Tras el viejo banco
besado por la marea y en su mitad hundido quedan algunas horas de lectura
separadas por espacios propios de la holganza veraniega. A veces fue un paseo,
en ocasiones la sombra amable de una terraza con cerveza y olivas, una comida acompañada
de buen vino, o el helado junto al puerto al atardecer. Estos pequeños placeres
quedarían enmarcados en la dinámica de playa y chiringuito de no contar con la inestimable
compañía de anfitriones (realmente anfitrionas) de excepción que te hacen sentir bien. Paseos, comidas, terrazas
y... -sabor venezolano con alma hispana- el guayoyo de media tarde han dado pie a
comentarios, charlas y confidencias con las que el verano alcanzó la dimensión de empatía que tantas veces
buscamos.
¡Gracias! Habéis creado
un monstruo que piensa volver.
5 comentarios:
que entrada tan aromática e intensa nos has dejado...
biquiños,
No me extraña. Dan ganas de acompañarte.
Ese banco frente al mar y un buen libro, perfecto, para qué más.
Besos, Paco.
hmmmm un verano idílico....
Vuelve, vuelve, aunque yo no puedo con mi genio y estoy disfrutando a mis nietas, demás flía y amigos por aquí en Sudamérica.
Besos x 2
(x eso me demoré tbn en venir a leerte, comentarte y saludarte).
Feliz otoño.
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