La
obra literaria en general y la novela en particular, tienen la capacidad de
intervenir mediante su discurso en la realidad social ofreciendo una panorámica
de los acontecimientos que, debidamente tratada sirve de crítica y denuncia con el valor añadido
de, sin perder el carácter lúdico, aportar soluciones o al menos crear inquietud. El vehículo utilizado es en ocasiones la
creación de personajes que representando formas de vida más justas y
atractivas “rompan” convencionalismos
por la vía del conocimiento.
Solo adquirimos conciencia de un problema cuando
sabemos que lo es y solamente desde esa percepción estaremos en disposición de
buscar alternativas y soluciones.
Carmen
Martín Gaite en Entre visillos presenta
con este fin arquetipos femeninos y masculinos proyectándolos a través de la
novela con los modelos impuestos por la moral del nacionalcatolicismo, vigentes
hasta “no ha mucho tiempo” (las jóvenes generaciones pueden corroborarlo
preguntando a padres o abuelos) Me permito a pesar de lo reiterativo del tema
recordar que Entre visillos se sitúa en el contexto social de los años
cincuenta, es decir, en la España franquista de la segunda posguerra. Si
bien es cierto que en los años cincuenta se produjo en
comparación con la década anterior cierto aperturismo España continuaba aislada
con respecto a los demás países europeos, en los que mayoritariamente se habían
establecido regímenes liberales y democráticos tras la Segunda Guerra Mundial.
En
este contexto de libertades reprimidas sitúa Martín Gaite a sus protagonistas,
un grupo de jóvenes que viven en una
ciudad de provincias durante esos años. Como lectores somos testigos del transcurrir
de su tiempo, sabemos a qué se dedican,
cuáles son sus proyectos de vida, sus concepciones, acciones y creencias y vemos
en qué forma sus identidades se ven influenciadas por la división de género de acuerdo con la moral
nacional católica. Frente a la imagen de “esposa abnegada” y “reina del hogar”
propuesta por el sistema ofrece Martín Gaite en esta novela personajes contratipo
de los anteriores, “diferentes”, que “rompen”,
que ofrecen resistencia como Natalia, Elvira o Pablo. De ellos hablaremos en futuras entradas.
5 comentarios:
En efecto: estos personajes sufren esa condición diferente en una sociedad injusta pero preparan las brechas del mañana. La novela analiza el problema de una sociedad y lo deja así, sobre la mesa, para que nadie pueda volver a ocultarlo.
Buena contextualización de la novela en unos años grises, pero que a las protagonistas no le iba tan mal a pesar de las carencias de la mayoría de la población. Aún no había empezado ni la emigración en masa de los años sesenta, ni el desarrollismo de finales de los sesenta con la llegada de divisas mandadas por los emigrantes, el asalto del turismo, los polos de desarrollo, los 25 años de paz y los referendum de Franco. Eso lo vivimos, ¿eh? Había poco, pero éramos más jóvenes.
Me sigue encantando la manera que tienes de decir mucho con pocas palabras.
Un abrazo.
Quedaba algo de eso en los setenta, doy fe de aquel Burgos provinciano y casto, donde las chicas de la edad de Natalia empezaban a soltarse la melena, a estudiar, a pensar en un trabajo antes que en una boda, a escapar en la medida de lo posible de la dictadura familiar o eclesiástica... En 1974 leí la novela y Natalia me era muy familiar, aunque fuera de los cincuenta.
Así se habla, se escribe...
Besos, Paco.
Cuánta razón tienes que que arrojar luz sobre esta problemática es el primer paso en la toma de conciencia que lleva al cambio. Muy clara tu exposición, espero -como agua de mayo- tus comentarios sobre estos personajes.
Besos
Efectivamente, aquella atmósfera duró demasiado tiempo y la única salida era coger la maleta y huir, aunque fuera a un pueblo perdido a enseñar palotes. Madrid vendría después.
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