La voz sonó a sus espaldas con la certeza de ser
escuchada y la seguridad de haber creado
la inquietud de una obligación ineludible
-Tienes que escribir algo para Pedro
-¿Yo? ... !!Si el que escribe es él !!
- Ya, pero....
No sabría decir cómo y por qué pero Echo al fuego los restos del naufragio, el último libro de Pedro
Ojeda, aparentemente abandonado a su suerte, descansaba sobre el teclado del portátil que, por similar sortilegio ya tenía
una hoja de Word abierta en blanco.
Justo en el momento en que apuraba el segundo café de la
mañana en un intento de espantar a los duendes del agitado día anterior, asumí el
compromiso de seguir la sugerencia de –como reza la dedicatoria en la
portadilla del libro- “la Notaria de la vida de los suyos” e intenté escribir
algo.
Un naufragio nunca es deseado, ni previsto, surge de
pronto o por la acción de las circunstancias o por el paso del tiempo que tiende a deteriorarlo todo. Es lamentable,
pero no algo de lo que debamos avergonzarnos. Bien como patrón o como pasajero
hemos de asumir una parte de responsabilidad por no seguir la ruta adecuada o
por haber embarcado pero sabido es que quien no se arriesga no pasa la mar. De
un naufragio, si sobrevivimos, puede salir una experiencia y quién sabe si una
liberación. En cualquier caso es obvio que siempre deja rastro.
Releyendo la obra de Pedro Ojeda, uno comprueba que todo
no ha sido arrojado a la hoguera, una parte de la nave era aprovechable y se
utilizó. Los restos una vez varados en la playa de la reflexión han servido
para construir una goleta ágil y marinera, bautizada en tierra de secano el
pasado jueves 17 en el Museo del libro, con la que explorar mares de sentimiento
y reflexión personal. Quienes con él compartimos singladura literaria aprendiendo
de sus clases guardamos con cariño la maqueta en un lugar accesible a salvo del
olvido del tiempo.
¡Gracias Pedro!
3 comentarios:
Qué hermoso, Paco. Me has emocionado. Un abrazo para ti y un beso para ella.
Así es, lo mejor del maderamen del viejo barco sigue ahí. Y los alumnos lo disfrutamos.
Besos, Paco.
Buenas noches, Paco Cuesta:
Lo cierto es que se nota la luz de Begoña y sus cuidados y atenciones. Qué importante, para que el barco se mantenga a flote, contar con personas que están a nuestro costado en todas las tormentas que se presenten.
En el libro del profesor está su poesía, su lucha, sus sueños, y en el puerto aguardándole con los brazos abiertos su merecida esperanza.
Besos.
Publicar un comentario