Ambientada en los años
cuarenta, El río que nos lleva es una novela coral, en la que el Tajo se convierte
en metáfora fluvial del curso titánico de la vida; los gancheros en espejo del
duro peregrinar de un oficio marginal y sus relaciones en estudio etnográfico de
una clase social en la que hombres y mujeres, muestran la descarnada realidad
de la vida en su sentido primitivo.
La sensualidad -frecuente en la obra de
Sampedro- se manifiesta en muchos de los
personajes a los que el autor dota de un fuerte potencial sexual, contenido en
ocasiones por el concepto de grupo para todos o para ninguno (Paula). Por el
aislamiento (empleadas de la leprosería). O por lo constreñido de la sociedad
en la que habitan (Nieves, Manuela, la viuda).
La relación hombre-mujer,
era ya en los años cuarenta diferente en
el mundo rural y en la ciudad y queda sintetizada por Sampedro al final de la
novela en Buenamesón enfrentando el automóvil y la radio con la maderada y los
gancheros, de un lado la modernidad, de otro la prehistoria.
La actitud de la mujer, atraída
sin más por un hombre rudo hosco y dominador puede llegar a sorprender al lector del siglo
XXI. De grado o por la fuerza de una incultura partidista los valores admitidos
tolerados o soportados por esta, distaban mucho de los actuales, baste
recordar algunas sentencias frecuentes en la época tomadas del acervo popular tan
distantes del sentir actual:
“el hombre y el oso
cuanto más feo más hermoso”
“el hombre guapo tiene
que oler a vino y a tabaco”
También la certificación
reiterada de que en toda relación había un señor y un vasallo,(si el hombre era un alfeñique, la posesión era tomada por la mujer; véase la escena de la taberna).
Posteriormente se ha cantado y aplaudido cientos de veces en los escenarios el componente posesivo de la relación de pareja no declarado en el día a día veamos algunos ejemplos:
El preso número nueve Roberto
Cantoral / trío Calaveras (“porque mató a su mujer / y a un amigo desleal”).
Noche de Reyes / Carlos
Gardel (“quise vengar el ultraje / lleno
de ira y coraje /sin compasión los maté!).
O los tangos Tomo y
obligo, el expresivo La maté porque era mía, y tantos otros que bajo la
apariencia de canciones sin más objetivo que entretener, dejan un poso de
violencia que hoy seguimos lamentando.
De aquellos lodos vienen estos barros. La relación que nos presenta Sampedro se ciñe a la realidad del grupo social tratado de la época, posiblemente un hombre de otras características no hubiera sido "bien visto" entre las mozas del lugar. A este respecto me permito recordar un fragmento de Delibes en El camino cuando Daniel el Mochuelo refiriéndose al herrero piensa: Con frecuencia el herrero trabajaba en camiseta y su pecho hercúleo subía y bajaba al respirar como si fuera un elefante herido. Esto era un hombre. Y no Ramón, el hijo del boticario, emperejilado y tieso y pálido como una muchacha mórbida y presumida. Como podemos ver también Delibes retrata una realidad que hoy parece ancestral, pero no lo es tanto
De aquellos lodos vienen estos barros. La relación que nos presenta Sampedro se ciñe a la realidad del grupo social tratado de la época, posiblemente un hombre de otras características no hubiera sido "bien visto" entre las mozas del lugar. A este respecto me permito recordar un fragmento de Delibes en El camino cuando Daniel el Mochuelo refiriéndose al herrero piensa: Con frecuencia el herrero trabajaba en camiseta y su pecho hercúleo subía y bajaba al respirar como si fuera un elefante herido. Esto era un hombre. Y no Ramón, el hijo del boticario, emperejilado y tieso y pálido como una muchacha mórbida y presumida. Como podemos ver también Delibes retrata una realidad que hoy parece ancestral, pero no lo es tanto
El río que nos lleva, es
una novela, pero es mucho más, es la proyección del modo de pensar del autor, hecho -como él dice- a sí mismo:
"La vida que me dieron la he desarrollado, la he cultivado, he trabajado
para ella y por ella. He sido un buen servidor de esa vida sirviéndome a mí
mismo. Bueno, pues eso es la vida, hacerse quien es uno, y ya está".
Valgan estas líneas como sencillo homenaje a un hombre admirable y excepcional.
2 comentarios:
Ya lo creo, Sampedro fue admirable y excepcional.
La mujer era la gran sometida, la que llevaba la peor parte, no es femenismo, era así. Y don José Luis pinta a una Paula que lleva encima la pesada carga de ser el sexo sometido. Mataron a su niño, qué mayor tropelía puede haber...
Y, como dije en Aranjuez, elige un hombre y elige el peor, no se va con Shannon sino con el Encontrao.
Besos, Paco. Tu entrada tan atinada como siempre.
Buenas noches, Paco Cuesta:
El autor reconoce el bagaje recibido por él, por eso en la novela remarca y valora lo que es ser superviviente cuando desde la cuna se ha recibido la vida y poco más.
En José Luis Sampedro, nos sorprende la claridad que tenía para describir situaciones en personajes tan diferentes y analizar sentimientos y reacciones.
Paula, viene de una terrible experiencia. Como le dijo el padre Ángel Ponce: “estás en la primavera de la vida, hija, y tienes que vivirla. Bien, pero vivirla, que es un don de Dios”
Y en ese continuar, desde el primer momento, se siente atraída por Antonio el Encontrao.
Un abrazo.
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