadores? Besotes, M.
Paco, estoy muy preocupada por nuestro profe que ni siquiera ha escrito su análisis de los jueves de este capítulo. Ya que tu le conoces y, creo, vives en Valladolid, ¿podrías averiguar qué es lo que pasa? Es que no es normal que esté tan desaparecido. Gracias por tus pesquisas. Besotes, M.
Lo de lso tres gorros de dormir no alcanzamos a ver su importancia. Como ahora nadie se pone eso...
El bandido generoso, la muchacha deshonrada que se toma su venganza vestidita de varón...era lo que gustaba en esa época y Cervantes les daba el gusto. Aunque de esas dos últimas ya hemos tenido. Claudia es una Capuleto, muy bien ese paralelismo entre Cervantes y Shakespeare. Escena repetida, dices tú.
Un saludo para ti, Paco , y para nuestro profe.
Efectivamente, lo de los tocados o gorros tiene gato encerrado. Será puro fetichismo.
El romanticismo que acompaña a los bandoleros, no acabo yo tampoco de entenderlo. Un ladrón sinvergüenza siempre es un malaje.
Tambíén tiene perejiles que don Quijote sepa que está cerca de Barcelona porque se encuentran ahorcados por docenas..., las desaveniencias con los catalanes creo que vienen de lejos.
Un abrazo
En efecto: no es sólo un cambio de dirección, sino, sobre todo, una profundización en un sentido que nos llevará al final de la novela. Cuánta meditación necesitaría Cervantes para ello.
¡Qué bien pone Cervantes de manifiesto -como lo señalas- la nueva
relación amo-criado. Sancho ha crecido tanto que hasta puede forcejear con DQ con rodilla incluida en el pecho, pero sin lastimarlo.
Esta profundización que menciona PEDRO, es impresionante para mi: una genialidad.
Un abrazo desde Buenos Aires
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