Una de las primeras
cuestiones que se plantean al desocupado lector
de SEGUNDO TOMO DEL INGENIOSO HIDALGO
DON QUIXOTE DE LA MANCHA “que contiene su tercera salida: y es la quinta
parte de sus aventuras” es: ¿Quien escribió la obra? Así, a bote pronto, la
pregunta por lo obvia se antoja absurda, habida cuenta que el lector en cuestión dijo a su
librero ¿Tienes “El Quijote de Avellaneda”?,
parece absurda pero no lo es tanto toda vez que la duda no está en el nombre,
sino en el hombre, en la persona (la posibilidad de que fuera mujer parece
remota). Sobre el tema hay multitud de
opiniones, tantas que ha llegado a identificarse a Avellaneda con el
mismo Cervantes. Podría decirse que solo Góngora y Calderón han quedado al
margen de la lista de presuntos autores.
No es cosa por tanto
de detenerse en análisis onomásticos. Tanto da a la hora de comentar la obra:
Alonso del Castillo, Vélez de Guevara, Fernández de Avellaneda o Jerónimo de
Pasamonte.
Despojados de la
animadversión inicial que provoca un autor al utilizar en su provecho el éxito
de otro muy querido y admirado hemos de admitir que el relato
mantiene el ritmo de los acontecimientos cuando la acción lo requiere, que
consigue con acierto el efecto sorpresa, que cuando el relato es descriptivo o
queda en manos de personajes secundarios, la fluidez de aquel y las peculiaridades
de estos sorprenden gratamente al lector. Y en base a esta apreciación de la lectura surgió la cuestión inicial, porque no hay duda de que estamos ante una
obra que, por denostada que esté, se
mantiene a la altura de las muy buenas narraciones de nuestro Siglo de oro.
Ni procede ni estamos
en condiciones de comparar a Don Miguel de Cervantes con el licenciado
Avellaneda natural de Tordesillas, pero cierto es que desde el comienzo de la
lectura El Quijote apócrifo
mantiene características, estilos y tonos (moralizantes unos, procaces otros)
que minimizan la animadversión inicial. Por tanto: sea cual sea la identidad
del autor -cuestión hoy no suficientemente aclarada- sea bien leído El Quijote
de Avellaneda.
3 comentarios:
En efecto. Esa es una perspectiva adecuada. Estamos ante una buena novela. Disfrutemos.
Tanto monta monta tanto...no. Leer el Avellaneda sin prejuicios, juzgándolo en sí mismo, eso sí. Aunque a mí me resulta muy difícil leer el de don Alonso, o como se llame, sin acordarme del de don Miguel. Cide Hamete se me aparece para contradecir a Alisolán.
Es una obra que nace de un espíritu muy distinto, comienza con el ritmo del Quijote cervantino pero luego se embala...yo me entiendo.
Un abrazo, Paco.
Buenos días, Paco Cuesta:
A Cervantes le molestaría saber que un aprovechado estaba preparando un libro con sus personajes. Los lectores, debemos agradecer que el de Avellaneda le moviera a escribir la Segunda parte.
Un abrazo
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